Malos tiempos para la lírica

(Homenaje a Germán Coppini)

Estamos en los albores de un año que en lo económico ha sido todavía grave, pero algo mejor que el anterior, pero que en lo político (¿se acuerdan de la medalla de la madre?, pues al revés) ha resultado ser un auténtico desastre.

En España, el poder parlamentario mayoritario, digámosle PP, está descompuesto. La corrupción baña todas sus actuaciones, sus líderes y sus políticas. Gobernar así es impensable en una democracia madura. Aquí aún parecemos medievales en demasiadas cosas. El ‘caso Gurtel’, las batallas en el PP de Madrid, Valencia, los trajes, la lotería de Fabra y su aeropuerto… Un drama sistémico para el que parece que nos hemos inmunizado y al que los electores responden sorpresivamente, como en el caso valenciano.

Los rectores de España no pueden gobernar más que su propia supervivencia política. La oposición está igual de calada por el agua de la corrupción andaluza o de otros lares. De ahí que a nadie le extrañe que ni ante la crisis, ni ante la necesidad urgente de regeneración falten propuestas, alternativas o ideas más o menos originales, creativas y modernas.

En Catalunya no hemos bebido el entendimiento (adaptación libre de un dicho popular catalán que muestra la falta de cordura en las actuaciones). El año ha sido un eterno y cansino remake de otros tiempos, siglos incluso. El nacionalismo aprieta en tiempos de globalización. Padece la misma crisis que el PP en España: necesita garantizar su supervivencia y no se le ocurre otra vía para lograrlo que extremar sus posiciones, antaño moderadas y soportables, aunque anacrónicas.

El discurso del Rey y la respuesta de Artur Mas son otra muestra más de las dificultades para hallar espacios en los que la política haga buena su esencia: tejer acuerdos, resolver problemas, encontrar espacios de convivencia. Ahora son muchos quienes consideran, de forma maximalista, que la política sirve sólo para hacer posible lo imposible, con una concepción romántica y casi barriobajera de la polis, de la res publica.

El tufo de todo es irrespirable y los ciudadanos andamos hastiados. Como decía Coppini, incluso en versión sinfónica, son malos tiempos para la lírica. Por desgracia, por infortunio.

Felices fiestas.