Menos mal que nos queda Portugal
El pasado 24 de marzo se conoció que Portugal cerró 2016 con un déficit público del 2,1% del PIB. Este dato se situó cuatro décimas por debajo de lo pactado por el actual Gobierno (Antonio Costa) con Bruselas y supone el nivel mínimo de la democracia portuguesa, lo que debiera permitir el abandono del “Procedimiento de Déficits Excesivos” de la UE.
A primera vista, y en espera de que Eurostat lo confirme, resulta chocante que hace solo unos días Europa pidiera sanciones contra Portugal por su elevado nivel de déficit público. La respuesta llegó en forma de números: 3.807,3 millones de euros en 2016 (2,1% del PIB). Para hacernos una idea de la bondad del dato, supone menos de la mitad de la primera estimación anunciada por el Gobierno de España (4,33% del PIB).
Cuando el INE de la república lusa lo anunció, permitió al Gobierno sacar pecho y volver a insistir en su convencimiento de que no debe solicitar un segundo rescate. Con independencia de otros factores, lo cierto es que se abre la puerta a que Portugal pueda abandonar el procedimiento auspiciado desde Bruselas, y –sobre todo- a que tres de las cuatro grandes agencias de calificación (Standard’s & Poor, Fitch y Moody’s) retiren su denominación de ‘bono basura’, como hace la canadiense DBRS.
Una vez más (y van…), y con la excepción canadiense, estas empresas parecen haber vuelto a errar sus previsiones. En 2011 calificaron a la deuda portuguesa en uno de sus últimos escalones, después de que el ejecutivo tuviera que pedir un rescate de 78.000 millones de euros al Fondo Monetario Internacional. Desde entonces, han sido incapaces de apreciar las mejoras de la economía lusa, manteniendo su –aparentemente errónea- estimación de su coyuntura.
Lo cierto es que lleva varios trimestres dando muestras de una evidente mejoría. La tasa de paro viene comportándose a la baja (10,5% frente al 12,4% de hace un año), lo que alienta las pretensiones del gobierno de que Portugal deje de estar en la lista negra de las principales instituciones. Además, hay otros indicadores que sugieren que los próximos trimestres serán buenos: el índice de volumen de negocios de la industria creció el 13,5% interanual en enero, el PIB creció un 2% interanual en el cuarto trimestre de 2016 y se espera que esta cifra se acelere, las ventas al por menor crecen al 2%, las pernoctaciones hoteleras se incrementaron un 12,6% en enero, etc.
Pero, ¿qué ha pasado en Portugal para que las cuentas públicas –a falta de la confirmación de Bruselas- cuadren? En primer lugar, el recorte del gasto público (3,8% frente a 2015), unido a un aumento del 0,9% de los ingresos. Por otra parte, ciertas medidas adoptadas a finales de año, como el perdón fiscal sobre los intereses de los morosos y la no ejecución de la inversión pública presupuestada ayudaron a cuadrar las cuentas del Estado. Y no hay que olvidar que estas medidas no se podrán volver a adoptar en este año.
Incluso el FMI ha reconocido recientemente que –una vez más- se equivocó en sus estimaciones, mostrándose sorprendido por la línea ascendente evidenciada por los datos de Lisboa, ya que ni en sus previsiones más optimistas vislumbraba este panorama. En cualquier caso, ya estamos acostumbrados a que las previsiones erradas sean una constante de este organismo internacional. En su descargo, hay que decir que en esta ocasión la CE y el BCE también se equivocaron. Incluso el gobierno preveía un déficit del 2,5%.
No hay que olvidar que hace dos años se había disparado hasta el 4,4%, en gran parte por la inclusión de la partida de rescates bancarios que desequilibraron las cuentas del Estado. El mayor impacto provino de la recapitalización y venta de los ‘activos buenos’ del Banco Internacional de Funchal (Banif), ya que esta actuación supuso un coste de 2.500 millones. La evolución de los últimos años ha sido realmente sorprendente: 7,2%en 2014, 4,4% en 2015, 2,1% en 2016 y para 2017 se prevé un 1,7% del PIB.
No obstante, el consenso de mercado duda de la sostenibilidad de las medidas que utilizó el gobierno para conseguir reducir el déficit en 2016. La incertidumbre acerca del mantenimiento de la reducción, unida a un pasado de salida y entrada (cumplimiento e incumplimiento de los objetivos) en los procedimientos de déficit excesivo, llevan a los operadores a no valorar los resultados de la gestión económica. Únicamente si las agencias de calificación mejoran en las próximas semanas sus perspectivas, se reducirá el diferencial de rentabilidad de la deuda lusa con la española (2,45%) y alemana (3,75%) en el plazo de 10 años.
El consenso de mercado duda de la sostenibilidad de las medidas que utilizó el gobierno para conseguir reducir el déficit en 2016
Pero el principal riesgo de la economía del país vecino sigue siendo la elevada deuda pública, que continúa creciendo: 129% del PIB en 2015 y 130,4% el año pasado, con un incremento de 2.600 millones de euros. A pesar de ello, el vicepresidente de la CE para el euro, Dombrovskis, señaló que Portugal podría salir del procedimiento por déficit si se confirma en abril la tendencia positiva de las previsiones de primavera de la UE. Hasta entonces habrá que estar muy atentos al comportamiento de la coyuntura, ya que no hay olvidar que el efecto contagio existe, lo que es particularmente cierto para las economías próximas.