Memoria selectiva
Explicar la historia de España significaría contar la malo, como la expulsión de los moriscos o los judíos pero también los bueno como la unificación de España, la conquista de América, las gestas de Blas de Lezo, la contribución de Gálvez a la independencia de Norte América, Ramón y Cajal, Severo Ochoa, etc.
La llamada memoria histórica ha sido una obsesión de la izquierda que tomo fuerza con Rodriguez Zapatero y ha ganado impulso con Pedro Sánchez. La memoria histórica es un eufemismo de la rescritura de la historia. España, de la mano del socialismo contemporáneo, ha pasado de la “Libertad sin ira”, a la que cantaba Jarcha allá por 1977, a reabrir fosas en búsqueda de no cerrar heridas y revivir enfrentamientos ya olvidados.
En nombre de la ley de memoria histórica la ignorancia gana protagonismo y, así, el Almirante Cervera, ministro de marina con el liberal Sagasta, pierde su calle en Barcelona por franquista, aunque fue ministro cuando Franco tenía 1 año de edad. En nombre de la memoria histórica se pasea al ataúd de Franco en helicóptero desde Cuelgamuros al Pardo mientras la Vicepresidenta segunda del Gobierno reivindica al comunismo.
La obsesión por la memoria histórica alcanza todo lo que este cerca de lo institucional, lo oficial y lo subvencionado, desde el cine de Almodovar hasta la denominación de estadios deportivos como el Lluís Companys de Barcelona, del que se recuerda que fue fusilado por Franco como si dicho crimen atroz hubiera sucedido ayer, pero se evita rememorar que Companys miro hacia otro lado mientras la CNT y los esbirros de Moscú en Barcelona asesinaban en las checas a más de 8000 catalanes.
Paradójicamente mientras el gobierno, tanto el de España como el de muchas CC.AA, se esfuerzan denodadamente en que no perdamos la memoria de cuan terribles fueron Alfonso Xlll, Franco o Juan Carlos I al que muestran en TV todo el día al lado de Franco en el balcón del Palacio de Oriente, etc… se procede a una reforma educativa que borra cualquier atisbo de estudio memorístico.
¿A que se debe esta aparente contradicción?
A que no hay contradicción alguna, una cosa es consecuencia lógica de la otra y forma parte de un ejercicio de intento de adoctrinamiento masivo de la sociedad. Si mientras en TV y cualquier medio se habla, en todo momento, de la historia de España en blanco y negro y a la vez se deja de enseñar historia la única verdad posible que será conocida por la población es la que se cuenta de forma manipulada por los medios de comunicación.
Explicar la historia de España significaría contar la malo, como la expulsión de los moriscos o los judíos pero también los bueno como la unificación de España, la conquista de América, las gestas de Blas de Lezo, la contribución de Gálvez a la independencia de Norte América, Ramón y Cajal, Severo Ochoa, etc.
La reforma educativa es un canto al no esfuerzo. Repetir no depende del número de asignaturas suspendidas sino de la voluntad del claustro. La arbitrariedad, incluida la ideológica, o el compadreo entra en los colegios enterrando cualquier principio vinculado al esfuerzo. Si tu eres miembro del sindicato mayoritario en el comité de empresa del colegio de tu hijo este no repetirá jamás aunque no apruebe ni una sola asignatura, ahora bien si los padres son de Vox, católicos, provida o simplemente pequeños empresarios quizás el niño lo pase mal, todo dependerá del sectarismo del claustro.
Que nadie se interese por la historia de su país
La historia dejará de ser memorística, que más da si primero llego Colón a América o Amstrong a la Luna, que importancia tendrá si lo de Atapuerca es previo al muro de Berlin, según el nuevo decreto la historia deja de ser memorística. El objetivo de tal medida es evidente, que nadie se interese por la historia de su país, España, pero se introduce en el currículum historia del feminismo y de los derechos de las personas LGTBI. Los heterosexuales, sea cual sea su género, pasan a ser proscritos.
Tenemos un gobierno que, como dijo, Ceelá, hoy embajadora de España ante la Santa Sede, cree que los hijos no son de los padres, sino del Estado y sin duda el Estado tiene derecho a programarnos para ser cenutrios, ignorantes de nuestro pasado, convencidos de que España es un país que ha llagado hasta el día de hoy forjado en siglos de maltratadores fascinerosos.