Nada podrá ser como antes
Con el proceso soberanista y tras esta Diada nada podrá ser como antes, con una fractura social que irá en aumento
Otra “Diada”. Otro “Onze de setembre”. Es de esperar, e incluso es de desear, que un año más todo discurra de forma ordenada y pacífica, como ha venido sucediendo desde hace ya muchos años.
¡Qué diferencia con aquellas “Diades” vividas bajo la dictadura franquista solo por unos pocos, realmente poquísimos, que intentábamos congregarnos cerca de donde después fue reinstalado el monumento a Rafael Casanova y éramos dispersados por la policía con violencia, e incluso algunos eran detenidos, mientras muchos, la inmensa mayoría de quienes ahora se proclaman ardorosamente partidarios de la independencia de Cataluña permanecían entonces indiferentes a todo, a pesar de tener edad suficiente para atreverse a salir a la calle!
Aunque a buen seguro la de este año en poco diferirá, en formato y también en número de participantes, a las “Diades” de estos últimos años, pacíficas y multitudinarias, ya nada podrá ser como antes. Porque, y esto es la peor de las herencias que nos dejará este tan traído y llevado “proceso de transición nacional”, ya nada podrá volver a ser como fue antes de su inicio.
Muchos de los que ahora se manifiestan no estaban en las Diades bajo el franquismo
La profunda fractura que se ha producido en el seno de la sociedad catalana -entre amigos y vecinos, entre familiares, entre compañeros de trabajo- tardará mucho en poder ser superada. Esta fractura se ha hecho muy visible en los dos lamentables plenos de un Parlamento de Cataluña dividido en dos mitades enfrentadas, con una mayoría que ha silenciado a la minoría y ha impuesto todos sus proyectos saltándose todo tipo de normas, incluso contra el parecer de todos sus propios letrados y de todos los componentes del mismísimo Consejo de Garantías Estatutarias.
Pero esta es, como ya he apuntado, una fractura que va mucho más allá del terreno de lo político. Lo vemos a diario, con estas campañas de ataque y menosprecio de medios de comunicación privados, de periodistas y opinadores, incluso de algún que otro medio de comunicación con una línea editorial inequívocamente independentista pero que, a buen seguro por consejo de su equipo jurídico, se ha resistido hasta ahora a insertar en sus páginas publicidad institucional de la Generalitat sobre el ilegal referéndum convocado para el próximo día 1de octubre.
Lo vemos también en toda clase de ataques, insultos y hasta de amenazas dirigidas contra algunos de estos periodistas. Y lo vemos también, y esto sin duda alguna es muchísimo más grave, en el tono inquisitorial empleado por el propio presidente de la Generalitat en su intento de obligar a todos los alcaldes catalanes a poner los locales municipales al servicio del citado referéndum ilegal.
La fractura social es ya una realidad y me temo que irá en aumento
Algunos lo habíamos advertido hace ya mucho, muchísimo tiempo. Es evidente que hubiese preferido equivocarme, pero los hechos nos demuestran que desgraciadamente llevábamos la razón. El “procés” se ha cargado lo que desde los mismos orígenes del catalanismo político, y hasta hace muy pocos años, había sido su mayor y más importante patrimonio, su carácter eminentemente plural y diverso, integrador e incluyente. Aquel denominador común de antaño ha quedado muy mermado, aunque en apariencia el número de sus seguidores haya aumentado de forma exponencial.
La fractura social es ya una realidad. Desgraciadamente, claro está. Me temo que irá en aumento, como mínimo hasta poco más allá del 1-O. Más tarde, una vez pasado el doloroso trauma del “tsunami” y de todos sus terribles efectos devastadores, será preciso reconstruir una sociedad ahora dividida, volver a crear puentes de entendimiento, reconciliar a todo un país en el que ya nada volverá a ser como antes. Por desgracia.