Marruecos, transición gradual
Cinco años después de llegar al poder en 2011, en plena efervescencia de la Primavera Árabe, los islamistas del PJD, Partido de la Justicia y el Desarrollo, han vuelto a ganar las elecciones legislativas de Marruecos. Su líder, Abdelilah Benkirane, asumirá un segundo mandato como jefe de gobierno. El «Partido de la Linterna» –el emblema de la formación– ha llevado a cabo una campaña agresiva, destacando cinco años de estabilidad del país y una imagen de partido incorruptible e independiente.
Los resultados de las contienda electoral también confirman la aparición de un bipartidismo en la vida política marroquí, con dos grandes partidos que suman 240 escaños de 395 en la Cámara de Representantes.
Marruecos mantiene una gradual transición política y económica y una estabilidad en un entorno regional tormentoso. Es la primera economía en el Magreb en términos de crecimiento. Una excepción que navega de forma equilibrada, entre la geoeconomía y la geopolítica, en un momento de cambios profundos.
A diferencia de los levantamientos populares en todo el Oriente Medio y el norte de África en 2011, Marruecos se ha mantenido relativamente indemne, evitando la agitación política desestabilizadora o el impacto económico. El caso de Marruecos ha sorprendido a muchos observadores, ya que sus indicadores sociales, políticos y económicos débiles y problemáticos son muy parecidos a los de los otros países en transición.
Los factores que definen la situación única del país son la consolidación de la legitimidad del rey Mohammed VI, los esfuerzos rápidos del gobierno para la elaboración de un plan económico con el apoyo de las instituciones financieras internacionales,y la gestión inteligente de las reformas socio-políticas.
Economía, reformas y estabilidad son las tres áreas que afectan directamente la vida de los marroquíes. Hoy la estabilidad depende de cómo se gestionan la economía y la agenda de reformas, así como de la lucha contra los desafíos de los extremistas.
El relativo éxito de las reformas está en las inversiones en grandes proyectos de infraestructuras y programas para la emergencia del turismo, la industria y las energías renovables. Obras como TangerMed, uno los puertos más grandes del Mediterráneo, fábricas de automóviles como Renault, la industria aeronáutica, los tranvías urbanos y la alta velocidad, la mayor obra ferroviaria de África, que estará lista en 2017.
La economía empieza a beneficiarse de la modernización. En los últimos 17 años, su modelo de desarrollo ha cambiado. Hay avances en su apertura a nuevos mercados y la diversificación de sus socios. De seguir este ritmo el reino podría formar parte del club de los emergentes.
Situado en una encrucijada estratégica entre Norte y Sur, Este y Oeste, Marruecos explota inteligentemente su ventaja competitiva geoestratégica y, sin alejarse de Europa, se acerca a África. Para así convertirse en un potencial centro de negocios y finanzas, una plataforma de producción y exportación, una puerta de entrada entre ambos continentes –y esto no sólo beneficia a las empresas marroquíes, también aumenta el atractivo internacional del país.
El vínculo económico entre España y Marruecos es asimétrico. Son socios naturales, complementarios y necesarios. España es el primer socio comercial: 20.000 empresas de España exportan a este mercado y más de 1.500 están presentes en múltiples sectores. En 2015 los intercambios comerciales alcanzaron los 11.037 millones de euros. Marruecos es el noveno mercado a nivel global, segundo fuera de la UE y primero de África para España.
Las nuevas realidades requieren escribir una nueva narrativa, una nueva alianza que, además de potenciar la relación bilateral, apueste por competir juntos para desempeñar un rol puente entre África y América Latina.
Hay que apoyar el compromiso del Reino de una dinámica inclusiva que permita fortalecer el pluralismo político, la reforma económica y la modernidad. Sin perder su identidad, cultural y religiosa. Europa, y sobre todo España, necesitan que este modelo tenga éxito, para mantener la estabilidad. Marruecos se enfrenta a muchos desafíos sociales y económicos profundos subyacentes, y existe el riesgo de que estos puedan llegar a alimentar el malestar si el actual proceso de reforma moderada no da frutos o resultados.
A pesar de los avances aún queda mucho por hacer para abrir sustancialmente el espacio político y crecer económicamente. Entre otros desafíos: el desempleo, la cuestión de los licenciados en paro y la inclusión de las mujeres en el mercado laboral.
La actualización del sistema de educación y sanidad pública, la creación de canales de participación ciudadana y las reformas por hacer son factores pendientes para mantener a Marruecos en el camino hacia un país más plural y económicamente viable.