Voy a dar carpetazo urgente a esta serie de artículos sobre el proceso que finiquita las cajas de ahorros en España. Corro porque sería imposible llegar a la próxima semana sin cambios en la fisonomía de estas entidades o sin nuevas víctimas del proceso de transformación. Disculpen la premura, pero el periodismo es enemigo de la reflexión profunda, y quien diga lo contrario miente cual bellaco. Lo que hay, a día de hoy, es lo que prosigue:
Banc Sabadell – CatalunyaCaixa: Había prometido un monográfico sobre la entidad que preside Josep Oliu, pero tal y como están las cosas será imposible hacerlo. Fundamentalmente, porque no seguirá sola. Tiene varias opciones en estudio, pero el Sabadell es una de las entidades más sensibles en Catalunya a las presiones del Govern de Artur Mas. Aunque está en el sector bancario, privado y autónomo, las llamadas y entrevistas con los líderes convergentes son como el Agua del Carmen para el presidente del Sabadell. Tanto da que sean las recomendaciones que recibe sobre sus directivos (“manténgame a este chico, que es buena persona”) como la necesidad de que contribuya al país.
Pero entrando en materia, los números del Sabadell son justos. Las presiones que recibe, en cambio, son amplias. Su base accionarial más sólida (formada esencialmente por José Manuel Lara –Planeta–, Isak Andic –Mango–, Joaquín Folch –Industrias Titán– y el propio Oliu) está harta de seguir esperando que las acciones que compraron a precios estratosféricos recuperen el valor de compra para hacer alguna plusvalía o retirarse sin pérdidas. Existe una cierta rebelión de los pequeños accionistas, que no quieren que ningún acuerdo futuro pase por casarse con entidades redundantes o que no aporten valor, dividendo y plusvalías latentes a los títulos del banco.
Oliu debe conciliar estas legítimas aspiraciones con las presiones de Artur Mas para que el Sabadell se quede con CatalunyaCaixa. La operación está siendo objeto de estudio, aunque ninguna de las dos entidades da ninguna pista, seguramente porque se trata de un acuerdo entre Adolf Todó y el propio Oliu (ya trabajaron juntos en su día).
El diseño de esa operación seguiría, groso modo, el esquema abierto por Isidro Fainé en La Caixa. Se trata de crear un banco malo al que se transferirán todos los activos inmobiliarios de las dos entidades. ¿Quién paga? Pues el Frob, con sus préstamos públicos y a esperar mejores tiempos para enajenar todo el tocho acumulado en estos tiempos.
La segunda pata estaría basada en concentrar todo el negocio financiero del Sabadell y de CatalunyaCaixa en el actual banco, que tiene la virtualidad de cotizar en bolsa y contar con una base accionarial sólida. La caja que preside (al menos hasta hoy) Fernando Casado, pero que dirige Adolf Todó, tendría una participación significativa en el holding financiero. Los Oliu, Andic, Lara y Folch seguirán mandando sobre la entidad resultante si finalmente consuman ese matrimonio obligado.
Los resultados del Sabadell, después de integrar al Guipuzcoano, son discretos. Salvan las exigencias del Gobierno de forma apurada, pero lo consiguen. Los de CatalunyaCaixa son todavía una incógnita, pero en el sector todos saben que Todó dirige una entidad en zozobra financiera fruto del pasado, de su dependencia política y de su excesiva vinculación al poder.
Hay sinergias entre ambas entidades. Sinó, CatalunyaCaixa prefiere la nacionalización y cinco años de tutela del Banco de España, que está relativamente contento con el cumplimiento de la hoja de ruta que la entidad elaboró y pactó con ellos.
Banco Popular: Siempre se dijo que no habían banqueros catalanes cuando Jordi Pujol i Soley fracasó como gestor de Banca Catalana. Craso error. Existía Josep Vilarasau i Salat, que llevó La Caixa al lugar que ocupa hoy, y vivían dos banqueros catalanes Javier y Luis Valls Taberner, que hicieron del Popular un paradigma bancario europeo.
El banco, que durante tiempo ha estado inspirado por las tesis del santo Josemaría Escrivá de Balaguer, y donde la familia cementera Molins había mantenido una posición preeminente, parece haber reducido su vocación catalana, aunque siempre mantuvo un negocio activo en estas tierras. Su actual delegado, Francesc J. Safont, bastante hace con defender lo poco, y menguante, que les queda. En Madrid, la entidad ha dejado de ser aquel paradigma de rentabilidad y eficacia que rompía todos los esquemas y rankings de buenas prácticas bancarias.
El viernes confesó, en silencio, como corresponde a una entidad de su pedigrí espiritual, que los beneficios le caen en picado: el 23%. La excusa, claro, son las provisiones. Pero, como ya no nos engaña nadie a estas alturas de la crisis financiera, si tienes provisiones es porque tienes porquería en el balance, ¿no? Pese a todo, Ángel Ron, su actual presidente, insiste en vivir de rentas: dice que son los más rentables en términos de margen de explotación. Lástima que en su nota de prensa del viernes, el descablabro con los resultados estuviera escondido en la última línea de la página inicial en que la informaban de las cuentas del 2010 y, para más INRI, disimulado bajo el epígrafe de la morosidad.
Unnim: Ha costado, pero Mata se va. Es el cajero catalán menos en forma y más enganchado –en proporción– por su apuesta inmobiliaria. Se jubila en abril, pero ya ha empezado a dar paso a su sucesor: Jordi Mestre, que viene de Caixa Sabadell, se hará cargo del futuro. Menos mal, porque la mortaja de Unnim está diseñada. Mata sólo hubiera alargado una agonía de la que tiene una responsabilidad innegable.
Con Mestre, el sector, el entorno y los medios le ayudarán a conseguir los 250 o 300 millones de euros que necesita para cumplir los requerimientos oficiales. Intentará buscarlos entre los clientes de las tres cajas (Sabadell, Terrassa y Manlleu). Sacará al mercado alrededor de un 30% del banco que están creando a 300 millones. Por tanto, el 100% del nuevo banco valdrá 1.000 millones, ¿no? En fin, esperemos a ver los números definitivos y reales antes de ver fenecer esta histórica agrupación de cajas catalana.
Caixa Penedès: Los de la tierra del vino parece que hayan escapado de Catalunya. Hay quien dice que su director general, Ricard Pagès, parece huído de su territorio natural. Andan también buscando capital, pero es obvio que la caja del Penedès ha perdido cualquier autonomía e independencia propia, incluso en una apurada situación financiera como la actual. Ha caído en los brazos de Caja Murcia, saneada y brillante, y ya veremos de dónde sacan el dinero para superar las dificultades y los requerimientos de la vicepresidenta Elena Salgado.
Caja Madrid: Lo siento por el amigo Josep Ibern, que se las prometía felices para la nueva etapa. Ibern era (o es) director de Caixa Laietana, la cuota catalana en la nueva entidad que lidera Rodrigo Rato. Hubo un momento en el que se pensó que Laietana sería la cara de los madrileños en Catalunya, pero tal y como van las cosas, las dudas se acrecientan. Ibern, agazapado en la mata, no dice ni sí, ni no, ni todo lo contrario. Rato, junto con Fainé (La Caixa), están conduciendo la reconversión del sector. La suya, en cambio, no es tan fácil como otras. La cantidad de pisos y casas que se han tragado entre los formantes de este grupo (la propia Caja Madrid, con Laietana y, sobre todo, Bancaja) hacen difícil que la situación se reconduzca rápido y bien.
PD: Acabamos el ciclo, pero prometemos informar en breve sobre ese estado de cosas.