Mas y Rajoy, la involución de la política
Es buen momento, ahora que avanzamos hacia las semanas más tranquilas del año –teóricamente–, para inmiscuirnos en disquisiciones filosóficas que triunfan en los bares, pero que tan poco gusta escribir o leer. Señores llega el verano y que menos que buscar las raíces de lo que sucede.
Estamos hartos de pedir coherencia a los políticos cuando, en un momento como el actual, algunos sólo buscan la congruencia. Regresemos al origen y a la etimología de ambas palabras. Cuando decimos que somos coherentes, estamos asumiendo que queremos ser fieles a todo lo «heredado» a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, cuando hablamos de ser congruentes, evocamos la integridad entre nuestra forma de pensar y actuar actuales, independientemente de si ésta coincide o no con lo ‘heredado’.
El president Artur Mas, y cada vez más el presidente Mariano Rajoy no están actuando de forma coherente, pero sí congruentemente. No nos engañemos esa sintonía está en boga de casi todas las formaciones políticas. Desde el PSOE, a Izquierda Unida, pasando por los nacionalistas de todo tipo. Nadie es fiel a la herencia, pero creen ser congruentes en la actual coyuntura del país. Ejemplos tendríamos tantos que agotaríamos el espacio de este artículo.
Eso nos lleva a preguntarnos, ¿es suficiente sólo ser congruente en la sociedad actual? ¿Cuántos de nosotros hemos tenido que cambiar en estos años, y adaptar lo ‘heredado’ al día de hoy para sobrevivir?. La situación económica y política evoluciona hacia la supresión de la coherencia por el maximalismo de la congruencia, y eso, amigos, es un grave error. La coherencia es un estado previo, muchas veces marcado por un bagaje social y cultural. Mientras la congruencia acaba siendo la simple justificación. Y hay acciones plenamente incoherentes que no pueden justificarse bajo ninguna forma.
Desde hace años, de forma altruista, me dedicó a conversar desde una visión más humana y social, con gente involucrada en concursos de acreedores. La mayoría presenta problemas inimaginables para el resto de los mortales, auténticos deshechos humanos, destrozados y con un mínimo interés por su futuro. A veces consigo hasta que se rían – la verdad, la mayoría son historias para no dormir – , y, en ese momento, pasamos de ser socialmente “desgraciados o hasta apestados sociales” a algo tan elemental como ‘supervivientes’.
Siempre les comento que sólo hay una forma de sobrevivir: ser transparente y coherente. Los abogados, asesores, y otros – ya saben que en este mundo abundan cargos sin nombre, pero con presencia a final de mes– siempre les hablarán – entendemos que con buena fe – de lo que hay que hacer para salir adelante. Pedirán congruencia con sus actuaciones, y se olvidarán del pasado. Y quizás ahora estén mal, pero han llegado siguiendo un discurso y una práctica que no hay que olvidar.
Ellos no deben olvidar que sí se pierde la coherencia que les ha llevado hasta un concurso pueden perder hasta la dignidad – si no la tenían es otra historia -. Por ello, si no afrontan la situación bajo esa prisma, sus opciones serán mínimas. La salida está en sus manos, y sólo ellos pueden hacerlo. Eso que es aplicable claramente a los empresarios deberíamos exigirlo también a los políticos.
Por ejemplo, el president Mas no es capaz de explicar la supuesta financiación ilegal de CDC, su delfín Oriol Pujol se esconde en fábulas sobre confabulaciones del pacto fiscal para no explicar su supuesta participación en una trama corrupta de las ITV. Qué decir de Rajoy. Sólo aparece en eventos deportivos, como si el resto no fuera con él. Todos han perdido la coherencia por querer demostrar a alguien que son congruentes con la situación. No han sido transparentes y tienen miedo a enfrentarse a la realidad. Recuerda a aquel infeliz empresario que presenta concurso y sólo piensa “congruentemente” como salva algo, sin darse cuenta que si logra sobrevivir sobre la base de la coherencia de su negocio podrá salvarlo todo. Pero claro, eso implica transparencia, y dar la cara.
Al final como en un concurso uno debe llegar a acuerdos con todos, pero debe hacer prevalecer que la empresa no cierre, y que todos los acreedores queden satisfechos de forma igual. Debe marcar una línea coherente y seguirla. En este caso somos millones los acreedores de España SA o Catalunya SA y por desgracias, con sus silencios, los políticos sólo responden a unos pocos y se olvidan del resto. Y esa, y no hablamos ya de filosofía, no debe ser la linea.
La base doctrinal del concurso de acreedores es el par conditium creditorum, es decir la igual condición del crédito para todos. En este caso ciudadanos, bancos, políticos, niños o mayores. Sólo bajo un prisma de profunda coherencia podemos sobrevivir en este escenario. Aprendamos del pasado para trabajar el futuro. Responsabilicemos y pidamos responsabilidades de lo hecho. Ese es único el camino.