Neoliberalismo y neoestatalismo: ¡qué cruz!
El ciclón de la crisis está arrastrando también los planteamientos ideológicos tradicionales de forma que se pone en evidencia la incoherencia de muchos de ellos entre el que se predica y el que se practica. Políticos que se autoetiquetan como liberales como Merkel y Rajoy están haciendo caer el peso de la salvación de la banca privada sobre el sector público. Políticos como ellos acaban bendiciendo, por pasiva o por activa respectivamente, políticas que no tienen nada de liberales en sentido estricto: la persistencia de construcción de infraestructuras ineficientes o inútiles como los AVE, la consolidación de aparatos burocráticos prescindibles como las diputaciones o ciertos ministerios etc.
Mientras la presidenta del FMI Lagarde lanza una advertencia contundente en Europa reclamando que sea la banca quien rescate la banca. La pregunta del por qué no se dejan caer bancos como Bankia, desde políticas autoproclamades liberales, es porque los principales deudores de estos bancos no son los ciudadanos hipotecados, sino empresas oligopólicas –algunas habían sido públicas– que controlan mercados cautivos, muchos de ellos obtenido por concesión. Por lo tanto, se está ocultando el agujero generado por empresas que no están actuando en un auténtico mercado libre. Ahora bien, se llenan la boca de defensa del libre mercado. Yo mismo he sido testigo hace pocos años en unas Jornadas de Caja Manresa, de cómo Martín Villa, que siempre ha viajado en coche oficial, defendía las virtudes de la libre empresa, ocupando el mismo asiento de ENDESA cuando era pública que cuando fue privatizada manteniendo los privilegios oligopólicos.
A este neoliberalismo fraudulento, le responde de forma automática un neoestatalismo de manual. Los mercados, dicho así generalizando, imponen una ley injusta; la culpa de lo que nos pasa es de los diabólicos capitalistas americanos y norteuropeus; hay que defender la soberanía española ante las intromisiones extranjeras que perjudicarán los intereses populares. La defensa del estado ante las políticas europeas, la defensa del life style mediterráneo ante el malvivir teutónico, son otros de los tópicos donde se mueve este neoestatalismo de izquierdas. Que esta postura sea compartida por buena parte del arco parlamentario español no es de extrañar puesto que de los privilegios de sus oligarquías han extraído abundantes migas de pan que han caído de la mesa procedentes de los fondos europeos y de los fondos catalanes del déficit fiscal.
Pero lo que no entiendo, y me llega a irritar, es que desde opciones de izquierda catalana no se den cuenta que las posturas antieuropeas y proestatales sólo hacen que reforzar un modelo de estado oligárquico que perjudica especialmente a las capas populares catalanas de la economía productiva: trabajadores y empresarios. Que sus posturas que defienden el estado en bloque caen en el error de poner al mismo saco elementos básicos del estado del bienestar junto a instrumentos puramente de control y burocráticos; que muy a menudo el corporativismo sindical de empresas como AENA o Iberia, para poner dos ejemplos especialmente odiosos visto desde Catalunya, se sitúa al mismo nivel que la garantía de una escuela pública; que las posiciones globales antimercado son un auténtico engaño porque los principales causantes de nuestra situación se mueven fuera del mercado libre. Que estas posiciones neoestatalistes y antieuropees acaban dando alas al populismo y al neofascismo.
En definitiva, que los neoestatalistas y los neoliberales que se enfrentan en el modelo de estado del bienestar, defienden en cambio, conjuntamente, un Estado burocrático vinculado con los grandes grupos financieros, de servicios regulados e inmobiliarios. Y por lo tanto, la ironía hace que el neoestatalisme clásico, al atacar el mercado, a veces está defendiendo a los grupos oligopólicos que siempre actúan fuera.
Estas batallas ideológicas tan poco transparentes sobre los intereses que mueven en realidad, me cansan. Y más cuando hay otra realidad que se esconde por parte de unos u otras y que desde Catalunya tendríamos que ser más sensibles al poner en evidencia. Preguntamos, ¿por qué en el sur de Europa, manden liberales o manden socialistas, el estado es faraónico, ineficiente, la corrupción es un sistema, no una acción individual, el nepotismo un práctico tendido, la connivencia con el capitalismo privado o de estado más rendista, habitual? Hay un componente de estructuración histórica de los Estados que todos los jacobinos revestidos de banderas neoliberales o neoestatalistas esconden: el modelo romano-napoleónico de estructuración centralista entorno a aparatos que son sobredimensionados porque están destinados al control de poblaciones heterogéneas y plurinacionales o no a su servicio.