Murieron dignamente de pie a manos de unos hijos de puta
Los países que hemos vivido el cáncer del terrorismo sabemos lo que sufren en las últimas horas los vecinos franceses. No hay en el mundo una ideología o una creencia por la que valga la pena derramar una gota de sangre. Quienes adoptan el adjetivo radical para defender sus posturas no sólo se equivocan con el uso del diccionario, sino que actúan como unos hijos de puta integrales.
Es una desgracia para nuestra sociedad que sigan produciéndose acontecimientos como los vividos ayer en el semanario satírico Charlie Hebdo. La humanidad lleva muchos años luchando como colectivo para que se acaben las imposiciones religiosas y políticas. Los avances logrados, como podemos comprobar una y otra vez, son insuficientes.
El llamado islamismo radical es una de la mayores amenazas que se ciernen sobre el mundo occidental. No debe extrañarnos, por tanto, que ayer mismo la policía española decidiera poner sus efectivos en estado de máxima alerta. El temor a sus indiscriminadas y arbitrarias actuaciones es motivo suficiente para que los cuerpos y fuerzas de seguridad extremen todas las cautelas también en España, aún conmocionada por lo sucedido el 11 de marzo de 2004.
Es difícil agregar más en esta tesitura. Lo dijo todo el hoy asesinado Stéphane Charbonnier, director de la revista francesa, en una entrevista de hace dos años, cuando ya se conocían las amenazas sobre la publicación: «C’est peut-être un peu pompeux ce que je vais dire, mais je préfère mourir debout que vivre à genoux» («Es quiza un poco pomposo lo que voy a decir, pero prefiero morir de pie que vivir arrodillado«). Por desgracia para él, esa digna voluntad la cumplió. Pero su enseñanza debería permitirnos a todos mantener idéntica actitud ante esta barbarie sucedida ayer en París.