Mas reafirma su ‘statu quo’
Su reivindicación de la astucia ha llevado a Artur Mas a buscar salida a una posición sin mucho margen y la ha trazado en forma de laberinto. Al final del laberinto, Mas se ofrece como salvador o como víctima, en culminación -según sus palabras– de siglos de constelaciones de esperanzas para una Cataluña que sea Estado.
Deja abiertas algunas nuevas opciones, aunque sigue sin reconocer que perdió doce escaños en unas elecciones anticipadas o que en el simulacro de consulta dos tercios del censo no fueron a votar. Aún así, se refuerza en el espacio que le ha ido ganando a ERC y dibuja una enrevesada hoja de ruta cuyo desenlace –dice– es el Estado propio, con su norma constitucional específica y pleno reconocimiento internacional, con un tránsito negociado, y con el requisito de un resultado “claro y nítido”.
En fin, es curioso que este hombre de perfiles angulados se haya aupado a la curiosa contraposición de una demagogia inexpresiva y sin color. Se ofrece como cabeza de lista y al mismo tiempo, como furgón de cola. Busca la negociación con el Estado y a la vez le achaca males que se remontan al pasado oscuro y medieval.
A pesar de todas las encuestas, Mas se ve más fortalecido, más seguro en su statu quo. Está logrando escenificar una coherencia que no existe, al amparo de su entrega a una causa que –dice– tiene sus raíces en la profundidad histórica. Es un peculiar complemento del pluralismo. Hay un cierto determinismo en su forma de concebir el pasado para justificar su presente.
El resultado son unas elecciones autonómicas que son consulta y que solo son consulta si la lista mixta de partidos soberanistas y sociedad civil obtiene una mayoría absoluta. En ese statu quo, Artur Mas no va hacia delante ni hacia atrás, sino todo lo contrario. Asegura querer respetar las normas, atribuye la corrupción a fuerzas externas, desvela la hostilidad, denuncia al enemigo.
En su espacio social, Mas está algo más fuerte aunque la sociedad esté evolucionando a una velocidad de vértigo, ajena a ese laberinto para una consulta final e ineluctable. Aquella constelación de sueños que le respalda desde los siglos, casi nada tiene que ver con la sociedad catalana de hoy, salvo para unos sectores soberanistas que han estado a punto de hacerse pasar por hegemónicos y mayoritarios.
Al contrario, estamos en una fase de fracturación incipiente y de heterogeneidad desatada. Y la política catalana incrementará su ensimismamiento, especulando sobre quién tiene puesto fijo en esta lista de frente soberanista.
Mas ha hablado de poner los ideales por delante de las ideologías. En realidad, su doctrina viene a ser lo que algunos sociólogos llaman la expresión incondicional de una idea que solo es cierta condicionalmente. Más allá, permanecen los atributos del poder. Habrá que ver lo que dice ahora Duran Lleida.