Mónica de Oriol y los calentones verbales de la oligarca no compasiva
Mónica de Oriol ha revivido el principio de “clase contra clase”. Debajo del pisapapeles de su despacho en Paseo de la Castellana (sede del Círculo de Empresarios) se esconde la inconsciencia. Ella dijo un día: “a los empresarios, la ley nos obliga a pagar un salario mínimo a trabajadores no cualificados, aunque no valgan nada”. Es decir, insultó a millones de parados para después pedir perdón en la propia web del lobby empresarial. Asunto zanjado. Pero no.
Doña Mónica es la dueña de Seguriber, la empresa encargada de vigilar el Madrid Arena la noche que fallecieron cinco jóvenes que asistían a una fiesta de Halloween en noviembre de 2012. Y hay más: los trabajadores de Seguriber se movilizan a menudo contra la “degradación” de sus condiciones laborales. Pero a ella no le afecta. No está entre los 16 imputados, aunque sí lo están tres de sus empleados. Ya se sabe, los beneficios son del accionista, pero la culpa es unitaria, como los costes laborales.
De Oriol se mueve en la brisa del conservadurismo más conspicuo, el no compasivo. ¿Cómo es posible que el cuadro de honor del Círculo de Empresarios, el gran lobby privado español, la mantenga en el cargo? ¿No les rechina esta señora a los César Alierta, Antoni Brufau o Villar Mir, europeístas de marcada responsabilidad social?
En el Círculo de Empresarios se han producido broncas gordas como la del neoliberal Lorenzo Bernaldo de Quirós, seguidor de Vargas llosa y de Von Mises y defensor a machamartillo del despido libre. Los economistas orgánicos del Círculo reproducen al PP más rancio en la sociedad civil. Filtran la economía decadente del fin del gasto público. Pero las declaraciones de Mónica, patrona de seguratas, fueron demasiado lejos.
La actual presidenta del influyente organismo empresarial anidó en el Bilbao del hierro y la fundición. Procede del entronque Oriol-Urquijo-Ybarra, el Gotha vasco-español, dominador de bancos, minería, prensa, etcétera. Su referencia fue José María Oriol y Urquijo, ex presidente de Hidrola y uno de los 59 procuradores en Cortes que votaron contra la reforma política de Adolfo Suárez en noviembre de 1976. Mónica dio sus primeros pasos en el corazón de la oligarquía electrofascista, un término acuñado por economistas como Ramón Tamames y Santiago Roldán.
Sufrió, como todos los suyos, el secuestro y asesinato en 1977 de Javier Ybarra y Bergé, el sabio de Neguri, un golpe cobarde de ETA contra la Transición narrado en aportaciones tan diversas como las de Javier Ybarra (Nosotros, los Ybarra), Mario Onaindía (Testamento vasco) o José Díaz Herrera (Los mitos del nacionalismo vasco).
Pero al parecer, lleva en el regazo del subconsciente a una parte de su tío abuelo, Antonio María de Oriol y Urquijo, ex ministro de Franco, víctima de otro secuestro (en este caso del Grapo), tradicionalista y mecenas de los legionarios de Cristo, la congregación religiosa fundada por Marcial Maciel, el presunto súcubo expulsado del ministerio sagrado.
No hace mucho, Mónica de Oriol pidió en el Foro Mujer y Liderazgo la implicación y el compromiso ciudadano para liderar los cambios: “La sociedad española es una sociedad de silencios, de obediencia y con un miedo reverencial a la casta, a la autoridad”.
No deja de sorprender. Podría decirse que funde pasado y presente a través de códigos ambiguos. Su empresa de seguridad protegió a decenas de cargos del partido conservador en el País Vasco, que no se fiaban de la Ertzaintza. Ahora, ocupa la sombra de Jorge Fernández Díaz (repartidor compulsivo de estampitas de santos) y gestiona planes piloto para mejorar la seguridad en las cárceles.
De Oriol llegó a la presidencia del Círculo en sustitución de Claudio Boada, hijo del gran Claudio Boada (nada que ver) que presidió el INI. Hoy soplan vientos de cambio, pero Mónica aspira a renovar el cargo. ¿Qué dice la junta del Círculo, los Alierta, Sánchez Galán y compañía? Ella es de la vieja escuela. Aplica el “clase contra clase”, aquel esquema patronal que desembocó en el pistolerismo. ¿Cuál será su siguiente calentón?