Marc Puig, en el Gotha de la economía

La plaza Europa de la barcelonesa Gran Vía es el nuevo Gotha empresarial. Sobresale la sede de la empresa perfumera Puig, situada frente al building de material clínico, Werfen, propiedad de Josep Maria Rubiralta, el jeringuilla. En la misma plaza, asoma la cabeza de Spanair, o lo que queda de ella, un cascarón acristalado y vacío después del fiasco morrocotudo de la pretendida aviación civil catalana. A tiro de piedra, se adivinan las torres Nissan.

Es la recién creada centralidad urbana. En ella, el edificio de Puig, obra de Rafael Moneo (23 plantas), renueva al fin el clásico skyline de Barcelona. Allí reina ya Marc Puig, el presiente ejecutivo de Antonio Puig, el hombre fuerte de la tercera generación de la empresa de moda y fragancias.

Los Puig son una versión exitosa de Los Buddenbrock, la novela en la que Thomas Mann narra el mundo de los mercaderes en el corazón de la aristocrática ciudad de Lübeck; una historia magistral, de supervivencia y de amor. Como en el caso de los alemanes, los Puig palpitan en la zozobra de la multipropiedad. ¿De quién es la empresa del abuelo Antonio? Pues de la segunda generación y de los 14 primos hermanos que componen la tercera. Los Puig viven sigilosamente sus encuentros y desencuentros.

La segunda generación, los hermanos Antonio, Mariano, José María y el fallecido Enric, colocó la empresa en el planeta, la internacionalizó. El abuelo Antonio Puig, el fundador, fue un innovador en materia de publicidad. Él fue quien posición la marca en el mundo de la moda. Lo hizo siguiendo esquemas estéticos rompedores de la mano de Alexandre Cirici i Pellicer, figura del arte y publicista. Puig es un templo del buen gusto, como puede verse en su sede tradicional de Travessera de Gràcia. Es una mezcla en la Barcelona tolerante; la ciudad en la que Sert levantó máquinas de vivir y Gaudí, máquinas de soñar.

Además de perfumeros, los Puig son armadores. Enric Puig fue presidente del Club Náutico y su empresa patrocinó la copa del Rey de vela desde 1984 hasta 2006. Unos tiempos en los que era natural ver a la infanta Cristina entre la tripulación de Azur de Puig, un velero campeón. Después, tras el elefante en Botsuana, cambiaron la regata real por otra llamada Puig Vela Clásica, una competición de cabotaje que transcurre en aguas cercanas.

Desde que manda Marc, el pedigree ha sido sustituido por la rentabilidad. No se trata ya de ser bonitos, sino los mejores delante de los analistas de los bancos de inversión que visitan la empresa en busca de una dentellada en el pasivo o de algo que llevarse a la boca. Nunca les convencerán; los Puig no buscan mercados al contado, son refractarios a la bolsa, como la mayor parte de sus homólogos en el campo de la química fina.

Los Puig y los Esteve (laboratorios) controlan la mayoría accionarial de Isdin, fabricante de champú y gel, un sector abducido por la cantidad y los costes unitarios. Pero si se les pregunta a ellos, la respuesta siempre es la misma: tratamos de mantener una clientela fiel en la alta gama. Ellos son los de Nina Ricci, Jean Paul Gaultier y Carolina Herrera. También tienen licencia de terceros como Prada y Valentino. Es su forma de mantener las plumas de la rancia tradición, pero sin bajarse de la reducción de costes ni del estrés negociador con los proveedores.

Hace algunos años, se plantearon diversificar. Manuel Puig Rocha, primo de Marc, adquirió una participación en Fluidra. Pero se llevaron un buen susto: la depreciación de la nueva estrella bursátil les dejó sin aliento. Cosas del mercado de valores, un mundo virtual en el que las ganancias, igual que las pérdidas, sólo son tácitas. La operación se hizo a través de Maveor, el family office de los Puig, una de estas plataformas de inversión que han explorado la piedra y la alta rentabilidad.

Marc representa el fin de las aventuras, el zapatero a tus zapatos En la última década, los Puig han transitado desde un 3% de participación en el mercado internacional y un beneficio no satisfactorio en 2004, hasta alcanzar un 8,6% del mercado mundial. La compañía se ha situado en el sexto lugar del mundo en el sector de las fragancias y aspira a ser el tercero con una cuota del 12%, en 2020. Puig ha limitado su oferta y ha reforzado los puntos estratégicos de su cadena de valor. En la nueva sede de plaza Europa, Marc tiene su nido de águilas. El edificio es un proyecto llave en mano de CatalunyaCaixa, la entidad que pasó al Fondo de Reestructuración Bancaria (Frob). La empresa de fragancias lo ocupa en régimen de alquiler con opción de compra.

Las cautelas a la hora de invertir han modificado los hábitos. La Barcelona conquistada por Jean Nouvel y Enric Miralles en el supositorio de Agbar y en el espacio mega-cúbico de Gas Natural trata de mantener las formas. Pero la ciudad ya no sobrepaga. Sus inversores han bajado del cielo.