Mas, ¿al borde del triunfo o de la caída final?

A la pregunta concreta a miembros del gabinete de Mariano Rajoy sobre la posibilidad de que Artur Mas vuelva a ser un interlocutor en la política española, la respuesta es más gestual que verbal. Los ojos se agrandan, aparecen unas arrugas en el rostro, y los labios dibujan un claro rechazo.

Claro que otra de las cuestiones importantes es saber si el propio PP será el encargado de formar el nuevo gobierno español tras las elecciones generales del 20 de diciembre. Pero preguntados también los dirigentes del PSOE y del PSC, la respuesta no es muy diferente. Es decir, se entiende que Mas ha llegado hasta el final, que ya no puede seguir adelante, y que no tiene margen de maniobra.

Pero los mismos dirigentes admiten que Mas no ha engañado a nadie. Que dijo que realizaría una consulta, y lo hizo, –el llamado proceso democrático, en contra del criterio del Gobierno que pidió al Tribunal Constitucional que lo parara, y por ello Mas declaró este jueves ante el Tribunal Superior de Justícia de Cataluña–, que lograría una lista unitaria, y la obtuvo, pese al rechazo inicial de ERC, y que convocaría elecciones de carácter plebiscitario, y así han sido.

Lo que exponen esos mismos dirigentes es que la capacidad de resistencia de Mas, –eso que ahora llaman resiliencia– está más que demostrada, y que, a pesar de que va perdiendo apoyos (62 diputados de CiU en 2010, 30 escaños de CDC en 2015, de los 62 de Junts pel Sí), Mas sigue al frente de la manifestación independentista.

Y nunca mejor dicho. Mas logró este jueves algo muy cercano al sueño soberanista: aparecer como un líder, sometido en los tribunales, el mismo día que se celebraba el 75 aniversario del fusilamiento del President Companys. Animó a los suyos, todo el Govern –¿es lógico que se manifieste delante del TSJC el conseller del ramo, Germà Gordó?– y a los cuadros y militantes convergentes, con el apoyo de republicanos, e independientes, además de alcaldes de las distinas localidades catalanas –no de los principales alcaldes, los de las ciudades más pobladas–.

Pero, ¿y ahora qué? Mas, preguntado por si aceptaría o no una posible inhabilitación, aseguró que eso dependerá del estado jurídico de Cataluña cuando esa decisión llegue. Afirmó, por tanto, que podría desacatar lo que dicte el TSJC, pasando a ser ya el gran líder rupturista que desea el independentismo.

Sin embargo, las cosas pueden ser más prosaicas. De hecho, acostumbran a serlo. Y, como apuntan algunos dirigentes nacionalistas, una de las ideas que se consideran es que Mas pudiera ser el candidato de una gran lista independentista a las elecciones generales.

Eso, admiten, no obstante, es ir demasiado lejos. Por ahora lo que tenemos es que Mas ha vuelto a resucitar para buscar ya el acuerdo de investidura con la CUP, o para ser el número uno de una lista de un nuevo espacio político soberanista de cara a unas nuevas elecciones al Parlament.

Ahora bien, y eso depende del TSJC, ¿qué pasaría si la causa del 9N se archiva en las próximas semanas? ¿Qué pasaría si se pincha el globo independentista que se alimenta de la causa judicial –se considere procedente o no el proceso– y Mas se encuentra que no está imputado –a partir de ahora, con la reforma judicial, será ‘investigado’–, y en las elecciones generales las listas soberanistas no ganan en Cataluña?

Quien tiene la respuesta a corto plazo es la CUP. Y, aunque es una fuerza política aparentemente coherente con su ideario, tras las escenas de este jueves –cercanas al populismo– podría investir a Mas. Por ello, no descarten nada. Cerca del triunfo y de la caída final, así está Artur Mas.