Mejor la Monarquía republicana de Felipe VI
¿Quién puede negar la compatibilidad entre Monarquía y democracia? ¿Se puede decir lo mismo de la mayoría de las repúblicas existentes en el planeta?
A río revuelto, ganancia de la izquierda reaccionaria de Podemos y el nacionalismo desleal de ERC y JxCat. Ambos intentan capitalizar la marcha de Juan Carlos I. A medio o largo plazo, quieren aprovechar la coyuntura para resquebrajar o quebrar –en beneficio propio: república e independencia– el régimen democrático surgido con la Constitución de 1978. De ahí, la labor de zapa de unos y otros.
A corto plazo, Podemos quiere ganar espacio político, mediático y electoral a costa de un PSOE que habría diseñado la “huida” o “fuga” del Rey emérito. Por su parte, ERC y JxCat –que hablan igualmente de “huida” o “fuga” y exigen la abdicación de Felipe VI– marcan perfil político y electoral en la guerra fratricida que protagoniza el independentismo catalán.
Entre paréntesis 1: habida cuenta de los sujetos que encabezan la bravata contra Felipe VI –ese es el objetivo– resulta plausible el fortalecimiento de la Monarquía en España. Podemos, ERC y JxCat quizá sean los mejores aliados de Felipe VI.
Entre paréntesis 2: los desafíos republicanos –que torpedean la Monarquía y pretenden forzar el debate monarquía versus república– son tolerados por un PSOE que algo espera sacar –a río revuelto, se marca perfil “progresista” y se corre una cortina sobre la crisis sanitaria y económica– de la ofensiva.
La ofensiva contra la Monarquía
Una singular coyuntura –la española– si tenemos en cuenta que Podemos es parte del gobierno que preside el PSOE y que ERC y JxCat se aliaron con el PSOE para votar la elección de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España. ¿Existe en la Europa democrática un gobierno de coalición en que uno de los socios quiere demoler la forma de Estado? ¿Existe en la Europa democrática un gobierno que nace con el apoyo de quienes quieren demoler el Estado?
En cualquier caso –más allá de los intereses inmediatos–, la izquierda reaccionaria y el nacionalismo desleal arremeten contra la Monarquía y la idea de la España democrática y constitucional vigente. Primera estación: demolición de la Monarquía. Segunda estación: construcción de una República plurinacional.
Monarquía y democracia
Más allá de la retórica del combate diario, los partidarios de la república la fundamentan en dos axiomas: no hay democracia sin república; la democracia es incompatible con el criterio hereditario. Falso. Vayamos a unos hechos que resultan incontestables.
Una consulta a los índices que cuantifican la democracia en el mundo –Democracy Index, Freedom in the World, Rule of Law Index, The Gobal State of Democracy, Varieties of Democracy– permite constatar que entre las 22 full democracies, o los 83 Estados free, o los 23 Estados respetuosos con el Estado de derecho, o los 14 que cumplen con los patrones democráticos, o los 35 considerados como democracias liberales, se encuentran todas las monarquías europeas.
Conviene añadir que los susodichos índices valoran la naturaleza y características de la democracia con distintos indicadores como, entre otros, el respeto a los derechos fundamentales, la calidad del gobierno representativo, el control del gobierno, la imparcialidad de la administración, la participación política, el proceso electoral, la cultura política, la lucha contra la corrupción, el orden y la seguridad o la Justicia ya sea civil o criminal.
En España, no hay que ser monárquico para preferir la monarquía a la república
Al respecto –los datos son los datos–, dos preguntas: ¿quién puede negar la compatibilidad entre Monarquía y democracia? ¿Se puede decir lo mismo de la mayoría de las repúblicas existentes en el planeta?
Más: las monarquías europeas –la española incluida, por supuesto– son monarquías republicanas. No es una contradictio in terminis si tenemos en cuenta que las monarquías europeas se definen por la soberanía nacional, la nación de ciudadanos, las libertades y derechos fundamentales, la separación de poderes, el orden jurídico democrático, las elecciones libres periódicas, la no discriminación entre personas y territorios, la libre iniciativa, y el pluralismo epistemológico.
La democracia es incompatible con el criterio hereditario, afirman los republicanos. Veamos. ¿Es compatible con la democracia una monarquía constitucional y parlamentaria, recogida en una Constitución democrática, propia del Estado de derecho, que ha sido refrendada por la mayoría de la ciudadanía en una consulta con todas las garantías democráticas? Afirmativo.
Monarquía y república son formas contingentes de ordenar el Estado y sus poderes. Lo que importa –lo que cuenta– son los valores en que se sustentan. Lo dijo Aristóteles en la Política: un régimen político es una u otra cosa en función de a quién sirve y cómo lo hace. La monarquía puede ser tiránica o democrática. La república puede ser demagógica o democrática.
El Estado de partidos
Ninguna forma de Estado tiene la exclusiva democrática. Y, por decirlo todo, cabe recordar que, en un régimen democrático, el fiel de la balanza no lo decanta ni el Rey, ni –en un sistema no presidencialista– el Presidente de la Republica, sino el Estado de partidos que refleja el Parlamento.
¿Monarquía o república? Veamos ¿Prefieren la república populista de Nicolás Maduro o la república nacionalista de Viktor Orbán? ¿Prefieren la república populista de Pablo Iglesias o la república nacionalista de Carles Puigdemont o Arnaldo Otegi? Por cierto –visto lo visto–, ¿cuántas semanas tardaría la república plurinacional española a sufrir el golpe de alguna de las repúblicas que la constituirían?
En España, no hay que ser monárquico para preferir la monarquía a la república. Mejor –instinto de conservación y supervivencia– la Monarquía republicana de Felipe VI.
Sucedió en el Reino Unido
En cierta ocasión, el líder laborista británico –sector republicano– Tony Benn adujo que los reyes, por el hecho de heredar el poder, no estaban suficientemente preparados para ocupar la jefatura del Estado. Y, en un tono entre chistoso y despreciativo, añadió que “pocos se subirían en un avión pilotado por un hombre que, sin formación de piloto, tranquilizara a los pasajeros diciéndoles que su padre sí lo era”.
La respuesta de Margaret Thatcher: “a aquellos que piensan que un político desempeñaría mejor la jefatura del Estado, les recomiendo conocer a más políticos”.
Sucedió en el Reino Unido, pero puede suceder en España.