Moda Barcelona
La evolución del certamen desde su creación, en la época de mis responsabilidades al frente del sector, ha ido consolidándose y ampliando hasta convertirse en una muestra del conjunto del clúster, que es el principal objetivo estratégico con el que nació.
Cuando nació la idea, veníamos de una situación en la que las debilidades del sector –algunas de las cuales todavía perduran– pesaban más que las potencialidades. Hasta el 2005 había dos pasarelas Gaudí altamente financiadas por la administración autonómica. Una, la de novias, iba acompañada de una feria de proyección internacional donde las marcas catalanas ya hacía tiempo que se habían globalizado y también aglutinaba a empresarios confeccionadores y diseñadores. La otra, de moda en general, se había iniciado (1980) de la mano del malogrado Paco Flaqué, para posicionarse en el mercado español.
De ahí surgió una carrera entre las administraciones de Madrid y Catalunya para asegurarse el predominio de los respectivos desfiles. En un inicio esta carrera seguramente fue justificable. Pero, en los últimos tiempos, en plena era de globalización y deslocalización, la batalla Gaudí-Cibeles era provinciana y al final sólo servía para que las administraciones entraran en una subasta de subvenciones que llegaban directamente a diseñadores o marcas, sin unos criterios muy claros.
Ésta era la diagnosis cruda que hacía de los eventos de moda el profesor Lluís Nueno en octubre de 2005 (busquen en la red) por encargo de la Dirección General de Comercio. Las pasarelas en el mundo eran asuntos privados y como mucho, la más financiada, la de París, llegaba al 50%. En nuestro caso había llegado a cerca del 90%.
Y la otra realidad era que las pasarelas Cibeles y Gaudí prácticamente no tenían ningún impacto internacional. Eran de consumo interno. La primera conclusión del estudio era clara: no se podían justificar ante la ciudadanía estas subvenciones destinadas a hacer publicidad dentro del mercado español en este sector empresarial en plena era de la internacionalización y discriminando a otros sectores económicos.
De esta diagnosis sale el primer plan estratégico de textil y la moda de Catalunya. Se crea el clúster textil-moda. Se pone en marcha el certamen 080, dedicado de momento a firmas independientes y emergentes que justificarían una ayuda pública en la medida en que la pasarela es una palanca de crecimiento.
Se habilitan programas de becas para los mejores estudiantes de las escuelas de diseño de Catalunya para que preparen las primeras colecciones y se llega a un acuerdo con el género de punto de Igualada para establecer un espacio donde los emergentes trabajan de la mano de los industriales a la hora de hacer patronajes y colecciones de tiradas cortas.
Al mismo tiempo, no se abandonaba a las firmas posicionadas en España y se abría una línea de apoyo a la internacionalización de sus franquicias, que algunas marcas aprovecharon a fondo para abrir tiendas en capitales como París, Londres o Nueva York. Y también se financiaba la presencia de diseñadores y firmas catalanas en desfiles de auténtica trascendencia internacional en París o Nueva York.
Al mismo tiempo se abría el 080 a la participación del sector de complementos y artesanía de acuerdo con «Artesanía de Catalunya» y se comenzaban las conversaciones (que no llegaron a su fin en ese momento) con las grandes marcas internacionales catalanas de cara a la semana de moda. Lo que ahora sí se ha conseguido.
Y para estructurar todo, se creaba el Consorcio de comercio, artesanía y moda, para que existiera un interlocutor visible en la administración, cosa que no había habido nunca.
Tengo que recordar que los inicios del proyecto estratégico y del cambio que comportaba fueron duros. La oposición y algunos de los que veían perder sus pequeños privilegios bombardearon por tierra, mar y aire la decisión de mi Conselleria y del Gobierno.
El tiempo y la calidad de los profesionales que pusieron en marcha esta nueva andadura pusieron las cosas en su sitio. Recuerdo también el vacío que los dos o tres primeros desfiles de la 080 Barcelona Fashion Week tuvieron por parte de los políticos mediáticos, especialmente, de la oposición y hasta del propio ayuntamiento de Barcelona, con el que por desgracia a veces era difícil ir en sintonía a pesar del signo político similar.
No sé qué glamour especial tiene la moda, pero las moscas políticas siempre han volado cerca la miel del diseño. El síntoma de que 080 había salido fue el regreso a la tercera convocatoria de todos los vips que se hacían fotos con el o la diseñadora de fama o prescriptora suya.
En este contexto de punto de inflexión positivo recuerdo una conversación con Xavier Trias, entonces jefe de la oposición en BCN en la que con su estilo británico me dijo: «No te preocupes, si hay cambio de color político, lo que funciona no se debe tocar. En todo caso se mejora». En este caso se ha cumplido. Ya me gustaría poder decir lo mismo de otros ámbitos donde parece que la forma de afirmarse sea aplicar la política de tierra quemada.
¿Dónde estamos entonces? Tenemos una semana, gracias a su especialización primitiva en los emergentes y a unos premios con jurado internacional, que ha conseguido de verdad interesar al periodismo internacional de moda.
El área de los artistas emergentes/independientes debería quedar blindada y no mezclarse, hasta desvirtuarse, con los desfiles de firmas consolidadas. La aportación económica de las firmas consolidadas nacionales o multinacionales debería ser creciente, ya que se puede considerar una inversión en su proyección internacional y su comercialización.
Es muy bueno que las auténticas multinacionales catalanas de moda se hayan añadido a la fiesta, como ya lo hacían las multinacional del sector nupcial en la Bridal Week. Es bueno y aconsejable que se aproveche la semana para generar contactos y complicidad entre industriales (los que han resistido, los que hacen textil inteligente, etc) con el mundo de la moda y diseño. Hay todavía camino por recorrer.
Es buena y se puede ampliar la implicación del mundo de los complementos de moda fabricados o diseñados en Catalunya, industrialmente, pero también artesanalmente, por colecciones de tirada corta o personalizada. ¿Cuántos puestos de trabajo se podrían regenerar con una artesanía de calidad vinculada a la creatividad?. La creatividad con sabor mediterráneo/catalán no se puede deslocalizar.
Ahora bien el certamen 080 es un escaparate y tal vez llegará a ser una buena feria, pero detrás de eso hay que preguntarse si las estructuras de base consolidan bien este ámbito.
Catalunya tiene multitud de escuelas de diseño, de calidad diversa, pero ni se venden bajo un solo paraguas si se quieren internacionalizar, ni existe ninguna escuela pública o institución docente pública que sea de referencia como ocurre en varios países europeos.
Tenemos instituciones como el FAD o el Barcelona Centre de Disseny que sobre el papel deberían cubrir la fase de creatividad más próxima al arte y la siguiente fase más tecnológica y aplicada a la industria y al mercado.
La puesta en marcha del DHUB no sé si garantizará que el contenido asegure esta trazabilidad que va desde el artista hasta la tienda. Para mí no tendría sentido tener sólo un museo de la moda y del diseño si la ciudad y Catalunya no es capaz de ordenar la formación, la investigación básica (creatividad) y la investigación aplicada (diseño y moda aplicados) y conectado todo con la industria y la artesanía local. Es el gran reto en el que ya se han dado pasos, pero en el que todavía quedan muchos más por hacer.