Miquel Roca, el testigo de cargo

En la política y en los negocios, Miquel Roca ha sido arte y parte; magistrado y causa; letrado y fiscal. Desde su bufete de la calle Aribau, el fundador de Roca i Junyent Advocats escucha el zumbido del independentismo, un acontecimiento in progress, una anticipación, cuya fuerza está llamada a demoler el pasado. De momento –y salvo la excepción de José Manuel Lara Bosch— esta anticipación ha enmudecido a los entornos empresariales tradicionalmente partidarios de la colonización cultural del contrincante (bajo el principio de “catalanizar España”) y ha sembrado la duda en su epifanía política, concentrada en CiU. Todos ellos, unos y otros, tanto los representantes de la economía como los actores de la escena política, se saben protegidos por el modo de producción catalán. Viven casi todos bajo el manto dinástico del núcleo familiar, sea en la empresa, en el patronato, en el club deportivo o en el partido político.

De un solo plumazo, el independentismo destruye al viejo nacionalismo y deslegitima los radicalismos republicanos del pasado (Lluis Companys, el 6 de Octubre de 1934), que resultaron catastróficos. Avanza al estilo de un frente frío y seco. Esquiva salientes y asuntos feos, como el caso Millet y la implicación de la Fundación Trias Fargas en la financiación del partido del poder.

En la arena de la historia, el independentismo actúa como un nuevo orden; en el reducto de la memoria, disuelve el revisionismo histórico (de Prat de la Riba y Cambó, imantado mucho después por Jordi Pujol) reduciendo a ceniza la esgrima parlamentaria del encaje catalán, practicado en su momento por la Minoría Catalana de Miquel Roca, uno de los padres de la Constitución

Roca fue el portavoz de los “grupos de interés”, el puente entre la economía y la política en el frente catalán, la prolongación parlamentaria de dictámenes nacidos en los bufetes de Uría, Cuatrecasas, Corona o Garrigues. Cuando cambió de acera (de la política al derecho) le llovieron cargos: su presencia en órganos de dirección de empresas como Endesa o ACS; la presidencia de la Fundación Abertis; el MNAC; el relanzamiento de Sociedad Económica Barcelonesa de Amigos del País; la Fundación Barcelona Cultura o las secretarías en consejos el Banco Sabadell, de Abertis Infraestructuras, TYPSA y Accesos de Madrid; y muchos hasta completar una larga lista. Recogía entonces la siembra de décadas en las que fue testigo de cargo de la gobernabilidad y de las tangentes económicas que abastecen la tesorería de los partidos políticos catalanes y españoles. Ahora, desde su bufete, deshace entuertos, como el del Palau, y protege a su gente en un asunto espinoso como es el de Eurobank, una entidad liquidada por el Supervisor, con el estigma del pasado en sus entrañas. Roca ha sido autorizado por el Juez (Pablo Ruz, el de Instrucción número 5) a personarse como acusador contra el ex presidente de Eurobank, Eduardo Pascual Arxé, que responde de una apropiación indebida valorada en 13 millones de euros.

Marc Molins, miembro del bufete del ex político, será el acusador de un antiguo cliente de Roca, el citado Pascual Arxé. Un ex banquero bien relacionado con un sector del nacionalismo y vinculado al entorno familiar de Joan Hortalà, presidente de Bolsa de Barcelona, y de su esposa, Mari Angels Vallvè, líder de la sociedad de valores GVC. Tras un acta contra Eurobank, y la intervención de la entidad por parte el Banco de España, Pascual Arxé se convirtió en el blanco de acusaciones vertidas por los pequeños accionistas, ante lo que respondió ayudado por el Bufete Roca y con la implicación frente al Supervisor del ex consejero de Economía de la Generalitat, Macià Alavadra.

Roca es arte y parte en una causa que probablemente el Juez acabará archivando al comprobar que la acusación está siendo impulsada por el mismo abogado, el bufete Roca Junyent, que defendió en el pasado a Pascual Arxé. El ex presidente de Eurobank lleva tras de sí el peso de tres mutuas –Norton Life, Personal Life y Caja Hipotecaria– gerenciadas con eficacia por María Vaqué, pero implicadas en la vía judicial en tanto que accionistas de Eurobank. Ahora, la presencia de Roca entre los representantes de la acusación particular ha dado argumentos a la defensa de Eurobank, que pedirá la nulidad de la instrucción. Pero la estrategia procesal es demasiado buena. Tanto, que la defensa prepara un contrataque con el “fraude de ley” como argumento central.

La colaboración de Pascual Arxé con los entornos nacionalistas ha tenido varias fases. La más significativa implicó a Vitalia, vinculada a las mutuas y dirigida por Jordi Conejos, ex director general de Industria, que se ha visto implicado en el huracán de los ERE de Andalucía. Pascual Arxé desempeñaba una vocalía en el consejo de administración de Agrupació Mútua, en la etapa en la que estuvo presidida por Felix Millet. Su vinculación con el ex presidente del Palau de la Música se concretó entonces en Line Invest, una instrumental que había penetrado en Agrupació Mútua cuando la presidía Josep Lluís Torras y en la sociedad inmobiliaria que impulsó Enric Reyna, el efímero ex presidente del Barça, sentado en el trono vitalicio de la Asociación de Promotores y Constructores.

El trenzado soberanismo-negocios se ensombrece ahora, en una etapa de sobresaltos, en las conciencias individuales y las identidades colectivas. Solo la ética puede restarle fuerza al argumento de los que esgrimen un españolismo cerril para ensañarse con la conciencia nacional de los catalanes. Las lecciones de la Historia no habrán sido baldías si somos capaces de entender (así lo expresa Paul Preston) que los instigadores de la Batalla del Ebro o del 1714 destruyeron a sabiendas una pasarela que unía culturas distintas pero complementarias. Su barbarie no era primitiva sino erudita, consciente y sistemática. Ahora, cuando Pedro J. Ramírez, desde las páginas de El Mundo, malgasta sus cartuchos tratando de explicar la base nacionalista de los fascismos modernos, utiliza la pólvora del rey. Acercando al president Mas a la figura incoherente de Jean Franco Fini, líder de la Liga Norte en Italia, Pedro J. boicotea una de las mejores vías de entente Catalunya-España, y lo hace conscientemente. El escenario de la independencia es nuevo, pero si Roca volviera sobre sus pasos a Minoría Catalana, tendría margen para acabar con un mal entendido en el que, su sucesor, Duran Lleida, no ha sabido moverse con agilidad.

Los poderes que levantan la bandera de España para aplacar el poder de convocatoria de la quatribarrada lo hacen sobre los cadáveres del memoricidio (un término inventado por Juan Goytisolo en el cerco a Sarajevo de 1993). El asesinato de la memoria tiene además su mejor complemento en el llamado urbicidio (exterminio de la ciudad),un neologismo creado en este caso por Bogdan Bogdanovic, arquitecto, alcalde de Belgrado y promotor de la belleza cuando ésta adquiere la forma de cruce, de entente entre pueblos antagonizados. Bogdanovic es la inversa absoluta de intentos aniquiladores con piel de cordero, como lo fue el de la nieta de Mussolini en la alcaldía de Nápoles o como lo está siendo el turno de García Albiol, el edil xenófobo de la bella Badalona. En ambos casos se pone de manifiesto que, si ceden las barreras mentales, nos quedamos a merced de las circunstancias. El albiolismo se combate a base de cultura política, un término de los setentas tantas veces plasmado en el discurso de Roca.

Además de los negocios y las tangentes, Roca representa la entente. El hijo de Roca Cavall, puente entre el viejo carlismo y la Unió Democràtica de Carrasco Formiguera (el protomártir), esta adaptado a la brújula del navegante. Fue el testigo de cargo protegido por la opacidad del sector negocios del nacionalismo y lo fue también durante la larga travesía de gobernabilidad basada en la política de peix al cova. Lo sigue siendo en su doble venia del caso Eurobank, en su agenda de defensor del cliente ante las pólizas abusivas de Catalana Occidente. Pero sobre todo ha desempeñado este papel en las últimas tres décadas.

Fue testigo y parte en el debate económico-financiero de los mejores años. Y, a juzgar por su repentina vocación de defensor de los pequeños accionistas de Eurobank, se siente llamado a reformar un sistema de asignación de recursos, que llega acompañado de sonoras convulsiones.