Ni café, ni pastas: Constitución para todos
Aquellos que un día pidieron para su territorio más descentralización ahora piden a Pedro Sánchez que ate corta a Isabel Díaz Ayuso y no le deje bajar más impuestos
Los más viejos del lugar, y algunos jóvenes que hayan leído, se acordaran de una expresión que hizo fortuna en los años 80 y hasta 90: “café para todos”. Era una manera entre despectiva y victimista de referirse, en círculos nacionalistas, a todos los presuntos intentos de sucesivos gobiernos de la nación por imponer lecturas “recentralizadoras” y no “descentralizadoras” de la Carta Magna.
La LOAPA, por ejemplo: ¿se acuerdan de la famosa Ley Orgánica para la Armonización del Proceso Autonómico que, en tiempos de Felipe González, pretendió poner coto a los afanes de Jordi Pujol y Xabier Arzallus de ir por libre en temas sobre todo competenciales y de financiación? Por favor no se me partan de risa si les digo que los mismos que en su día forzaron a Felipe a envainarse aquello…¡ahora le exigen a Pedro Sánchez que ate corta a Isabel Díaz Ayuso y no le deje bajar más impuestos! Cupo vasco, sí….Que Madrid bonifique los tributos que cualquier otra autonomía es igualmente libre de modificar, ni de coña. Ay Dios. Si es que ser español tiene mérito.
El caso es que mucho, muchísimo, ha llovido desde los pactos constitucionales, que ya empiezan a tener tanta democracia como dictadura por detrás. Ya va siendo hora de hacer un balance, ¿no creen? Pero, por el mismo precio, ¿no lo podemos hacer todos?
A ver si sólo va a ser la izquierda antimonárquica, el independentismo hispanófobo, el feminismo antiliberal -y por momentos liberticida-, Ada Colau y sus legiones de okupas los que puedan matar al padre, a la madre, a la forma de Estado, a la propiedad privada y a la Constitución.
Esto de ser antisistema dentro del sistema es la repera: todo lo que ya tienes a tu favor (garantías democráticas, Estado de Derecho, libertad de expresión, etc), Santa Rita, Rita, Rita. En cambio, tú, como eres tan divino y tan progre, puedes cuestionar y arrebatar en cualquier momento lo que da tranquilidad, consenso civil y seguridad jurídica a todos los demás.
Pues ya no apetece, miren. Ya no apetece tener un artículo de la Constitución que habla de “nacionalidades y regiones” si luego eso se va a usar para que unos territorios se crean mejores y con más derechos que otros. Que una cosa es decirle a todo el mundo lo que quiere oír y otra muy distinta dejarse imponer la tiranía de los resentidos. ¿Qué culpa tendré yo de que los hijos y herederos de Pujol consideren que han sacado “poco” de España, o les dé rabia que el español sea la lengua madre y propia de una gran mayoría de catalanes, o de que les indigne que el jefe del Estado sea un Borbón y no un sobrino nieto de Santiago Carrillo? ¿Qué culpa tenían los cientos de asesinados por ETA de que a determinada gente le apetezca menos vivir en democracia que asesinar por sus ideas? ¿Hasta cuándo hay que aguantar que te sigan matando civilmente o simplemente de asco, desde las instituciones encima, regando con dinero de todos los delirios de unos pocos?
Miren, hemos llegado a un punto en que ya no basta la resistencia política, ni la firmeza para llevar los abusos a los tribunales, ni el heroísmo del día a día. Hay que entrar en el fondo de la cuestión. Y el fondo de la cuestión es si nos creemos los pactos fundacionales de nuestra convivencia, y si nos los creemos, cuánto nos los creemos, por qué y para hacer qué. Aquí o pasamos la ITV democrática todos o no la pasa nadie.
En resumen: que ni café, ni pastas, sino Constitución para todos. Una que a todos nos valga y nos obligue por igual. De momento desde Ciudadanos ya hemos pedido cambiar las infames leyes de la inmersión lingüística en Cataluña y el chapucero artículo II de la Carta Magna. Y es sólo el principio. Tenemos muchas más ideas y se nos pueden ocurrir muchas más cosas…