“Mas Bañuelos La Caixa”. Más allá del más allá

Empezaré con una de esas pequeñas confesiones que hago de vez en cuando: llevo unos días buscando piso o casa de alquiler. Con lo que me gusta a mi la agilidad –tipo eso veo, eso quiero– ésta labor me cuesta un gran proceso de adaptación mental. Si sumamos que no sé (o me es indiferente) la zona y, la verdad, tengo un presupuesto abierto (no sé si mucho o poco), todo es más complicado.

Esta reflexión personal me hace pensar que cuando uno no sabe qué quiere o qué desea, aunque sea una cosa menor, tiene un problema. Veo, más con temor que con indiferencia, que ese problema mío también lo tienen otros, como el President Mas. Y en mi caso, seamos francos, sólo me afecta a mi. A malas, también a mi entorno. Pero el problema del President nos afecta a todos.

Un president como Artur Mas que no sabe qué objetivo tiene en la vida, que pivota de extremo a extremo de una cuerda, no es un Presidente estable. Quizás una de las cosas que deberíamos pedir siempre a un gobernante es que, dejando de lado los vicios personales, al menos tenga claramente marcado un objetivo en la vida. Y Mas está mas allá del más allá. Es decir, aún más alejado incluso a lo Nietszche del más allá del bien y el mal.

Uno puede negociar mal en la vida, puede apostar (nunca mejor dicho) por un producto como Eurovegas con todas las dudas existentes sobre la figura de Sheldon Adelson. Pero nunca, siendo gobernante, puede convertir una derrota en un juego de trilero de barrio marinero. Mas y su equipo de negociadores han perdido Eurovegas. Pero de golpe y de la mano del no libre de sospechas Enrique Bañuelos han lanzado Barcelona World. Un proyecto sin avales que podríamos haber inventado usted –lector– y yo en cualquier conversación nocturna y hasta taciturna de bar.

Enrique Bañuelos –al que ahora La Vanguardia define como “ante todo un emprendedor nato, inteligente, astuto, discreto y con una gran voracidad para los negocios”– aparece de la mano de nuestro President Mas. Al lado, discretamente, Isidre Fainé, presidente de La Caixa. Supongo que Juan Maria Nin, director general de la entidad y habitual de estos actos, aun debe pesar en cuando envió al sacrificio a su mano derecha en el Banc de Sabadell, Juan Antonio Alcaraz, en su paso por la destartalada Astroc que dejaba, casi en la fuga, Bañuelos. Tras seis meses allí debía ser tal el desastre que encontró que lo recolocó en La Caixa. Por cierto, donde dicen que ejerce con voracidad su función.

Otros actores del teatrillo eran el profesor de universidad Mas-Colell. Creo que será mejor recordarle como brillante maestro que como fracasado conseller. Intervino con una frase más propia de serie B que de conseller serio dirigida a Adelson: “Ya se enterará del proyecto –Barcelona World– por los periódicos”. Recuerda a la época infantil, cuando uno guardaba aquellos mensajes más propios del humo que la realidad. Vamos, chulería de la EGB (ahora dicha Primaria o hasta ESO).

Y hablando de humo, quizás hasta el propio Eurovegas lo pueda ser. Pero lo que es incuestionable es que desde la Generalitat se había apostado por el complejo de casinos y lo único constatable es que se ha fracasado de forma estrepitosa. Ahora no vale lanzar a algunos medios amigos y subvencionados contra el cuello de Adelson y poner como garante de no sabemos qué a Bañuelos.

Decíamos antes que Bañuelos dejó Astroc casi en la fuga. No olvidemos que la Audiencia Nacional archivó su caso, pero muchos inversores perdieron su dinero. Él creo una empresa, la infló, y antes de su caída la vendió. Para algunos como, La Vanguardia, es un gran emprendedor. Para otros, simplemente un vendedor de humo. Alguien que saltó del barco (su barco), como algunos animales de talla pequeña y rabo largo, antes de hundirse. El muerto se lo pasó a otro –se supone que era consciente que era un muerto, por la caída brutal posterior– y se refugió con sus millones poniendo a un gran océano de por medio.

Supongo que habrá opiniones para todos los gustos, pero pienso que no es la persona ideal para aparecer en una foto dando la mano a mi President. Muy desesperado debe de estar Mas para querer sacar pecho con esa instantánea. Sinceramente, todo denota una falta de plan B. Una falta de ideas, y una falta de objetivos en su presidencia que deben hacer reflexionar a todo el mundo.

Volviendo a los orígenes. Yo quizás tarde en alquilar un piso o quizás me embarque en el primer antojo que vea, pero no tengo la responsabilidad de gobernar un país ni de responder ante nadie más que mi persona. El President Mas debe ser consciente, por una vez, que no sólo depende de sus vivencias. Ha fracasado en su negociación y, cual niño pequeño, saca un conejo de la chistera. Mas tiene que gobernar con unos objetivos claros y bien definidos.

Lo que hace un mes era bueno, ahora no puede ser malo. Quien hace unos años era un vendedor de humo que arruinó a mucha gente no puede ser ahora la tabla de salvación del Gobierno. La Caixa, por suerte, es coherente –y muy criticable en otros aspectos–. Esta vez simplemente participó de la pantomima y, como filtran, “sin dinero encima de la mesa ni financia ni vende”. Han perdido diez minutos de su tiempo y quedan a la espera. La situación es muy diferente para el President Mas: ha perdido muchas horas del tiempo de todos.

Recordemos que jugar con el apellido Mas siempre fue fácil. Pero, por el bien de todos, no es sana la convivencia Mas Bañuelos. Ni hoy, ni mañana, ni más allá del más allá. President Mas, marque de una vez qué quiere en la vida, cómo quiere gobernar y olvide profesores de universidad, trileros y otros personajes que lo único que hacen es confundir su realidad absurda con la realidad de todos. Baje a la calle, hable con la gente y no se esconda en soluciones mágicas para conseguir titulares.

Al final, President Mas no se equivoque otra vez. La gente tiene claro que se apostó por Eurovegas y, como fracasó, ha buscado a alguien de urgencia (maldita elección, también) para montar un circo. Los personajes están todos definidos, incluido el payaso. Por suerte, la Caixa –y eso es algo que aunque pese hay que decirlo– simplemente estaba allí y educadamente le han hecho salir al escenario.