Marc Argemí: “En las redes los primeros propagandistas somos nosotros mismos”
Argemí, autor de 'El sentido del rumor', reclama una “educación sobre dieta informativa” para tener un criterio propio a través de las redes sociales
Serio, reflexivo. Marc Argemí (Sabadell, 1979), sabe que el análisis de lo que se cuenta y se dice en las redes sociales puede cambiar la propia concepción de la política y el uso de los medios de comunicación. Argemí es socio director de Sibilare, una consultora especializada en comunicación y big data, y ha clavado los resultados de las elecciones generales y de un referéndum tan complicado como el brexit, en el Reino Unido. Y señala que si se desea obtener informaciones ciertas y útiles en las redes sociales, lo primero que se debe tener en cuenta es nuestro uso particular: “La propaganda falsa no va a desaparecer, porque depende también de nosotros, que nos debemos proteger del propagandista que llevamos dentro”, argumenta, en una advertencia hacia ese clik fácil en función de nuestra curiosidad por un titular.
Argemí explica buena parte de su experiencia en el análisis de las redes en su libro El sentido del rumor (Península), que lleva un subtítulo esclarecedor: ‘Cuando las redes sociales ganan a las encuestas’.
En una entrevista con Economía Digital, este analista asegura que debemos ser conscientes del cambio de paradigma, de que las redes sociales se deben saber utilizar, y que los medios de comunicación, antes de articular un discurso nostálgico, deben y pueden buscar las mejores herramientas para difundir sus noticias, opiniones y análisis. “En Twitter y Facebook, debemos saber que lo que desean esas empresas privadas es que estemos el mayor tiempo posible, para sus intereses comerciales, y lo que hacen es ayudar a compartir mensajes que, previamente, hemos difundido, es decir, buscar alargar conversaciones”.
Si el mundo ha cambiado, ¿cómo nos podemos adaptar, ya sea como profesionales de la comunicación o como usuarios, como ciudadanos que buscan noticias reales? Argemí no tiene una respuesta contundente, porque todo forma parte de un proceso dinámico, que, justo ahora, se ha comenzado a entender e interpretar.
Pero tiene claro que “dependerá de una educación sobre, como yo llamo, dieta informativa, y que pretende evitar el sobrepeso o la anorexia informativa. Se trata de tener, en definitiva, un criterio propio, un saber buscar, que es, ciertamente, más complicado, pero también más rico, que cuando se disponía de una dieta informativa pautada, con informativos, telediarios, periódicos jerarquizados…”
Argemí apuesta por una dieta informativa que ofrezca capacidad de elección
Los algoritmos que desarrollan eses redes sociales, sin embargo, complican las cosas para un usuario que reciba, de forma constante, impactos informativos sin tener una posibilidad clara de elección. Argemí no rechaza ese peligro. Insiste en que “la tecnología no genera entornos asépticos ni estáticos”, y admite que existe el peligro de la “desinformación”. Pero también considera que ese algoritmo no tiene por qué ser estático, y que puede aprender automáticamente y sufrir alteraciones por mejoras de programación.
El hecho realmente importante que Argemí ha puesto sobre la mesa es que los comportamientos en las redes sociales dicen mucho más que nuestras valoraciones en una encuesta. Y que en el terreno político eso tendrá unas claras repercusiones en el futuro. Y que, de hecho, ya las ha tenido. Se trata de desarrollar, como él mismo explica, “el sentido del rumor: aprender a interpretar las redes como lo que son: la versión digital de la cafetería de la plaza mayor, ese lugar en el que los ciudadanos expresan sus opiniones en voz alta”.
La atención se debe poner en las opiniones, y no tanto en los comportamientos reales
No hay, a juicio de Argemí, un sesgo en las redes: partidos de derechas o de izquierdas que las utilicen mejor o peor. Lo que hay es aprendizaje. Es decir, lo que propone Argemí, a la hora de analizar cómo se traducirá esa conversación en la red en actos políticos, es cambiar el punto de vista. “La atención se deberá poner más en las opiniones, y no tanto en comportamientos reales”, indica.
¿Qué quiere decir eso, si se compara con las encuestas tradicionales? Si se analiza lo que ocurrió con la victoria de Trump en Estados Unidos, se comprueba que no hubo más inversión del actual presidente en tecnología que la que invirtió Hillary Clinton.
Los analistas de Trump buscaron los “malestares” que se expresaban en las redes. “Apeló a malestares que estaban ahí, esperando una espita por la que salir”. No era tan importante, a juicio de Argemí, como se acabó comprobando, la pregunta sobre a quién votarían, –respondían más a Hillary Clinton que a Trump—cómo conocer qué malestar existía, y responder, después, a ese clima en las mismas redes sociales.
Trump, a diferencia de Clinton, identificó los ‘malestares’ en las redes sociales y les dio respuesta
Una prueba definitoria es la valoración de Mariano Rajoy en todas las encuestas. Aparece como uno de los líderes peor valorados, pero sigue como presidente del Gobierno. “Si uno observa con atención los datos, llega a la conclusión de que aquellos sobre los cuales opina más gente son los peor valorados, porque dan su opinión tanto los que les votan como muchos que nunca les votarían; en cambio, hay políticos a quienes poca gente conoce, más allá de sus propios votantes, de manera que quienes los valoran son, sobre todo, sus partidarios”, señala Marc Argemí.
El sentido del rumor ordena muchas de las ideas que han aparecido sobre la falsedad de las noticias en los medios de comunicación, a partir de esa facilidad en difundirlas que permiten las redes sociales. Y no está tan claro que todo sea responsabilidad de Facebook y de Mark Zuckerberg. Argemí lo explica con claridad. Ya ocurría eso mucho antes, asegura este analista, en alusión a un comentario de The Economist en 2011: “Internet está llevando a la industria de las noticias de vuelta a la cultura converscional de la era anterior a los mass media”.