Nada es gratis. O, tal vez, sí

La semana pasada, uno de los economistas más interesantes de este país, Luis Garicano, abandonaba su papel como miembro del equipo editorial del magnífico blog Nada es gratis, creado por FEDEA.

En esta web puede encontrarse una colección de estupendos artículos sobre las cuestiones clave de la economía española de estos difíciles años, desde los problemas de competitividad a los de la reforma del sistema financiero, sin que deje de haber cabida para cualquier tema que a partir de datos pueda ser analizado de una manera independiente y crítica, que no significa obviar las convicciones de cada uno.

Garicano es asimismo profesor de Economía y Estrategia de la London School of Economics, catedrático de Economía Aplicada y poseedor de unos cuantos premios por su labor investigadora y divulgativa. Recientemente ha sido noticia como firmante del manifiesto junto a Elisa de la Nuez y César Molinas, entre otros, del manifiesto a favor de la reforma de los partidos políticos, señalados como el centro del deterioro institucional que vive España.

A lo largo de los algo más de cuatro años de existencia del blog, una de las mayores decepciones sufridas por este economista, y seguramente uno de los motivos por los que ha decidido abandonar su responsabilidad editorial, ha sido el hecho de que en este país difícilmente pasa algo aunque las situaciones denunciadas sean de una gravedad meridiana. “¿Ha importado lo que hemos escrito para algo? ¿Han sucedido cosas porque nosotros hemos empujado en esa dirección?”, se pregunta en un párrafo de su despedida.

Unas preguntas que pone casi como colofón a unas reflexiones precedentes en las que se asombra del acriticismo con que la prensa española, en general, trabaja. Cita en este sentido un par de ejemplos concretos sobre los graves problemas atravesados por empresas como Iberdrola, El Corte Inglés y Telefónica, señalando el papel desempeñado por “dos medios líderes españoles…, uno general y otro económico, uno de un grupo, otro del otro, pero sería igual en los demás… vamos, que no es sesgo ideológico”.

¿Pero callan los medios, y en consecuencia contradicen el rol que les es atribuido, por las dificultades económicas que atraviesa la mayor parte de la prensa o se someten al silencio porque han llegado al convencimiento de que hagan lo que hagan, digan lo que digan, su esfuerzo no tendrá consecuencias sociales? Probablemente, se ponga el acento en una u otra dirección, las respuestas deben estar relacionadas.

Hace ya bastantes años, cuando los primeros problemas graves de corrupción política comenzaron a golpear en CiU, recuerdo la soledad que sentía entonces el único gran medio que se atrevió a ir al fondo del asunto, mientras las cabeceras “catalanas” mayoritarias se entregaban a una complicidad lamentable. Seguramente, a la vista, de cómo han evolucionado los acontecimientos los editores más comprometidos se lo hayan preguntado una y otra vez, como se lo ha estado preguntando Luis Garicano.

Y es que si uno se sumerge en la actualidad de los últimos años, en la de estos días, resulta muy difícil escapar a esa sensación de que en este país, se haga lo que se haga, se diga lo que se diga, en el fondo nunca pasa nada, lo que reconozcan conmigo es profundamente descorazonador.

¿Es posible que sepamos lo que ya sabemos del caso Bárcenas, de los correos electrónicos que implican al presidente del Gobierno, de los sobres repartidos entre figuras preeminentes del partido mayoritario y tengamos a veces la sensación de que no está pasando nada? ¿Es posible que hayamos asistido al asalto al Palau de la Música, con la connivencia directa o indirecta del partido que gobierna en Catalunya y no pase nada? ¿Es posible que la Casa Real esté bajo sospecha en tantos frentes, y más allá de la pena de telediario de alguno de sus miembros, y no pase nada?

¿Es posible que, tras 30 años de administración socialista en la Junta de Andalucía y con el escándalo de los EREs sobre la mesa, asuma el relevo en la presidencia una persona cuyo único currículum esté precisamente en puestos relevantes de esa administración y diga con voz profunda y conmovida que le avergüenza la corrupción sin una pizca de autocrítica?

¿Es posible, en fin, que el gran factótum en la sombra de los socialistas catalanes, el todopoderoso Pepe Zaragoza esté acusado de espionaje político, dimita en consecuencia de su cargo en la ejecutiva federal del PSOE y se mantenga como diputado, aceptando su partido que sea indigno de representar a sus militantes pero no a los ciudadanos que supuestamente le han elegido, y que no pase nada?

Algunas voces creen que si no pasa nada es, precisamente, por la generalización de la corrupción y, por tanto, la falta de una alternativa política sin mancha. Y sí que pasa, añaden, y lo reflejan las encuestas del CIS que muestran la continua pérdida de credibilidad de la clase política, pero al no existir esa alternativa no hay plasmación electoral de ese rechazo. Tal vez. Pero, entonces, es hora de hacer sonar las alarmas, porque peor que la ausencia de alternativa política es la de alternativas sociales y que, contra el título de ese blog, la corrupción, la incompetencia y la pasividad salgan gratis.

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