Mas descafeína el sí o sí

La hoja de ruta secesionista que un buen día ilusionó a un sector significativo de catalanes ahora va convirtiéndose en código obsoleto, desvirtuado y frustrante.

Si la intención de Artur Mas es congelar el suflé independentista, caben no pocas hipótesis pero todas pendientes de que el presidente de la Generalitat no diga hoy todo lo contrario de lo que dijo ayer. Han abundando demasiado las declaraciones calificadas de históricas, sin punto de retorno. El lifting para salirse de ese desgarro no es cosa fácil. Sucedáneos y descafeinados no solventan el problema de fondo. Ese problema es Artur Mas y sus giros.

Habría que saber si es aparente o real que Mas se distancia de ERC y de los coagentes ANC y Ómnium. Si fuese así, preserva el vínculo entre Convergència y Unió, abre un túnel de tránsito comunicativo hacia la Moncloa y, en caso de que pretenda agotar la legislatura, pudiera negociarlo con el PSC que tutela Iceta.

En este supuesto, uno se pregunta si valía la pena malversar tanta energía política, social y también económica, aumentando de forma tan innecesaria la tensión con ese Estado español al que ayer llamó adversario y que es el aval de la permanencia de Cataluña en España.

 
De momento ya no es el sí o sí, sino un simulacro participativo, una suerte de encuesta teatralizada

Pero si lo que intenta es ganar tiempo y seguir diciendo hoy una cosa y mañana otra, le queda ya muy poco margen. Para acabar en una escenificación tan rústica como el llamado referéndum de Arenys de Munt no hacía falta tanto ruido. Ni censo, ni junta electoral, ni mesas constituidas, ni papeletas ni la menor garantía de que el mismo ciudadano vote tres o cuatro veces.

En este caso, sería aún más rehén de ERC, sobre todo si llegasen al acuerdo altamente improbable de una candidatura única para unas elecciones autonómicas a las que se llamaría plebiscitarias y que, como mínimo, intensificarán la división existente en la sociedad catalana. De entrada con Unió. En fin, tal vez Mas pretende llegar como sea al final de la legislatura, a la espera de que ERC baje en expectativas de voto.

El frente secesionista se va agrietando visiblemente. De momento, lo que queda es un poso de insatisfacción en el conjunto de la sociedad catalana, tanto la que creyó en la retórica mesiánica de Mas como la que se sintió excluida de un futuro independentista. Unos y otros podrían sospechar que todo ha sido un mal sueño prácticamente sin guión porque ahora resulta que nada era como Mas decía.

La posibilidad de que Artur Mar pueda remontar este gran socavón parece remota. Lo intenta pero, ciertamente, con poca imaginación y cintura política. Pero de momento ya no es el sí o sí, sino un simulacro participativo, una suerte de encuesta teatralizada. A ver qué paso da Oriol Junqueras. Tampoco lo tiene fácil, tanto si opta por el café-café o destila su propio descafeinado.