Matteo Salvini y las ‘no news’
Los flujos migratorios han disminuido enormemente porque Europa paga a los países donde se embarcan a fin de que no lleguen a sus costas
Italia: la hora de la verdad se acerca. Si la izquierda no apoya a los vencedores de las pasadas elecciones, los “Grillini” del Movimiento CInque Stelle (M5S), y se forma un gobierno anti Matteo Salvini, al que el marrullero Matteo Renzi llama de salvación nacional, se disolverán las cámaras y la ultraderecha ganará las elecciones.
Visto desde la ‘política polìtiquera’, la única que para su desgracia y azote han sufrido los italianos en los últimos tiempos, no se trata de imponer un cordón sanitario a la extrema derecha como en Francia o Alemania.
Se trata de evitar que los comicios se convoquen en estos momentos porque Salvini arrasaría. Si en cambio pasa un tiempo perorando en la oposición, sin posibilidad de actuar desde su casi todopoderoso ministerio del Interior, es posible que su estilo estentóreo y descarado –un punto menos que payasil– canse a su auditorio y se rebajen sus excelentes expectativas.
Desde su llegada a la vicepresidencia del gobierno, hace poco más de un año, como socio minoritario del M5S, Salvini no ha hecho otra cosa que darse bombo y desacreditar a sus coaligados con una amenazas de ruptura que ahora, aprovechando la crisis del Open Arms, pretende rentabilizar.
Los demás intentan que no lo consiga, de manera que, de un modo u otro, se ha convertido en el centro de todas las miradas y motivo de todas las decisiones. Los demás no tratan, como debería ser, de combatir sus mensajes y aislar una ideología xenófoba y antieuropea, sino de debilitar a un rival. Mal sistema, mal camino. A ver si les suena de algo a los políticos españoles.
Ha tenido que ser la doble acción de la justicia italiana, ideológicamente a mucha distancia de la española, y de la locomotora franco germana la que acuda al rescate, unos para desacreditar a Salvini y los otros para quitarle de las manos la munición electoralista de los refugiados salvados de una muerte segura por Open Arms y otras oenegés.
Salvini se regodea con los damnificados y desea lo peor a sus salvadores
Por eso el máximo peligro para la estabilidad europea se resiste a soltar la presa, porque su campaña se basa en el hartazgo de los italianos, a los que sus socios han dejado demasiado solos durante demasiado tiempo frente a la avalancha de desembarcos.
Los flujos migratorios han disminuido enormemente porque Europa paga a los países donde se embarcan a fin de que no lleguen a sus costas, para que les hagan retroceder si llegan y para que destruyan las precarias embarcaciones antes de que sean usadas en las terminales de las redes mafiosas del tráfico humano.
Para los pocos, poquísimos, que consiguen hacerse a la mar y ser salvados se está poniendo en marcha una operación de maquillaje humanitario en forma de reparto de rescatados. La diferencia con Salvini es que el líder italiano se regodea con los damnificados y desea lo peor a sus salvadores.
Los dramas como los del Open Arms son seguidos minuto a minuto por los medios de comunicación. No es fake new, es real, remueve las tripas y las conciencias de los que todavía no han alcanzado el estatus de desalmado.
En cambio, las tragedias que empiezan más al sur y culminan en el interior de Marruecos, en los campos turcos o en las costas de Libia, pertenecen a la categoría, mucho peor, infinitamente más dañina, de las no news. Corazón que no ve pero impuestos que contribuyen a la devastación, a la miseria planificada y a la muerte de los que se ven obligados a huir de su tierra y un día soñaron con llegar a Europa.
Todo sea, se justifican los autores del pérfido guión, para evitar el auge de la extrema derecha. Mejor salvar a Europa de sus demonios que a los migrantes de sus explotadores y matarifes. Mejor dejar que el continente envejezca que permitir la entrada de jóvenes dispuestos a trabajar para labrarse algún futuro que no sea del todo aciago.
El peligro está en Italia, pero la solución no
Si hay que escoger entre dos males, sin duda el peor es Salvini y lo que representa. El político Italiano es un maestro de la oratoria salvaje y descarnada envuelta en brillantina de retórica clásica.
Su ambición es desmesurada. Mínimo el nivel de ocultación de sus verdaderas intenciones. Marine Le Pen, su homóloga y amiga francesa, pugnó con su padre para poner sordina a los mensajes que más chirriaban. Salvini los magnifica con todo el descaro del mundo.
Le falta muy poco para declararse abiertamente fascista. Reclama a los italianos que le den todo el poder citando a Benito Mussolini palabra por palabra, como si Montesquieu no existiera.
Si la ‘politiquería’ italiana no lo impide, Europa deberá enfrentarse muy pronto con un reto muy superior al del brexit. No es lo mismo negociar con demócratas británicos o poner a raya a los extremistas que gobiernan Hungría y otros países de peso escaso o mediano que enfrentarse a los desafíos abiertos y desde dentro del tercer país más poblado y más rico de la Unión.
El peligro está en Italia. La solución no está en Italia pero sí la posibilidad de un tiempo muerto antes de que Salvini asalte la presidencia del gobierno. Cómo tenemos que vernos para desear que triunfe la marrullería y consiga que las elecciones se convoquen cuanto más tarde mejor.