Más libre comercio según Obama

Barack Obama no quisiera pasar a los manuales de historia como el presidente de una guerra. Sabe lo que representó la guerra de Vietman para la conciencia norteamericana, del mismo modo que la presidencia de Bush hijo quedó marcada por la intervención militar en Irak. El Obama que retiró las tropas de Afganistán e Irak pretende como sea no quedar atrapado bélicamente por las vicisitudes sangrientas de Siria y el Nuevo Califato. ¿Asesoramiento militar, operaciones encubiertas, vuelos robóticos? Es más que probable.

Después de un segundo mandato poco convincente, el legado que Obama quiere perfilar es el tratado trasatlántico de libre comercio, el TIIP según sus siglas en inglés. La idea tomó nuevo empuje a causa de los efectos de la crisis de 2008 a ambos lados del Atlántico. El punto de partida es de mínimos, lo cual hace pensar que las negociaciones no están predestinadas al fracaso, hasta el punto de que se especula sobre un acuerdo final en 2015. En fin, sería un desenlace presidencial positivo, aunque ya se sabe que estamos en manos de los imprevistos. El azar malogra a veces el fin de un ciclo en la Casa Blanca.

 
Se trata de constituir la mayor área de libre comercio, que suma el 46% del PIB mundial

¿Importan ahora mismo estas cosas en una Catalunya agitada? En el fondo, sí. No es de menor cuantía la liberalización de un tercio del comercio mundial. Por la misma razón, los empresarios catalanes, sean o no pro consulta, saben que la visita de Mariano Rajoy a China puede contribuir a abrir mercados, lo que es una prioridad de la política exterior de este gobierno.

Por ahora, lo que más aflora es la oposición al tratado. Menos en España, ya ha sido un tema recurrente en el debate de las elecciones europeas. Las organizaciones anti-sistema denuncian una ofensiva contra la democracia. Era inevitable dadas las distancias entre los modelos económicos de Europa y los Estados Unidos. Fundamentalmente, se trata de constituir la mayor área de libre comercio en el mundo. Eso suma el 46% del PIB mundial. Quizás sea una de las consecuencias más notables de la destrucción creativa que genera una gran crisis económica.

En la Unión Europea, aunque se esté avanzando en las negociaciones, el mayor impedimento es la resistencia de los sectores sociales recelosos de una convergencia de los sistemas laborales y la privatización de los servicios públicos. Para los defensores del TTIP esas objeciones carecen de fundamento. Al contrario, proclaman los beneficios que el acuerdo tendría para ambas partes, con repercusión en las pautas de crecimiento y recuperación económica, contribuyendo –según las previsiones– a crear empleo.

Cultura, educación, salud y otros aspectos han sido aparcados y –según los analistas– quedarán al margen de la negociación del tratado. La parte menos explorada es la de ambos sistemas financieros, aunque hay acuerdo inicial sobre un modo de consultas entre el Banco Central Europeo y la Reserva Federal.

Será accidentado el debate en el Parlamento Europeo para la posible ratificación del tratado. No cabe duda de que los populismo reactivados en Europa, a derecha e izquierda, harán saben en voz muy alta su protesta más drástica. Entre otras cosas, el antiamericanismo todavía vende bien en la vieja Europa aunque quiera ser más abierta.