¿Miedo a qué? Al independentismo

Los independentistas deberían reflexionar sobre por qué todos los que cuentan la verdad en el Tribunal Supremo les tienen miedo

Franklin Roosevelt, presidente americano, dijo que «la única cosa a la que debemos temer es al miedo mismo«. Esta semana en el juicio dos testigos personificaron el miedo que muchos vivimos en otoño de 2017. Mi solidaridad con ellos.

Los miedos expresados por Montserrat del Toro, secretaria judicial, y Manuel Castellví, jefe de información de los Mossos d’Esquadra, son el reflejo de su vivencia en momentos distintos de su vida, una el 20 de septiembre de 2017 en la consejería de Economía, y el otro un 7 de marzo de 2019 en la sala de vistas del Tribunal Supremo en Madrid.

Pero ambos tienen algo en común: su miedo es a los independentistas.

Del Toro narró cómo, por miedo, por legítimo miedo, por razonable miedo, por sensato miedo, tuvo que huir cual Ethan Hunt saltando de un edificio a otro, donde por cierto un miserable intentó impedirle su huida. La secretaria judicial, que ya sabe cómo se las gasta el separatismo, pidió declarar sin que la cámara hiciera publico su rostro, derecho al que por cierto se han acogido otros testigos.

Pidió mantener el anonimato porque temía que le sucediera lo que ya le ha pasado a Pablo Llarena, a Xavier García Albiol, a Albert Rivera, a Inés Arrimadas, a Alejandro Fernández y a tantos otros: que su casa fuera señalada, su DNI publicado y su vida se convirtiera en un infierno.

Del Toro, por culpa del independentismo y los independentistas, ha pasado miedo dos veces, el 20 de septiembre de 2017 y el 7 de marzo de 2019. Todos sus temores se han hecho, lamentablemente, realidad. El linchamiento ha empezado.

El juicio ha dejado de ser una falsa batalla de Cataluña contra España

Los separatistas se han mofado de ella por haber pedido un helicóptero para salir de la consejería. El separatismo y sus huestes no solo tienen capacidad de amedrentamiento sino también una memoria breve dado que no recuerdan que Artur Mas pidió en su día un helicóptero para poder acceder al Parlament y sortear así el escrache de sus hoy aliados de la CUP.

Castellvi advirtió del peligro de violencia antes del 1-O

Lo de Castellvi en la sala de vistas fue terrible, dubitativo, carraspeando, rehuyendo responder. El directivo de los Mossos sufría por tener que decir la verdad con los líderes de la revuelta a pocos centímetros.

Por la cabeza de Castellvi no pasaba rememorar miedos pretéritos; lo suyo era sufrir por lo que le podía pasar ahora que ha dicho algo tan terrible como la verdad: él advirtió del peligro de violencia antes del 1-O. Como Del Toro, como Llarena y como tantos, la muerte civil, el escrache en cualquier momento, en un súper, en el restaurante, en un teatro con sus hijos, vete a saber.

Castellvi, Xavier Muro, Antoni Bayona… El juicio ha dejado de ser lo que al independentismo le gusta: una falsa batalla de Cataluña contra España. El juicio es ahora un ejercicio de memoria y también un baño de realidad.

La verdad es que los autores de la DUI, del 1-O, del 3-O, de todo… sabían que lo hacían era ilegal; lo han reconocido y lo han recordado los que estaban con ellos esos días por razones de trabajo y no por comilitancia política. Sabían que podría haber violencia pero siguieron adelante.

El independentismo debería hacer una reflexión, que no va a hacer, de por qué todos los que cuentan en el Tribunal Supremo la verdad creen que tienen razones para tenerles miedo. No hay duda que en una parte considerable de los catalanes ha arraigado cuál es la verdadera naturaleza nada pacifica ni amigable del separatismo.

No sé si eso es rebelión, sedición o ambas cosas, pero sí es obstinación fanática.

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