Mas, del error a la ceguera
Cada día que transcurre desde la noche electoral del pasado 25 de noviembre, cada encuentro, acto o declaración, hacen más patente la soledad política de Mas. La magnitud de su grave error de cálculo se agranda a los ojos de los observadores ante las dificultades objetivas que tiene el dirigente nacionalista para liderar la nueva legislatura en Catalunya.
Y, sin embargo, Mas parece empecinado en perseverar en el error. Las urnas no le han dado más autoridad, sino menos. Se presentó pidiendo una mayoría clara que respaldase su apuesta soberanista y perdió en el intento 12 de los 62 escaños que tenía, la quinta parte. La pretensión de insistir en su proyecto, rellenando los huecos en la bancada de CiU con escaños prestados de ERC tiene algo de patético salto adelante.
Contra lo que aconsejaría el sentido común, el president en funciones parece empecinado en salvar su sobrevenida misión pese a lo que las urnas le han dicho con meridiana claridad. Para ello suma y resuma, tortura escaños y votos para poder presentar un excel que le siga justificando: “las fuerzas que apoyan el derecho a la autodeterminación han sumado un diputado más… si se tienen en cuenta los de Iniciativa per Catalunya, la sociedad catalana está mayoritariamente por el derecho a decidir…”
De nuevo el recurso a las palabras para esconder los contenidos. ¿Derecho a decidir, a la autodeterminación…? Por supuesto, ¿quién puede no estar de acuerdo con el derecho a decidir? El problema es para qué, cómo y de qué manera, lo otro es pura retórica, más propia del acné juvenil que de las responsabilidades de un gobernante.
Mas suma los escaños de Iniciativa, que es mucho sumar para según que cosas, pero se puede hacer perfectamente otra suma: los votos que han respaldado a CiU, ERC, CUP y SI han sido 1.761.460; los que lo han hecho a posiciones federalistas (PSC y IC) y autonomistas (PP, C’s y UPyD) han sido 1.642.864. ¿Mayoritariamente? ¿Qué mayoría, el 50,84 frente al 49,16%? Y ello sin sumar unos ciento y pico mil votos de más difícil clasificación, aunque algunos no tanto como los más de 60.000 del partido xenófobo PxC. Una mayoría demasiado raquítica de votos para un camino tan empinado como el que espera hacia un estado propio.
Parecería, por el contrario, más sensato reconocer el fracaso electoral, lo inoportuno e improvisado de la propuesta política para la que se pidió un respaldo que finalmente no se obtuvo y centrar los esfuerzos en reconstruir puentes y mayorías que den consistencia al futuro gobierno de la Generalitat. Los retos que hay sobre la mesa (crisis de legitimidad política, crisis económica, deterioro social…) necesitan ser abordados desde posiciones sólidas y amplias y no desde la cabezonería y el resentimiento.
Mas debería urgentemente recomponer en primer lugar sus propias fuerzas, hoy confusas y debilitadas, su propio partido y su coalición, así como sus relaciones con un empresariado que no ha entendido bien una apuesta tan incierta; debería por supuesto rehacer puentes con las fuerzas mayoritarias españolas, sin cuya complicidad parece difícil dar pasos seguros hacia un autogobierno más amplio; debería dedicar una parte importante de su tiempo en buscar, ahora sí, un gobierno no ya de mejores sino de buenos gestores y políticos que no repitan en la nueva legislatura el fiasco de la obra de gobierno de la anterior, y no dejar de valorar el por qué de las primeras renuncias que les están llegando.
Sólo si encauza bien estos desafíos, tendría sentido pensar en aventuras mayores. Las que ha propuesto hasta ahora no las ha recibido bien ni su propio electorado. Mantenerlas con el apoyo de rivales políticos no parece una decisión de futuro, sino más bien ceguera política.