Mas y el proyecto soberanista de los moderados

Es un poco cómico que un profesor que en su día fue comunista y que después se convirtió en uno de los alimentos intelectuales de C’s, ahora se preocupe por si hay moderados en CiU. Eso es lo que escribió después del 24M Francesc de Carreras, uno de los promotores del partido españolista en Cataluña: «Que reflexione Artur Mas sobre su trayectoria. Hacerse pasar por más nacionalista que los adversarios sólo conduce al fracaso. Para rectificar, en el PNV encontraron a dos moderados: Josu Ion Imaz e Iñigo Urkullu. ¿Hay moderados en CiU? Los hay, pero andan callados y agazapados».

¡Ay, los moderados! Cuando servidor era director de la Fundación CatDem escribí un editorial que causó un cierto revuelo. Lo titulé «Los moderados y la independencia» para explicar lo que acababa de pasar en las elecciones del 25N del 2012, cuando CiU perdió un puñado de diputados ante el crecimiento de ERC.

Entonces ya decía que el problema del soberanismo era que no lograba ampliar su base electoral porque la fortaleza de ERC era consecuencia de la debilidad de CiU, castigada por la política de austeridad, de la misma manera que en 2010 la victoria de CiU se produjo por el hundimiento de ERC, desgastada por su implicación en los dos tripartitos. Los dos grandes partidos soberanistas son como vasos comunicantes: si sube uno baja el otro; y al revés.

En las últimas elecciones municipales ha vuelto a ocurrir. La pérdida de influencia y de representación de CiU en las ciudades del cinturón beneficia a ERC y en la ciudades de comarcas incluso a la CUP. En Barcelona tres cuartos de lo mismo. Basta mirar los números para darse cuenta de ello y no la errónea conclusión de Carreras según la cual las posiciones nacionalistas extremas de CiU está generando un corrimiento hacia la izquierda radical del resto del soberanismo. ¡Vaya estupidez!

También es verdad, de todos modos, que el elector moderado que tradicionalmente votaba CiU, aquel que confiaba en Pujol para que éste defendiese sus intereses ante el Estado sin ser nacionalista ni por asomo, se refugió en otras opciones o se abstuvo.

Los moderados, si es que ese es el sector al que se refiere Francesc de Carreras, los que revoleteaban alrededor de CiU y sus negocios han abandonado, efectivamente, a CiU. Aunque, digámoslo todo, algunos de esos moderados también son culpables de la corrupción sistémica. No culpemos sólo a los políticos por los embrollos político-empresariales que han salido a relucir estos años.

Pero cuando yo escribí que CiU debía tener en cuenta a los moderados y darles confianza, no me refería a esos moderados anti-soberanistas e interesados que actúan como un lobby y se han servido de CiU como un puente para negociar con Madrid prebendas y privilegios. Me refería al ciudadano normal y corriente, a las personas a las que no les gustan las prisas ni los altercados, a los vecinos de Sants que le reprochan a Xavier Trias haber gestionado el conflicto de Can Vies de la peor de las maneras, a las clases medias que sufren los efectos de la crisis tanto como los trabajadores de Nou Barris. ¿Cuántos de esos moderados no fueron a votar el pasado 24? Eso es lo que debería preguntarse Xavier Trias.

Por contra de lo que sugiere Carreras, Xavier Trias y muchos alcaldes de CiU pudieron salvar votos y concejalías gracias al proceso soberanista. En condiciones normales CiU estaría pasando aprietos mucho mayores. Lo cierto es que CiU está abordando el proceso soberanista como si el caso Palau, el caso de los Pujol u otros no estuvieran sobre la mesa y no les tuvieran que pasar factura. Su reacción es lenta, su metabolización contradictoria y su resolución dubitativa. No recuerdo peor gestión de un conflicto que cuando se destapó el fraude de Fèlix Millet. Me parece que sé de qué estoy hablando porque lo sufrí. Claro que después de constatar que quién gestionó todo aquello después se vio envuelto en el caso de las ITV, sobran los comentarios. Un gran desastre que aún se gestiona con «caridad cristiana» y no con la guillotina, que es lo que deberían haber hecho.

Tomen nota de lo que les estoy explicando los que claman porque CiU vuelva a ser el partido moderado porque ahora se sienten amenazados por el empuje de opciones estilo Ada Colau y no tienen donde agarrarse. Se lo dijo el President Artur Mas a los empresarios reunidos en Sitges por el Cercle d’Economia, el lobby político-empresarial que niega serlo: «Nos vemos el próximo año si el señor que nos vota tradicionalmente, pero no es independentista, nos da de nuevo su apoyo».

Está claro que ni C’s ni el PP van a poder contener eso que tanto asusta a los moderados unionistas y que llega con Colau, porque les falta el soberanismo. Con la vía tradicional, la del peix al cove por la que ahora suspiran los empresarios, «nos hacemos más pequeños, débiles y residuales», por decirlo a la manera de Artur Mas. Apúntese ustedes al soberanismo y ya verán lo bien que les va ir, les viene a decir el President.

El soberanismo es la gran revolución democrática que se ha producido en Cataluña en los últimos tiempos de la mano de l’ANC y de los partidos partidarios del Estado propio, con el President a la cabeza. Ha condicionado la agenda política porque va ligado al debate sobre el estado del bienestar y su viabilidad en Cataluña.

El debate sobre el déficit fiscal, las infraestructuras o la Hacienda propia no es una obsesión nacionalista, es la consecuencia de la constatación de que en el mundo actual sólo se sobrevive con instrumentos de decisión política fuertes que eviten la estrangulación económica. Miren lo que está pasando con los griegos. Si Varoufakis no tuviera un Estado detrás para negociar con Bruselas, Grecia sería un mero apéndice de Alemania y sus amenazas pura palabrería.

Volvamos al principio de este artículo, cuando he reproducido el deseo de Francesc de Carreras de que CiU encuentre a un moderado que se cargue a Artur Mas siguiendo lo que hizo el PNV con Ibarretxe. ¿Sabe Carreras por qué nadie da el paso adelante?

Porque el quid de la cuestión no es si debe abandonarse o no el objetivo soberanista, la controversia, por lo menos en CDC, es de ritmos y de estilos. Germà Gordó, por poner un ejemplo de «disidente domesticado» que ese entorno empresarial desearía que diese un paso hacia delante, no cuestiona el soberanismo de CDC, sino la vía que se está siguiendo para lograr el Estado propio o por lo menos un Estado dentro del Estado.

Todos lo que se preocupan por CDC o por CiU, incluido Francesc de Carreras –quien hoy se pasea por los pasillos de la patronal catalana Foment como lo hacía su padre, Narcís de Carreras, hombre del régimen de Franco–, deberían tener en cuenta que los moderados que dan su apoyo sincero, y no sólo por interés, a CiU rehúyen la confrontación violenta pero en ningún caso el conflicto político. Y además son puritanos. Eso es lo que aún no han entendido en CDC.

El talón de Aquiles de CiU, aquello que no le perdona la buena gente, es que algunos de sus cargos hayan sido corruptos. Aunque sepa mal decirlo, porque su biografía es intachable, Xavier Trias es el último epígono de esa CDC ligada a Pujol y a los fatídicos negocios.

A Miquel Buch o a Albert Batalla, a Mercè Conesa o a Marc Castells, todo el mundo les identifica con Mas y con el proyecto soberanista de los moderados. Ellos son el futuro de un sector político identificado con los principios liberal-demócratas y el soberanismo. A ellos les corresponde cortar con el pasado, aunque provoquen algún trauma, y liderar la nueva Cataluña independiente.