Montoro entra en campaña electoral con los presupuestos

Cristobal Montoro surfeó sobre los presupuestos generales del Estado, mientras el presidente de Gobierno aplaudía y le daba una palmada en la espalda, como colofón del primer mitin del Partido Popular para las próximas elecciones.

El ministro de Hacienda no se esforzó en justificar las previsiones de ingresos y gastos de las cuentas públicas. Optó por la política entendida como la complacencia destilada por propaganda impúdica de la recuperación tantas veces anunciada. Quizá la frase más técnica del ministro fue la sentencia de que «estos son los presupuestos que necesitan los españoles».

Luego los mantras o gritos de rigor: «estos son los presupuestos de la recuperación», «los del reparto de la recuperación en todos los españoles». Mientras el ministro realizaba toreo político de salón en el Congreso de los Diputados, en los platos de las televisiones de la capital de España, los nuevos predicadores de la verdad revelada del Partido Popular explicaban, sincronizados en tiempos y contenidos, los méritos del Gobierno sin evitar la tonadilla de la «herencia recibida».

Es evidente que el Partido Popular piensa que sus problemas de entendimiento con los ciudadanos son desaciertos en la comunicación.

Si convenimos que la ley de presupuesto debe ser la más importante de cada calendario parlamentario, el acta notarial de la política del Gobierno, tendremos que deducir, a la vista de la actuación del ministro, que no importa el rigor de las cuentas, sino sus consecuencias publicitarias. La consigna es la exaltación de los aumentos de gastos sociales que no resisten comparación con los ajustes o recortes llevados a cabo en los tres últimos años.

El PP no se siente incomodo en la soledad parlamentaria. No encontró otra reacción en las bancadas que la crítica radical a unos presupuestos que la oposición niega que vayan a desarrollarse. Hubo consenso en que la presentación del ministro era un mero trámite para contener sin disimulos una arenga política electoral.

Mientras el ministro se auto complacía, Mariano Rajoy aprovechaba el fallecimiento del histórico dirigente socialista «Txiki» Benegas para ejercer generosidad con el difunto. Enterado el presidente del ingreso en prisión de la abuela de Lanzarote responsable de cinco nietos, decretó que la sentencia era una injusticia y anunció su indulto en el próximo consejo de ministros, el viernes.

Y en eso se pasó una mañana tediosa en la que las cuentas presentadas quedaron listas para su tramitación parlamentaria.

La bolsa recuperaba algo del terreno perdido y en la Carrera de San Jerónimo no se habló de la coyuntura internacional, de la amenaza China a la economía mundial o del derrumbe del precio del crudo. La única alusión fue buenista. El presidente de Gobierno confía que los tsunamis chinos no amenacen a la economía española.

Como estamos en agosto y las navajas descansan en las playas con sus propietarios, la sangre no llegó al río. Y en estas se nos acaba el bálsamo estival.

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