Marta Pascal renuncia a Laura Borràs
Marta Pascal trata de hacer una propuesta honesta desde el Partit Nacionalista de Catalunya, pero arrastra rémoras muy pesadas
Que la primera presentación pública, frente a un atril, del Partit Nacionalista de Catalunya (PNC) de Marta Pascal haya sido en el Círculo Ecuestre no está motivada más que por los extraños tiempos pandémicos que vivimos.
Aunque el Ecuestre sea un espacio transversal y abierto, está muy alejado de las supuestas tesis independentistas de esta formación. Así que el territorio era, en todo caso, contrario, aunque conectado con una expresión que todavía debemos descubrir si existe o no: el catalanismo político.
Dos ideas: nada de pactar con Laura Borràs, ni utilizar a los políticos presos como instrumento electoral. Lo tiene claro.
Su bolsa de votantes está entre los que se distancian de forma clara de todo lo que sea legado de Puigdemont y los que no quieren saber nada con el independentismo de la CUP. Diferencias ideológicas y muy claras. Cosa que se agradece.
Regreso a 2012
La trampa de los últimos años en Cataluña ha sido disimular el ideal independentista entre la derecha y la izquierda.
El objetivo de separarse de España prevalecía en importancia ante argumentos de criterio político que, a la larga y a la corta, son los fundamentales.
Pascal lo deja claro. Marco jurídico sólido y no cambiante, reducción de la estructura de la Generalitat, sanidad pública y privada para luchar contra la pandemia, supresión de las Diputaciones (lo dicen siempre) y concierto económico. Parece Artur Mas en sus elecciones del 2012.
Sobre el concierto económico -una opción difícil de encarar de no existir una reforma de la Constitución-, matiza. “Nos dicen que el concierto es una pantalla superada. De qué. ¿Cuándo? Si no lo tenemos”.
El catalanismo huérfano
Es cierto que la propuesta de Pascal es honesta e intenta encontrar un espacio existente en la Cataluña de la derecha catalanista. Sin embargo, las rémoras son pesadas.
Su votante potencial está dividido entre el que sigue pensando que la desconexión está muy cerca y, por lo tanto, el problema radica en un Estado autoritario como el español al que hay que seguir pegándole caña y el que busca una vía más práctica volviendo a una senda de colaboración con el Estado.
Marta Pascal acepta la autocrítica. De hecho, considera que el independentismo ya lo ha hecho. Sin embargo, no analiza a la otra parte de la misma forma.
“Ahora hace falta que esa autocrítica venga de España”. El razonamiento sirve para su votante más independentista. Sin embargo, puede que no sea sólido ante el catalanismo huérfano que dirige su mirada crítica y de enfado a la bancada del 1 de octubre.
Los restos de la casa gran del catalanismo
La orfandad política no tiene todavía un líder claro. Son muchos los que orbitan alrededor de ese espacio. Cada formación explica su versión. Dónde puede y dónde quiere llegar. Cada semana se envían documentos con la intención de que el otro acepte sus condiciones. Todos formaron parte un día, parece que muy lejano, de aquello que se denominó “la casa gran” del catalanismo. Hoy son muchas casitas que parecen flotar en el juego del Monopoly.
Lliures, Convergents, Units, Pdecat… Siglas a la búsqueda de votantes. Y una total imposibilidad de fusión. Todos venden que ellos lideran algún tipo de acuerdo. La realidad es muy diferente.
Y aunque, efectivamente, la cuestión identitaria es fundamental para ser coincidente, existe una mar de fondo basado en las malas relaciones personales que lo dificulta.
Todos están lejos de todos
Marta Pascal asegura que el PNC hizo una propuesta al Pdecat, presidido por David Bonvehí, llena de honestidad. “No hubo complicidad”. Ese es un resumen fácil para explicar que la unión fue imposible.
En definitiva, todos están lejos de todos. Una prueba que demuestra que el independentismo se ha llevado por delante la fortaleza del ideario político catalán que algunos aseguran no volverá. Aunque eso no esté escrito en ningún sitio.
Claro que si esa opción política, troncal en Cataluña durante todos los años del pujolismo, no se aviene, ¿por qué tendría que acercarse su antiguo votante? Se saldrá de dudas, sean cuando sean las elecciones. Jamás no votar se había convertido en la mejor forma de explicar qué va a ser de Cataluña en los próximos 10 años.