MWC: mucho gasto y pocas nueces

No es el coronavirus lo que ha matado el Mobile World Congress de 2020. Lo que han hecho muchas empresas es ahorrar lo que les hubiera costado la fiesta

Como casi nunca tenemos presente, el miedo no tiene nada de racional. Al contrario, es uno de los dos más eficaces mecanismos hallados por la naturaleza para preservar a las especies (el otro es la búsqueda activa, y en general arriesgada, de la supervivencia). O avanzar o huir.

El miedo humano es también irracional, primario, una herencia emocional que a menudo nos mantiene atados o paralizados sin razón o contraviniendo de nuestros propios intereses. Quitarse el miedo de encima nunca es fácil, pero los humanos disponemos de mecanismos para conseguirlo.

El principal es el análisis. El miedo se limita a percibir el riesgo e impulsa de manera muy poderosa a alejarse de él. El análisis, en cambio, es capaz de cuantificar el riesgo y de evaluar sus posibles consecuencias negativas e incluso los beneficios de superar el miedo.

Al análisis se le añade la acción. El análisis conjura o reafirma el miedo. La acción bien planificada y ejecutada con acierto llega a suprimir sus causas o a transformar el miedo en motor de algo benéfico y positivo. En pocos siglos, nuestra especie ha pasado de alejarse de los peligros a suprimir o minimizar la mayoría de peligros.

A pesar de ello, el miedo persiste. Ahí está, como un muelle, siempre en búsqueda de un oportunidad, en forma de susto, para dar el salto y agarrar por el cogote sin previo aviso.

A menudo el peligro es real. Otras veces es inexistente. En otras, la repetición de situaciones y comportamientos de riesgo sin consecuencias negativas, anula el miedo de manera indebida y conduce a situaciones de graves consecuencias.

Puede que el saldo negativo afecte a Barcelona más que a ninguna otra ciudad

Tal cosa sucede con el uso del móvil al volante. Como casi nunca pasa nada al usarlo de forma indebida, los conductores, incluso los menos temerarios, arriesgan sus vidas y las de los demás de manera absolutamente innecesaria.

El móvil es tan adictivo que provoca miles y miles de muertes cada año. Muchísimas más que el coronavirus. Pero tenemos asumidos, y por lo tanto descontados, los riesgos de usar el móvil de manera impropia, como si de un tributo a la parca o de una fatalidad inevitable se tratara. Cuando consigue colarse en las estadísticas, la muerte empieza a sonreír.

En cambio, el coronavirus es algo nuevo, insólito, terrorífico por no previsto y de consecuencias en principio incalculables. Terreno abonado para el miedo. La muerte desconocida infunde dosis muy elevadas de pavor. Pavor que se calma a medida que se analiza y se comprueba el alcance real del peligro.

Curiosamente, la entrada en la etapa de control y probablemente de remisión del coronavirus ha coincidido con la cascada de anulaciones que han conllevado el final del Mobile World Congress. Podríamos decir, y de hecho es lo que afirman casi todos los titulares, que el miedo al virus se ha cargado la presente edición del magno acontecimiento.

Cierto sólo en parte. Si la fecha del evento cayera un poco mas tarde en el calendario, pongamos en abril, y de seguir con el bajón del suflé del miedo que se observa gracias a la tozudez de los datos, el MWC no se hubiera cancelado.

De hecho, no se han suspendido acontecimientos similares que concentran a decenas de miles de congresistas de los cinco continentes en otras grandes ciudades. El pánico no es pues universal. Puede que el saldo negativo afecte a Barcelona más que a ninguna otra ciudad.

La causa real de la cancelación del MWC está en el diseño del congreso

Los más ingenuos o crédulos atribuyen el colapso a poderes ocultos que conspiran en la sombra. Otros a diferencias entre políticos o a una mala gestión de sus organizadores. No hay nada o muy poco de eso.

La causa real, hasta ahora desconocida, es la propia fragilidad del MWC. No por la ciudad anfitriona sino por las propias características. La debilidad está en el diseño del congreso.

La cancelación, el miedo como excusa, pone de relieve que pocas de las multinacionales del sector se veían obligadas a asistir y se veían más presionadas por sus mejores empleados y cargos medios que por el rédito para su cuenta de resultados.

Por lo tanto, con afán manipulador y bajo la pretensión de proteger a su personal, lo que han hecho en realidad muchas empresas es ahorrar lo que les hubiera costado la fiesta. Mucho gasto y pocas nueces.

El móvil mata más que el coronavirus, pero no es el coronavirus lo que ha matado la presente edición de su gran cita anual.

El peligro ha sido manipulado por los más altos directivos en contra de las decenas o centenares de empleados que ya se frotaban las manos sobre lo bien que iban a pasarlo en Barcelona a cargo de su empresa y con la excusa del MWC.