Neofeudalismo financiero y revolución
Con un anémico nivel de crecimiento del PIB en el primer trimestre del año, un 0.5%, la economía es el factor decisivo en estas elecciones del 2016.
La financiación de la economía norteamericana está por convertirse en el último grito de guerra político, y es una profunda razón de la marginalización económica de la clase media norteamericana. Este término describe la transmutación de la función tradicional de la banca, el financiamiento de proyectos empresariales productivos a través de la canalización de los ahorros, a un sistema cerrado auto-reforzante.
Este sistema cerrado, como una dinámica tumoral, causa la entropía del sistema general, la economía en pleno. Según reporta la revista Time, aunque Wall Street recibe el 25% de las ganancias económicas, solo genera el 4% de los empleos. Alrededor del 15% del capital disponible de las instituciones financieras es dirigido hacia las inversiones empresariales, el resto se juega en el circuito cerrado.
Hillary Clinton, nominada del partido Demócrata casi con toda seguridad, acaba de anunciar que colocará a su marido, el presidente Clinton, a cargo de reactivar la mediocre economía norteamericana.
La candidata no ha explicado cómo, y se le ha olvidado mencionar que fue el propio Bill Clinton quien autorizó la desmantelación de la excelente y protectora Ley Glass-Steagall, que separó la banca comercial de la banca de inversiones por 70 años.
La derogación de esa ley, promulgada por la administración del presidente Franklin Roosevelt, fue la acción administrativa que permitió el ridículo casino financiero que enriqueció a La Calle mas allá de sus mas salvajes sueños, a costa de la ruina de millones de familias, medianas y pequeñas empresas norteamericanas.
La nación no se ha olvidado, ya que todavía se pueden ver sectores urbanos desiertos a causa de las evicciones. La pérdida del techo propio es un evento traumático fundamental, con repercusiones políticas por generaciones.
El neofeudalismo financiero, donde el noblesse oblige no existe y donde la cúspide socio económica está poblada por prestamistas glorificados, ya no convence a una sociedad cada vez mas informada y políticamente culta.
Donald Trump, en un revés nada honorable, ha anunciado que no se auto-financiará en las elecciones generales y ha nombrado a un ex empleado de Goldman Sachs, Steven Mnuchin, como director nacional de finanzas.
Según una encuesta del Instituto de Política de Harvard en abril, solo el 19% de los jóvenes entrevistados en Estados Unidos se identificaron a sí mismos como capitalistas. Reveladoramente, solo el 26% de los entrevistados de 30 años o más se consideran capitalistas. Esta revolución en la conciencia política le debe una deuda impagable a los esfuerzos y la integridad del genial senador de Vermont, Bernie Sanders.
Según Harvard, solo el 42% de los jóvenes apoya el sistema capitalista en los Estados Unidos. Estos datos representan un profundo revés en la sociedad capitalista por excelencia y son un síntoma de la entropía sistémica que cursa el país.
Wall Street, sentando precedentes de codicia no vistos desde las excursiones de Atila el Huno, ha roto el contrato social. El electorado ha declarado la guerra.