Más Europa es la alternativa

Las sombras planean sobre Europa. Una Europa sometida al dominio del austericidio decretado por los poderes europeos de la derecha y el neoliberalismo con la complicidad de la socialdemocracia. Una austeridad neoliberal adoptada por unos organismos de la UE con fuertes carencias democráticas y a espaldas de los propios Parlamentos nacionales. Esta Europa donde los estados han hecho cesiones de soberanía a unas instituciones políticas europeas con fuertes déficits democráticos y participativos.

Una Europa hecha de espaldas a sus ciudadanías y demostrativa del fracaso de unas élites que aplican unas políticas que provocan frustración y fracturan en la mayoría social. Unas políticas europeas que se quieren presentar como las únicas posibles. Así hemos visto políticas como las contrarreformas laborales que se han aplicado de forma mimética por gobiernos de derecha como el PP de Rajoy o socialistas como los de Hollande-Valls en Francia.

Europa hoy se contempla con temor, se ha destruido el ideal europeísta motivador que era visto socialmente como un modelo de futuro de bienestar y cohesión social. Ahora es todo lo contrario, los recortes parecen venir todos de Europa, incluso los que son fruto de decisiones tomadas en ámbitos nacionales.

La realidad es que se ha producido un retroceso desde la etapa conducida por Jacques Delors, donde el crecimiento económico se planteaba en paralelo a la mejora de las condiciones sociales. Se ha deshecho buena parte del camino que se había avanzado en cuanto a la concepción de la unidad europea. Todo ello es debido a las políticas llevadas a cabo en las últimas décadas y agudizadas a raíz de la crisis y que han ido dirigidas a beneficiar los grandes poderes económicos que han concentrado la riqueza cada vez en menos manos, mientras la pobreza y la desigualdad aumentaba, y las sociedades se fracturaban en su cohesión interna con el crecimiento de sectores de población excluidos que cada vez son más numerosos.

Y esta es una de las razones por las cuales crecen como reacción las opciones ultranacionalistas que quieren volver a los viejos estados-nación superados por la historia. Unas opciones que se basan en el miedo a un futuro oscuro y poco atractivo pero que se quiere combatir con un modelo idealizado de estados nacionales que ya son inexistentes e imposibles y que causaron grandes desastres bélicos en el pasado.

Estos movimientos ultranacionalistas de extrema derecha, racistas y aislacionistas se aprovechan de la nueva situación creada por las políticas de austeridad que desde las instituciones europeas y los gobiernos de derechas y socialdemócratas se han implantado. Ellas han generado en gran parte una respuesta primaria de malestar profundo por parte de los sectores más afectados por la crisis.

Una buena parte de voto de las clases trabajadoras y de clases medias expresan su frustración y resentimiento contra los partidos tradicionales gobernantes a quienes responsabilizan con razón de su situación. Estos sentimientos de frustración y rechazo son fácilmente utilizados por los populismos de derechas que apelan a los sentimientos nacionalistas para combatir este enemigo que representa Bruselas, las élites gobernantes y sus políticas.

Y pese a que el problema está provocado en gran medida por las políticas que los gobiernos de la UE e instituciones europeas como la Comisión o el BCE están llevando a cabo, tampoco debe quedar ninguna duda de que la alternativa al actual estado de cosas no vendrá de la mano de un regreso nostálgico a los antiguos Estados-Nación.

La alternativa sólo puede venir a escala europea, el regreso nostálgico a las antiguas formas estatales no puede dar solución a los problemas derivados de la globalización económica y financiera.

La alternativa sólo puede ser más Europa y otra Europa. Y conseguirlo sólo será posible mediante un cambio radical en Europa. Una Europa más democrática que supere la actual UE burocratizada y carente de controles democráticos reales. Un movimiento europeo que piense a escala europea pero sin obviar la escala estatal cuando se trate de establecer y formular alternativas. Hace falta una nueva Europa más democrática y social más orientada al bienestar de su ciudadanía, con más capacidad de creación de ocupación mediante una reconversión hacia una energía y una industria más «verde», más ecológica y sostenible.

Creadora de nueva de ocupación a través de esta nueva industria y mediante políticas públicas de potenciación de sectores creadores de mucha ocupación intensiva en mano de obra cómo son los sectores de la sanidad, la educación y los servicios sociales públicos. Y para ello se precisa no confundir la lógica de la eficiencia económica industrial que se mide con la productividad con la lógica de lo que es socialmente productivo en los ámbitos del trabajo social, que es la calidad de la prestación laboral.

Hace falta que la alternativa que defender por las izquierdas de progreso y ecologistas, y que se debe ampliar a las fuerzas democráticas y europeístas, sea defender un nuevo modelo de europeísmo. Un modelo de nuevo estado del bienestar que sólo es realizable a nivel europeo con un amplio respeto a cierto grado de soberanía de los estados. Hace falta más Europa para hacer frente a la globalización.

Hace falta más Europa como ideal colectivo y político para una nueva etapa. Una Europa social, inclusiva, más política, más democrática y ecológicamente sostenible. Sólo desde el ámbito europeo es posible hacer frente, con garantías para los intereses colectivos, a la globalización, y establecer normas y reglas que la controlen mínimamente. Esto hoy en día es imposible hacerlo desde el ámbito de los estados. Sólo a escala europea es posible establecer un equilibrio hoy entre el mercado y la justicia social.

Y hay que tener un proyecto europeo compartido, lo cual no excluye su articulación a escala local, regional, estatal y europea. Pero tiene que ser una lucha con referentes europeos y estructuras también europeas.