NCG: ¿qué hacer ahora?
Mientras Bankia continúa su actividad sin atrancos ni injerencias visibles, el Gobierno avanza en la privatización de Novagalicia Banco. Son dos casos equiparables para los que se debería exigir una misma solución y sin embargo parece confirmarse la discriminación sin que la clase política gallega muestre señales de resistencia. Después, como en el del Prestige, la protesta llegará demasiado tarde.
De querer privatizar NCG a toda costa, tampoco se entiende la fecha escogida. Lo expusimos en un artículo en este mismo medio que con tal de dejar transcurrir el período otorgado por Bruselas, el FROB (o sea, el Estado) podría obtener hasta tres veces el importe que previsiblemente vaya a conseguir en este intento. ¿A qué vienen las prisas?
De cualquier manera, la situación, ahora sí, semeja irreversible. En esencia, se vislumbran tres opciones diferenciadas: la entrada de un consorcio de fondos extranjeros de inversión, la adquisición por parte de un gran banco español o el proyecto sorpresa de Banesco. Analicemos las alternativas.
La entrada de los fondos presenta un par de defectos dignos de ser destacadas: por una parte, se trata del proyecto del presidente de la entidad, que no el de su propietario (el FROB), con lo cual sus posibilidades de éxito, en nuestra opinión, son escasas. Por otra parte, a nadie se le escapa que el objetivo principal de los fondos de inversión sería especulativo: pondrían dinero con la expectativa de rentabilizarlo en un plazo corto y previamente garantizado. A estos factores, hay que añadir la falta de experiencia en la gestión directa de entidades financieras, con lo cual tenderán a mantener el equipo actual, una condición que se revela poco propicia al contexto, por decirlo de alguna manera.
La adquisición de un banco español, como ya se expuso por parte de numerosos analistas, conllevaría consecuencias dramáticas para la economía gallega, por la pérdida del carácter e identidad de la entidad, por la falta previsible de sintonía respeto a los proyectos con origen en el país y por la eliminación de numerosos puestos de trabajo de elevada cualificación. Es la opción que casi nadie desea dentro de Galicia y que más adeptos presenta en España. Semeja la eterna pugna entre Comunidad Autónoma y Estado la cual, en el caso gallego, suele concluir siempre del mismo modo. ¿Estamos haciendo lo suficiente para que en esta ocasión sea distinto?
Dejo para el final la opción Banesco, que podría llegar a sorprender cómo alternativa del consenso. A pesar de que su dimensión no resulte comparable a la de Caixabank, por poner un ejemplo, su capacidad de generación de beneficios sí presenta un volumen próximo. Además, aporta la ventaja crítica de necesitar servicios centrales, que incluso tenderían a incrementarse para hacer frente al propósito de expansión del grupo venezolano en Europa. No se perdería la condición galaica de la entidad e, incluso, podría renunciarse al crédito fiscal que con tanto denuedo reclaman los bancos españoles. Un beneficio fiscal cuya concesión, por otra parte, tampoco se entendería bien toda vez que las pérdidas que lo propician fueron cubiertas por el Estado. Si este admite la desgravación futura de dichas pérdidas, estaría incurriendo doblemente en el mismo gasto.
Al parecer, faltan apenas unas semanas para la adopción de la decisión final. La primera acción del poder gallego debió dirigirse a forzar la paralización del proceso. Una vez no se tomaron las debidas iniciativas en este sentido, el destino da una segunda oportunidad: se llama Banesco. Veremos si de en esta ocasión aprovechamos nuestras opciones. Cualquier otra hipótesis resultaría difícil de asumir.