Margen para la marcha atrás
A pocos días –horas– del 9N no es exactamente el momento para calcular el estropicio atribuible a Artur Mas, sino para explorar el margen de maniobra existente para que la concatenación errores no tenga consecuencias irreversibles.
Es dudoso que Mas tenga la cintura política suficiente y no solo porque ha hecho concesiones excesivas a ERC, a Òmnium y la ANC o porque haya llevado demasiado lejos un forcejeo con el Estado que iba a volvérsele en su contra. La verdad es que es un político de capacidades escasas al margen, si acaso, de la administración del día a día.
Pero se trata de ver si Artur Mas lanza los suficientes mensajes cifrados para que las sucesivas impugnaciones de la consulta no desemboquen en una fricción grave y costosa para todos. Después de haberse comprometido de forma tan imprudente con algo que es manifiestamente ilegal, le quedan pocos recursos salvo apartarse de forma nominal y operativa de la consulta y pasar a darle el contexto de actividad celebrada por parte de asociaciones ciudadanas, de signo secesionista.
Es algo con lo que el Gobierno de Rajoy tendría que hilar muy fino. De una parte, la jornada debiera ser lo más inocua y tranquila posible; por otra parte, es su responsabilidad vigilar que la ley se cumpla. De la interpretación que se haga de los efectos colaterales al votarse en las plazas dependerá lo que pueda irse hablando al día siguiente. Va a ser un día bastante largo.
Anecdóticamente, habrá que ver qué hace al día siguiente el conseller Homs no solo porque dijo que se iba si no había consulta, sino porque también ha denigrado sistemáticamente la realidad constitucional, desde un desconocimiento abrumador. Ha llegado hasta el punto de recurrir ante los propios poderes constitucionales para amparar su desacato indescriptible.
No se quedará solo quien el day after” diga con claridad: “Váyase Señor Homs”. Pase lo que pase, Artur Mas tendrá que soltar lastre y abandonar a Homs a su destino sería un acto merecedor de indulgencia plenaria. Para Mas, un respiro y también para los periodistas que han pasado por el trance penoso de asistir a las ruedas de prensa del portavoz de la Generalitat.
Lo más pronto posible, Artur Mas tal vez desease la oportunidad de dar paso a una Convergència más matizada, menos frontal, no rupturista. Pero ya nadie sabe si eso existe, ni si solo sería una presencia electoralmente residual. Inevitablemente, miles de ciudadanos se sentirán engañados. A ver quién lo paga.
En la hipótesis menos desastrosa, quienes han impulsado desde fuera la consulta del domingo se sentirían traicionados por Mas. Es el precio de la demagogia. Verán, si es así, cómo Mas les va dando la espalda con compunción, pero tal vez incluso con alivio. Si el presidente de la Generalitat se aparta institucionalmente de la consulta, la reconducción del conflicto todavía es posible. La irresponsabilidad es grave, pero ahora mismo lo que cuenta es la sensatez con que instituciones y la sociedad asuman la hipótesis de tratar de llegar buenamente al día después.