Menos miedo a la crisis
Es improbable que una asociación mundial de matemáticos avale certificados de recuperación económica, pero tanto los indicadores como las instituciones europeas y globales coinciden con el clima de mejora en España. Es más: sin olvidar que la crisis sigue afectando a las vidas de cientos de miles de ciudadanos, hay indicios de que esa recuperación avanza a ritmo creciente, impulsada por las reformas. La otra cara de la moneda es que toda recuperación tiene un riesgo de fragilidad.
Se hacen más lejanos una implosión del euro, el corralito fatídico o el rescate que se daba por inevitable. Del mismo modo, la conflictividad en la calle no ha ido a más. Tiempo habrá para saber hasta qué punto la resistencia de la familia española –de gran valor aunque no cotice en Bolsa– y la economía sumergida han sido determinantes en esa desactivación del conflicto. En fin, de la supervivencia económica de muchos.
En el caso de Catalunya, vuelve la inversión extranjera, mejora la exportación, llegan más turistas y el paro se reduce lentamente pero con claridad: una tasa del 22,26%. También se da una dinámica de internacionalización. Incremento de producción industrial. De aprovecharse la crisis convirtiéndola en oportunidad, eso representaría una transformación de la economía catalana y de toda España.
El Gobierno de Mariano Rajoy dio prioridad absoluta a la ardua gestión de la crisis y ahora se propone abordar una estrategia más articulada respecto al clima secesionista en Catalunya. Habrá quien se pregunte si esa estrategia llega a tiempo. La respuesta seguramente no la tiene nadie. De una parte, la mejora económica puede concentrar los ánimos de la sociedad catalana más competitiva y aparcar la cuestión identitaria, especialmente en el empresariado y la clase media.
En general, un pequeño empresario con crédito y posibilidades de contratación puede pensar que no es tiempo para una mudanza de tanta envergadura como independizarse de España. Por otro lado, existe ya un poso secesionista irreversible a medio plazo, incluso dispuesto a verse fuera de la Unión Europea y de la eurozona.
Es por lo menos curioso que la conversión independentista de Mas se diese cuando la crisis afectaba más a toda España. Él mismo había efectuado recortes sociales que generaron protestas sectoriales. Luego vino la manifestación del 11-S de 2012: “Catalunya, un nou Estat d’Europa”. Artur Mas se encaramó a la ola secesionista, anticipó las elecciones y perdió doce escaños. 11-S de 2013: la “Via catalana”.
En abril de 2011, por ejemplo, Artur Mas, al inaugurar un centro de excelencia de I D en Esplugues de Llobregat, dijo –según la agencia Efe– que en la Catalunya de aquel momento había signos de recuperación económica. Luego, el optimismo de Mas, a quien sus hagiógrafos califican de calvinista, se evaporó. Aparecía otro Artur Mas. ¿Existirá un tercer Artur Mas? El tercer hombre que se dedique a ajustar bien el déficit.