El Carnaval y la Cuaresma del nacionalismo catalán

La reflexión de Mijaíl Batjín sobre el Carnaval viene como anillo al dedo para hablar del 'procés'

El crítico literario ruso Mijaíl Batjín (1895-1975), en sus trabajos sobre la Edad Media, el Renacimiento, Rabelais y Dostoievski (Problemas de la poética de Dostoievski y La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. El contexto de François Rabelais, 1929 y 1965) señala que “las leyes, las prohibiciones y las limitaciones que determinan el régimen normal y el orden de la vida normal, quedan abolidas durante el Carnaval”.

Continúa: durante el Carnaval “queda abolida toda distancia entre las personas y entra en vigor una singular categoría carnavalesca, el libre contacto familiar entre los hombres”. Prosigue: “esta categoría de contacto familiar determina también el especial carácter de organización de las acciones de masa, la libre gesticulación y la franca palabra carnavalesca”. Finalmente, nuestro autor concluye que el Carnaval es una “vida al revés” y un “mundo al revés”.

Durante el Carnaval, el espectáculo se apodera de la calle, vuelve la tribu, la gente se disfraza y los roles se diluyen

Durante el Carnaval, el espectáculo se apodera de la calle, vuelve la tribu, la gente se disfraza, los roles se diluyen o confunden, los límites desaparecen, lo oscuro sale a la luz, regresa la sinrazón, la gente bracea y gesticula, reina la apariencia y el engaño, triunfa el disimulo o la mentira, desaparece la frontera entre lo sagrado y lo profano. Propiamente hablando, el Carnaval no se contempla, se vive. En el Carnaval se está. Y se participa.

En plena celebración del Carnaval, la reflexión de Mijaíl Batjín viene como anillo al dedo para hablar del secesionismo catalán. Repasen lo dicho anteriormente sobre el Carnaval. Efectivamente, el procés es una manifestación y expresión del Carnaval.

El Carnaval secesionista, la comparsa de lo real y lo imaginario, el espectáculo de la apariencia y el engaño, está ahí. Y desfila ante ustedes, que lo viven y lo sufren. Máscaras, polichinelas, cantos y ruegos; lluminatis dando codazos a izquierda y derecha; La revolución de la sonrisa a cargo de la sectorial nacional de teatro de la Asamblea Nacional Catalana con la colaboración de Òmnium Cultural; un fugitivo de la Justicia enarbolando un cómic de Tintín titulado Objetívo: República; el plasma andante, seguido de un grupo disfrazado de exiliados; una carroza fantasma con el rótulo de Consejo de la República, un togado con un ejemplar de la  Constitución de la República Catalana en el bolsillo; mucha gente de amarillo.    

El ‘procés’ es una manifestación y expresión del Carnaval

Carnaval, Carnaval…Todo es posible en Carnaval. Incluso coronar a un rey de mentirijillas para, sin solución de continuidad, destronarlo. Una metáfora cómica de la relatividad del poder. O un retrato fiel del presente político catalán.

Si observan el desfile con cierto detenimiento, percibirán un personaje –afectado de legitimitis aguda crónica: el fugitivo de la rúa- disfrazado de presidente de una inexistente República que exige ser coronado sea como sea, percibirán a unos compañeros de viaje del susodicho dispuestos a apearle del trono cuando surja la primera oportunidad, y percibirán también un candidato alternativo al trono que, medio escondido y vestido de paisano, espera su turno.

El Carnaval nos deja una herencia y un modo de transformación social: la parodia y la superación de la realidad, respectivamente 

El desenfreno y las alegrías del Carnaval son el presagio de una Cuaresma en que se impone el orden y la austeridad. El rey Carnaval abre el cortejo y la Cuaresma lo cierra. Pero, como la procesión da vueltas alrededor de un círculo, los extremos se tocan y, finalmente, la Cuaresma acaba precediendo al rey Carnaval e implanta su autoridad. Se acabó el atracón. El rey destronado. Las máscaras caen. Decididamente, el Carnaval es un rito funerario. Al Mardi Gras le sucede el Miércoles de Ceniza. Del exceso carnavalesco al ascetismo cuaresmero.   

Señala Mijaíl Batjín que el Carnaval nos deja una herencia y un modo de transformación social. La herencia: la parodia. El modo de transformación social: la superación de la realidad. ¿Qué ocurre con el Carnaval secesionista? Efectivamente, el procés ha hecho de la parodia una categoría. Pero, la superación de la realidad no existe. Sin circunloquios: el procés –legalmente, democráticamente, políticamente, socialmente y económicamente– es una colosal regresión antidemocrática sin parangón en la Europa de las últimas décadas.   

Julio Caro Baroja (El Carnaval, 1965) afirma que lo propio del Carnaval es “romper el orden social, violentar el cuerpo, abandonar la propia personalidad equilibrada y hundirse en una especie de subconsciente colectivo”. Concluye: «¿Hay algo más dionisíaco en esencia?” Ni siquiera la ironía de nuestro antropólogo puede disimular la dicotomía entre el desenfreno i la irracionalidad dionisíaca carnavalesca frente a la cordura y racionalidad apolínea.     

Licenciado en Filosofía y Letras. Ensayista, articulista, columnista, comentarista y crítico de libros
Miquel Porta Perales
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