Menos cuentos chinos
Apenas pasaban del millar hace cuatro décadas cuando abrieron sus extraños restaurantes de color rojo chillón, arroces raros, rollitos, carnes picantes y palillos para comer. Hoy, la colonia china en España se hace notar: 185.250 ciudadanos legalmente establecidos, –49.669 de en Cataluña y 49.549 en Madrid–, según el INE.
Y empiezan a mostrar su creciente nervio económico e inversor, con una segunda hornada nacida en España, que son comerciantes, economistas o abogados. Muchos han pasado por la universidad, hablan castellano e incluso catalán, y se relacionan cada vez más.
Estos días mientras, fieles a su tradición y cultura, celebran la llegada del Año Nuevo de la Cabra –animal de su horóscopo que representa la inteligencia y la calma– el colectivo trata de echar abajo mitos y leyendas urbanas como que pescan en el parque del Retiro y cazan gatos y perros para sus restaurantes, e incluso que se comen a sus muertos y todo lo controlan las triadas o mafias.
Las leyendas obedecen a puro desconocimiento, según los sinólogos, que rechazan el tópico de que en general son desconfiados y huidizos. La policía y las administraciones han comprobado que el escaso número de enterrados en España se debe a que retornan a su país cuando superan la cincuentena, o son incinerados. Y también que, rebatiendo otro sambenito, pagan religiosamente sus impuestos a Hacienda, las cotizaciones a la Seguridad Social, los alquileres o licencias de apertura de locales y las cuotas de las comunidades de vecinos.
Los conocedores del colectivo destacan que son discretos, silenciosos, trabajadores, muy familiares y poco amigos de bancos. Cuentan con el «guanxi», un sistema de préstamo entre amigos y parientes, la denominada «economía colaborativa». Es como una cadena de favores, sin intereses, avales ni hipotecas, en la que no se pide más garantía que la palabra del deudor, ya que ellos no conciben el impago.
Su perfil en España es el de un emprendedor entre 30 y 45 años que estudia o regenta su propio negocio. Son, tras los marroquís, la segunda comunidad en afiliados a la Seguridad Social, la mitad de ellos como autónomos, que abren tiendas pequeñas de alimentación y textil, sobre todo.
Pero, poco a poco, están dejando paso a comercios de moda y bazares. Según el Grupo Orient, los nuevos empresarios están enfocando sus negocios hacia las nuevas tecnologías y las inversiones financieras e inmobiliarias. Ya copan el 24% de los visados concedidos por el Gobierno para la compra de viviendas de más de medio millón de euros. También están buscando oportunidades en el sector del aceite de oliva y del vino.
La inversión directa de China en España se ha triplicado en los últimos tres años. China es, además, el segundo comprador de la deuda pública española. Sus inversores han entrado en empresas como Campofrío y NH hoteles.
Uno de sus hombres más ricos, Wang Jiealin, ha comprado el Edificio España en Madrid por 265 millones de euros y el 20% del Atlético de Madrid. Se ha implantado el banco ICBC, la empresa de telecomunicaciones Huawei, que ya ha vendido más de dos millones de smartphones en España, la química National Bluestar a través de su negocio de siliconas o la naviera Shipping como consecuencia del tráfico de contenedores, en especial en el puerto de Barcelona.
Aunque la cabra no es el signo zodiacal más afortunado, si trae buena suerte o no se verá en los próximos meses. España recibió el año pasado casi 300.000 turistas de China, un filón poco explotado, ya que, según la Organización Mundial de Turismo, más de 100 millones de chinos viajan cada año por el mundo y que son los que más gastan, por encima de los alemanes, 2.040 euros por viaje. De momento, el tren Yixinou ha llegado a tiempo para la celebración del Año Nuevo con un cargamento de aceite de oliva, vino y jamones españoles. Como aperitivo no está mal.