Mucha policía. Poca diversión
Quienes piden que se aplique la ley y se prohíban los recibimientos a etarras saben el brete en el que ponen a Iñigo Urkullu y su gobierno
“Mucha policía. Poca diversión” es uno de los temas más conocidos del grupo de rock radical vasco “Eskorbuto”. Una banda de comienzos de los años 80, formada en la margen izquierda de la ría de Bilbao, que desapareció a medida que sus fundadores fueron cayendo fulminados por la heroína y otras adicciones.
Nunca se alinearon con ninguna sigla política. Su radicalismo iba más allá incluso de la violencia que se vivía en la época. El descontento social de la juventud marginada y el odio hacia el sistema alimentaron sus canciones. Muchas de ellas convertidas en auténticos himnos para los jóvenes de entonces.
“Mucha policía. Poca diversión” podría ser perfectamente el lema de los radicales de ahora en el País Vasco. Las generaciones se renuevan, las formas de protestar no. Por lo menos en el País Vasco. Se ha podido ver estos últimos días en San Sebastián, donde las algaradas callejeras, el vandalismo, quema de contenedores y enfrentamientos con la policía autónoma han recordado los peores años de la denominada entonces “Kale borroka” (violencia callejera).
“Mucha policía. Poca diversión” podría ser perfectamente el lema de los radicales de ahora en el País Vasco
Así que desde el oficialismo nacionalista se andan preguntado qué ha pasado para que los jóvenes de ahora vuelvan a las andadas. Cada vez hay menos Policía Nacional. A la Guardia Civil la tienen reducida a la mínima expresión y la Ertzaintza, “nuestra policía”, como la llaman en algunos medios locales, sale a controlar la calle con los efectivos justos para que no se note que están. Que aquí nunca nos ha gustado que nos repriman. Ya saben, el conflicto con España, la ocupación policial y las ansias de libertad de la juventud vasca han colocado muy alto el listón de nuestra sensibilidad contra los uniformes.
Se supone que el cese de la actividad terrorista de ETA y la participación de Bildu en las instituciones (apoyando incluso al gobierno de Sánchez) deberían haber supuesto elementos más que suficientes para garantizar la consolidación de la convivencia en el seno de la sociedad vasca.
Hay recibimientos a etarras que parecen romerías de pueblo, pero solo se molestan las víctimas del terrorismo
Vale, hay recibimientos a etarras que parecen romerías de pueblo, pero solo se molestan las víctimas del terrorismo. Así que tampoco van a andar ahora PNV y PSE, ni el delegado del Gobierno, prohibiendo cada una de las “muestras de cariño” públicas que se organizan hacia quienes dispararon contra unas cuantas cabezas.
Quienes piden que se aplique la ley y se prohíban los recibimientos a etarras saben el brete en el que ponen a Iñigo Urkullu y su gobierno. Al Lehendakari y a sus consejeros no les gustan las porras, no son buenas para la convivencia. Así lo ha demostrado la historia reciente en el País Vasco. La reconciliación entre vascos está por encima de todo. Y si nota alguna arcada al ver que en las fiestas de las ciudades vascas se pide que los presos etarras salgan a la calle sujétese el estómago y siga para adelante sin que se le note mucho.
“Mucha policía. Poca diversión”. Es el lema que en el País Vasco se transmite de generación en generación. Y cuando llega el verano los jóvenes del momento entonan la canción con una cerveza en la mano porque saben que antes lo hicieron sus padres y, casi seguro, luego lo harán sus hijos. Es un himno que se escucha a coro y que va cobrando fuerza a medida que avanza la noche.
A la hora aproximada en que nos convertimos en un país indomable. Y si antes fuimos capaces de resistir la invasión española quemando cajeros y enfrentándonos a los maderos, ahora pararemos al Covid a botellazo limpio contra los “zipayos” de la Ertzaintza. Que no se pongan delante. Porque aunque sea “nuestra policía”, llevan uniforme, casco y porra. Que no pretendan amargarnos las noches de verano ni reprimir el indómito sentido de la rebeldía que hemos heredado de nuestros mayores.
En la madrugada más violenta de las registradas en San Sebastián la policía autónoma desplegó a 54 agentes que tuvieron que enfrentarse a decenas de jóvenes. Trataban de impedir que se saltaran las normas establecidas contra la pandemia. Los incidentes y las algaradas comenzaron en la Parte Vieja pero luego se extendieron por el resto de la ciudad. Se destrozaron escaparates de tiendas y se robó en su interior.
Hubo quema de contenedores y de mobiliario urbano. Todas las fuerzas políticas municipales se han solidarizado con los comerciantes afectados. Solo una no ha querido sumarse a la condena. La de siempre.
En el Gobierno Vasco se preguntan por la base ideológica, si es que la tiene, de esta violencia. Qué origina tanta agresividad contra los agentes de la Ertzaintza. Todo son dudas.
Ya no quieren acordarse de “Eskorbuto”.