Catalunya y su gobierno de los mejores, ése es el escenario. Artur Mas, presidente de la Generalitat, y Francesc Xavier Mena, conseller de Empresa i Ocupació, son los principales protagonistas. Hay algunos más, la segunda línea de mando de Presidència y el equipo de directores generales y colaboradores de Mena. ¿Cuál es el asunto? Pues que un gobierno que se autoproclamó business friendly está decepcionando a quienes tantas esperanzas habían puesto en ese rasgo.
¿Qué está sucediendo? Mas hizo múltiples ofertas a diferentes protagonistas del mundo empresarial y financiero para que ocupasen consejerías de contenido económico y/o se incorporaran a los equipos de esos departamentos. A muchos de los que fueron tocados en aquellos momentos, el interés del President les hizo subir enteros en sus respectivos ámbitos y, en cualquier caso, les supuso una inyección de márketing profesional. Al final, Mas recibió un sinfín de calabazas.
Ese estado de cosas, amplia y profundamente comentado entre el mundo barcelonés de los negocios, derivó en el nombramiento de Francesc Xavier Mena como máximo responsable de las políticas industriales, de ocupación y de promoción empresarial. Mena, académico, procedía de Esade, tenía ganas de púrpura, pero carecía de la más mínima experiencia política.
Hete aquí el problema. Mena, una vez convencido de lo mucho que puede aportar al país, mantiene un pulso con el núcleo político del partido que acababa de ganar las elecciones. Quería hacerse un equipo a su medida. Hubo estiras y aflojas, al final se le dejó incoporar algunos nombres (Esther Sánchez, Enric Colet, Josep Canós y Joan Sureda, por ejemplo), pero no todos los que quiso.
Los hombres de Mena, algunos de ellos reconocidos en el sector privado, son el principal problema del conseller y, por extensión, del presidente. Son cosas que no trascienden, pero más de un notable de la ciudad ya ha advertido a Mas de que las cosas, en ese delicado ámbito, no funcionan. ¿Y qué responde el presidente? Calla. Es un silencio que otorga y que se convierte en un triste pronóstico: en la primera crisis de gobierno cabe esperar que se producirán movimientos en ese departamento.
Si los encargados de las subvenciones a las empresas, del Servicio de Ocupación de Catalunya, del apoyo a los sectores productivos, del turismo… son buenos profesionales en origen, ¿qué ha fallado para que al llegar a la administración pública se desinflen como un globlo al que se le acerca un alfiler? Sobre todo, los usos y las formas. Quienes han sido altos cargos de Pepsico, Baker & Mckenzie, Abertis, etcétera no necesariamente encajan en un cargo político en el que el diálogo, la transacción, la gestión psicológica de los interlocutores, la estrategia de comunicación tienen tanta o más importancia que la adopción de decisiones. Sobre todo, cuando no se practican, como es el caso. O cuando todo un conseller canta ante un auditorio empresarial la canción del anuncio de Martini, una de las anécdotas que más chanza ha generado en las últimas semanas.
En pocos meses, el equipo de Mena ha generado un malestar manifiesto entre la clase empresarial barcelonesa. Sorpresivamente, porque en teoría forman parte de ella. Francesc Homs y Germà Gordo están apagando fuegos desde Presidència, adonde se acumulan las reclamaciones. Lo decía Francisco de Quevedo: “La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió”.