Más allá del mundo de Artur Mas
La ilusión de un mundo catalano-céntrico tiene no pocos rasgos de pairalisme, precisamente en un momento en el que de lo que se trata es de liberar energías económicas y sociales para, entre otras cosas, recuperarse de la crisis, mejorar la competitividad y contribuir a que nuestros hijos vivan en un mundo menos endeudado.
Allá en el ancho mundo, no todo respira un aire tonificante de post-crisis. Por ejemplo, China ha crecido a tal ritmo que ya vive los problemas específicos del crecimiento. Es decir, con el crecimiento está emergiendo una clase media y esa clase media desea instintivamente alguna forma de estabilidad democrática.
Su caja de resonancia es Hong Kong. La versión china de los nuevos autoritarismos, no pocos post-comunistas, tuvo su primera contestación en la plaza de Tiananmen. El segundo choque está ahora en las calles de Hong Kong, hasta el punto que esa efervescencia puede dañar su fortaleza económica y financiera, cediendo su segundo puesto asiático –el primero es Tokio– a Singapur.
La fórmula habitual de “un país dos sistemas” se está deshilachando. Lo que en Hong Kong durante años fue una disidencia minoritaria ahora es un hecho masivo. El problema está siendo la asimetría rotunda porque la gran ciudad de Hong Kong tendrá elecciones generales en 2017 y en China no se sabe ni se contesta. De ahí la resistencia a un integración plena en el sistema chino. En Hong Kong ya no se creen que Pekín les garantice la autonomía política.
Para los empresarios de Cataluña que quieren entrar en el mercado chino, la incógnita de Hong Kong y sus repercusiones financieras no son un buen augurio. La economía global tiene por máximo riesgo cualquier brote de inestabilidad. Aún así, al final es posible que la masiva erupción civil no altere la solidez financiera de Hong Kong, con lo que el nerviosismo de estos días podría ser pasajero.
Pero sigue siendo una realidad que la China es un híbrido post-comunista difícilmente reformable, en términos de democracia y Estado de Derecho. Hong Kong vive en buena parte de la energía económica china y a la vez padece las contradicciones de un sistema todavía controlado por el partido comunista, aunque se haya transformado en una clase tecnocrática. Las gentes de Hong Kong sienten la urgencia de votar. También es cierto que no toda la población aprueba la estrategia de las marchas callejeras.
En caso de un deterioro de la capacidad financiera de Hong Kong, los analistas de Bloomberg insisten en que el beneficiado será Singapur y no Shanghai, como pretendía el régimen chino. También insisten en que la nueva cúpula china ha frenado la estrategia de apertura. La pregunta es hacia donde se encamina la China actual. Para su credibilidad es esencial que los ciudadanos de Hong Kong se sientan libres y no coartados.