Me voy a Bruselas para que en Vic sigan ilusionados

Son las dos de la mañana. Finales de enero, escribo para informar sobre qué ha pasado, si sigues ilusionado en Vic. Hace frío en Bruselas, pero es una ciudad maravillosa, y me gusta vivir aquí. Suena la música en la Rue du Marché au Charbon durante toda la tarde…

Sí, lo han adivinado, es un homenaje a Famous Blue Raincoat, el enorme tema de Leonard Cohen. Pero podría ser la canción que escribiera Carles Puigdemont.

El presidente catalán actuó este martes en Bruselas, en una sala en el Parlamento europeo. No fue un acto cualquiera. La sala, con una capacidad para unas 350 personas, se llenó por completo, con la asistencia de cerca de 500, por lo que muchas no pudieron tomar asiento. Pero esas personas no eran tan importantes. No fue prácticamente nadie de relevancia, como representantes de las instituciones europeas.

Es cierto que el grupo parlamentario del PPE y el grupo socialista habían advertido de la no conveniencia de dar apoyo al independentismo catalán. Pero en el seno de la Unión Europa las cuestiones de Cataluña no interesan, le pese o no al bloque soberanista, porque los problemas son de tanta envergadura que no pueden fijar su mirada en otra cosa que no sea el brexit, el problema de los refugiados, el crecimiento de la ultraderecha, o el estancamiento económico.

Puigdemont podía haber escrito esa canción porque el objetivo real del independentismo, en todos los actos que organiza en el exterior, no tienen por objeto el buscar el convencimiento de nadie, o el de animar a que se llame al Gobierno español, para decirle que «no es democrático si no atiende a las demandas del secesionismo catalán». No, el objetivo es el señor y la señora, el chico o la chica de Vic.

La intención es que, a través de imágenes impactantes en el exterior, las filas en el interior se mantengan tensionadas, y que todos juntos mantengan la cohesión sobre un proyecto que sigue tergiversando la realidad, cada vez con más descaro.

España debe completar un proceso que se inició con la transición. Y es cierto que otros países con mayor tradición democrática presenta unas instituciones con mayor eficacia. Pero no se puede decir que la democracia española es de baja calidad porque no permite un referéndum de autodeterminación.

Y Puigdemont lo repitió sin ningún rubor una y otra vez. No, no es un problema de democracia. Es al revés. Sin respeto a la ley no hay democracia.

Pero el proceso soberanista sigue adelante, sin ninguna vergüenza, queriendo presentar lo que no es.

Con la presencia de eurodiputados de otras minorías, como flamencos, escoceses o irlandeses, y con asistentes ligados a la ANC, con una parte importante que había viajado desde Cataluña, el presidente Puigdemont, junto a Oriol Junqueras y Raül Romeva, reclamó la implicación de Bruselas para poder celebrar un referéndum de autodeterminación, que dijo que convocará tanto en el caso de que lo pueda pactar con el Gobierno como si se ve obligado a llevarlo a cabo de forma unilateral.

La guinda la puso el ‘moderado’ Junqueras, que busca cómo salir de este embrollo, pero que sigue, por ahora, el discurso oficial, también con la vista puesta en el señor de Vic.

Aseguró nada menos que el consejero de Economía de la Generalitat, que vive de los créditos que le facilita el Banco de España –Cataluña no ha podido financiarse en todos estos años en los mercados internacionales, y, al margen de las carencias del modelo de financiación pública de la Generalitat la enorme deuda de la administración autonómica tiene otras muchas explicaciones—que los gobiernos españoles son «los que más quiebras de la humanidad han provocado».

Es decir, se viaja a Bruselas para hablar mal del Estado que facilita la financiación de Cataluña, ¿con el objetivo de alarmar a los mercados? Igual Junqueras no ha leído el libro de Rogoff y Reinhart, Esta vez es diferente, sobre las quiebras mundiales a lo largo de los últimos siete siglos.

Hace frío en Bruselas. Por eso Puigdemont, Junqueras y Romeva viajan de regreso a Barcelona, para seguir animando a esos ciudadanos de Vic y de otros territorios, antes de que se les comunique que no ha podido ser, que habrá que esperar. ¿En qué momento lo dirán?