Excelencia en la educación
El prestigioso modelo universitario del Reino Unido pone de manifiesto la falta de interés en convertir la enseñanza en España en un pilar fundamental
Pudo ser una anécdota convertida en chiste. O quizás al revés. El caso es que se encontraron dos amigos en el aparcamiento de un aeropuerto español y tras saludarse se preguntaron por tan curiosa coincidencia. A lo que uno explicó al otro que acababa de dejar a su hija que volaba a Londres. «¿A estudiar inglés?» Le preguntó. «No. A que aprenda a hablar bajito», le contestó.
No hace falta que les diga que puestos a hablar alto los británicos pueden vociferar como los que más. Y que los integrantes de determinados círculos sociales, como los próximos a clubes de fútbol, sobre todo cuando salen de las islas, no se han hecho famosos precisamente por susurrarse al oído. Pero en líneas generales puede decirse que el británico medio se caracteriza por mantener un tono bajo. Si dos personas tienen una conversación en el metro es posible que solo les escuchen quienes están más próximos. El resto del vagón no se entera. No como en otros sitios.
Lo de hablar bajito es la anécdota que sirve para entrar en una cuestión mucho más importante: la Educación. Y es que al Reino Unido se viene a aprender algo más que la lengua de Shakespeare, por muy necesaria que sea para encontrar luego trabajo. Y aunque sirva para alardear en el currículum, como si un nivel C1 o C2 convirtiera a un vicepresidente del gobierno en un mejor político.
Al Reino Unido vienen cada año cerca de medio millón de estudiantes de todo el mundo atraídos por la calidad de sus universidades. Lugares donde se premia la excelencia, donde se invierte en investigación y donde los alumnos aprenden a estar en contacto directo con el mundo de la empresa que luego les acogerá, ya sea en el mercado británico o fuera de él.
Modelo británico de excelencia
Las universidades en el Reino Unido son entidades autónomas, forman parte de la administración del Estado aunque el gobierno no las controla. No obstante, y aunque dependen de los presupuestos generales, cada universidad gestiona sus propios recursos.
Las tasas académicas son altas, 9.000 libras (unos 10.000 euros) de matrícula por curso, y especialmente para los estudiantes procedentes de países de fuera de la Unión Europea, que llegan a pagar entre 10.000 y 38.000 libras en función de la universidad, grado, etc. Tras el brexit también los comunitarios perderán ese privilegio, si bien está por determinar en qué plazo y en qué medida. A fin de cuentas las universidades son un negocio que nadie quiere poner en peligro. Y por eso procuran estar siempre entre las mejores del mundo.
En cualquier caso la educación primaria y secundaria, previa a la universidad, es igualmente objeto de cuidado máximo por parte del Gobierno. El Reino Unido es un país en el que saben desde hace siglos que la educación está en la base de la noción de ciudadanía. No es casualidad que en la desescalada de la pandemia muchos centros educativos hayan abierto las aulas antes que los pubs y restaurantes.
Que en España llevemos ocho planes educativos da una idea de las dificultades que tiene nuestra clase política para alcanzar un pacto en esta materia. Por contra, la distancia de las mesas en bares y terrazas se establece y aprueba con suma rapidez. Como si estuviera en juego la supervivencia del país.
Y no seré yo quien relativice el peso de la hostelería en nuestra economía. Lo malo es que en España se sigue relativizando el peso de la educación y en especial el de la excelencia. Algo tan sencillo como decir buenos días al vecino, ir al bar y pedir el café por favor, dar las gracias cuando nos lo sirven e incluso volver a darlas cuando pagamos, hacen de un país una potencia.
Lo malo es que en España se sigue relativizando el peso de la educación
¿Les parece exagerado lo que digo? Pues en el Reino Unido no. Además del indiscutible valor que dan al dominio de su idioma procuran educar en unos valores que son fundamentales para la convivencia. Básicos para mantener el cada vez más complicado equilibrio de las relaciones sociales, que son a su vez determinantes para que un país avance.
Por eso quizás es más importante mandar a nuestros hijos a Inglaterra a que aprendan a hablar bajito que a que aprendan inglés. Que también.