Necesitamos un gendarme que nos proteja
¿Quién garantizará los derechos humanos, la democracia y la seguridad si Estados Unidos relaja su compromiso? ¿Qué futuro nos espera?
El 29 de enero de 2002, en el discurso sobre el Estado de la Unión, George W. Busch habló del Eje del Mal refiriéndose a Irak, Irán y Corea del Norte. El discurso fue duramente criticado, especialmente -¿dónde sino?- en la Unión Europea. Ya saben: imperialista, fascista, genocida y otras lindezas por el estilo. La nota pintoresca la dio Rodríguez Zapatero con ese sueño de adolescencia y muestra de racionalidad simplista que es la Alianza de Civilizaciones.
De George Bush a Joe Biden
Veinte años después del discurso de George W. Busch, no sabemos dónde estamos. Barack Obama, tras haber continuado la política intervencionista de su predecesor, anuncia la retirada de Afganistán. Retirada que firma Donald Trump y consuma Joe Biden.
Estados Unidos abandona, de manera vergonzante, Afganistán. Que si los afganos no quieren ser liberados de los talibanes, que si el coste financiero, que si las encuestas de opinión desfavorables a la intervención militar y al propio Joe Biden, que si la ciudadanía norteamericana no desea ver la llegada a casa de más ataúdes cubiertos con la bandera.
Unos sestean y otros duermen
Si Estados Unidos hace la siesta, la Unión Europea sigue durmiendo. Nada nuevo en una Unión Europea –Primera y Segunda Guerra Mundiales, Guerra Fría, Balcanes, Iraq, Kuwait, Siria o Afganistán– que oscila entre la indolencia, la cobardía, la incompetencia, la cicatería y la beatífica paz perpetua kantiana. Vale decir que mientras Estados Unidos -belicismo hobbesiano- nos protege contra los enemigos de la libertad, la Unión Europea –paradigma del gorrón- apuesta por el bienestar. Pero, eso se acabó. ¿Qué futuro para la Unión Europea?
Incertidumbre
La irresponsabilidad de Joe Biden, esto es, la pérdida de la credibilidad -debilitamiento del poder soft y hard– de Estados Unidos en Afganistán, incrementa la incertidumbre. Una superpotencia con problemas de este tipo y calibre, ¿puede tutelar el orden democrático internacional? Así las cosas, ¿quién garantizará los derechos humanos, la democracia y la seguridad? Si Estados Unidos relaja su compromiso, ¿qué futuro nos espera? ¿Qué ocurrirá –pongamos por caso- si Rusia amplía su frontera a la fuerza, China invade Taiwán o Corea del Norte ataca a Corea del Sur?
Por nuestra parte, ¿qué puede hacer una Unión Europea carente de ideología de defensa, política de defensa y presupuesto de defensa? Está visto que la Unión Europea –víctima todavía del nefasto “No a la guerra” de hace unas décadas- ha venido al mundo para ser el continente de la paz a cualquier precio, la ecología y el feminismo. Por ello, Estados Unidos desconfía y la política se balancea hacia el Pacífico.
Todo irá a peor
No hablamos solo de los súbditos afganos, sino de los habitantes del planeta y los Estados democráticos: porque aparecerá una oleada migratoria difícil de administrar, porque aparecerán movimientos fundamentalistas que intentarán asaltar el poder en su país, porque Al Qaeda y Estado Islámico pueden encontrar un santuario en donde preparar atentados como el ya ocurrido, porque los terroristas conocidos como lobos solitarios pueden despertar, porque la oleada integrista que puede desatarse es un peligro para la seguridad internacional de cualquier Estado.
Prosigo: porque surgirá la duda sobre la relación que debe mantener -¿ a cambio de algún tipo de concesión?– un Estado democrático con un Estado totalitario y liberticida que no respeta los derechos humanos, porque China y Rusia dibujarán, organizaran, controlarán y condicionarán la geopolítica mundial, porque habrá que decidir si Occidente toma o no alguna iniciativa de carácter militar para desalojar del poder a los talibanes en beneficio de los derechos humanos, porque China y Rusia se apropiarán de una parte importante de ciertas materias primas indispensables para el desarrollo económico.
Todo ello, en un contexto en que persiste el autoritarismo en Rusia, China y Turquía, el fundamentalismo en el Irán gobernado por clérigos, la doble faz de Pakistán, el indigenismo y el socialismo autoritario en América Latina, el absentismo en la Unión Europea y la deserción en Estados Unidos. ¿Qué hará Joe Biden después del atentado y su amenaza de justicia o venganza? ¿Se conformará con el dron o seguirá el ejemplo de George W. Bush?
En la derrota de Occidente por desistimiento, en las lágrimas derramadas en Afganistán, en la irresistible ascensión de China y Rusia con todo lo que comporta, en todo ello y lo que pueda llegar, se percibe la fatiga de una civilización que ha colaborado de forma indiscutible en la mejora de la existencia del ser humano.
Pregunta: ¿qué papel ha jugado la insistente presión de la izquierda buenista –la que ahora se queja solapadamente y cínicamente del abandono militar norteamericano- en la retirada de las tropas de Afganistán?
Todavía nos queda la OTAN
¿Quién garantizará la seguridad occidental? Siempre nos queda ese recurso de última instancia que es una OTAN devaluada y con pocos medios por culpa de unos Estados huidizos y morosos. En cualquier caso, la OTAN –el gendarme de Occidente- sigue ahí.
En la cumbre celebrada en Lisboa en noviembre de 2010, la Alianza Atlántica aprobó el nuevo Concepto Estratégico. Cita: para defender los “valores y objetivos universales y perpetuos” –derechos humanos, democracia, libertad individual, ley y seguridad– la OTAN se propone actuar “allí donde sea posible y cuando sea necesario”.
¿Cuándo será “posible” y “necesario”? Lo cierto es que la OTAN, hoy, parece dormida y vencida. De hecho, el fiasco de Afganistán lo es también de una OTAN que no ha dado la talla. Incluso la smart defense -vigilancia aérea no tripulada, contrataciones en el teatro de operaciones, creación de grupos logísticos de apoyo- de la cumbre de Chicago (2012) ha fracasado en Afganistán.
Depreciado el intervencionismo norteamericano, solo tenemos a la OTAN y su informe NATO 2030: United for a New Era, de 25 de noviembre de 2020 que, vistas las circunstancias actuales, debería hacer hincapié en las nuevas/viejas amenazas que siguen ahí. Problema: la OTAN, en última instancia, depende de los Estados miembros.
Todo puede ir mejor
Todo puede ir mejor si Occidente –por extensión, el mundo- se respeta a sí mismo y saca una lección de lo ocurrido en Afganistán. A saber: hay que defender los derechos humanos, la libertad y la democracia.
Robert D. Kaplan, en El retorno de la Antigüedad. La política de los guerreros (2002), señala que en política todo sigue igual que antaño. Añade que, para entender y gobernar el presente y el futuro, hay que recurrir al pasado. Para ello, aconseja la lectura de los clásicos antiguos y modernos. Entre otros apuesta por tres clásicos:
- Tito Livio: “Es preferible que un enemigo sabio te tema a que los amigos necios te elogien” (Tito Livio).
- Maquiavelo: “Todos los profetas armados triunfan, mientras que los desarmados fracasan”.
- Thomas Hobbes: “La esencia de la virtud es ser sociable con los que serán sociables y temible con los que no lo serán”.