Ni Dios, ni Rajoy podrán con Cataluña

Así lo ha dicho. El mismísimo Joan Tardá. El diputado tantas veces sensato y convincente. Directo al cielo. Si los catalanes votan mayoría a la independencia «ni Dios, ni por supuesto Rajoy» parará esa voluntad. Y mucho menos la ley de seguridad nacional.

Veamos señor Tardá. ¿A cuánto debe ascender esa mayoría? ¿Sobre qué porcentaje de votantes? Porque no es lo mismo que vote el 70% de la población que el 49% de la misma. En cualquier elección, siempre hay algo de trampa. ¿Y si pierden? ¿Y si sale el no? O sea, no queremos una Cataluña independiente. Entonces, suplicará a Dios y a Rajoy clemencia para poder venir a Madrid, al Congreso, a seguir viviendo a cuerpo de rey, y a cuenta de todos los españoles. Juega con las cartas marcadas, señor Tardá.

No le gusta a Tardá la nueva ley de seguridad nacional. A mi tampoco. A muchos miles de españoles tampoco. Dentro de seis meses, si se puede, ayudará usted a derogarla. ¿O pasará de ello, señor Tardá? Casos hay. A lo peor luego se olvida. Si «la democracia es imbatible» habrá que esperar a contar las papeletas. Primero contamos y luego hablamos.

Porque puede suceder que se la tengan que envainar. Esto es, volver a casa con el rabo entre las piernas. El pueblo es soberano. Si dice no, será no con toda la voluntad democrática. También la suya. No pedirá al día siguiente otra nueva consulta. No buscará artimañas. Ya conocemos sus habilidades. Ahora toca mostrarse a los catalanes.

No hace tanto despreciaba los discursos de CiU respecto al proceso soberanista. «Eso es política» respondió más de una vez. Ahora, lo de usted ¿qué es? Usted no dará la espalda al pueblo catalán. Según lo que vote, claro. ¿Si vota no, seguirá al frente del mismo? Eso es jugar con las cartas marcadas, señor Tardá.

Faltan dos meses. Todos a la pelea. Pero algunos, desde fuera de las fronteras de España, ven en Cataluña algo distinto a ustedes. Ven desgobierno, empobrecimiento, fuga de inversores. Ni EEUU, ni Francia, ni Alemania están a favor de invertir.

Porque la independencia no será el día siguiente, sería largo el trayecto. Y ejecutivos poderosos de la Cámara de Comercio de EEUU han dicho, en algún cenáculo madrileño, que los inversores se irían. Se empobrecerá Cataluña al igual que se ha empobrecido Quebec. De los casi 3.000 millones invertidos en Cataluña, ¿cuántos quedarían tras la declaración? Largo y costoso. Pero los catalanes, listos, votarán con cartas ganadoras. ¿Qué hará luego, señor Tardá?