Malditos reinos de taifas
En Catalunya cada maestrillo tiene su librillo. Hay, efectivamente, tantas seseras como monteras en cualquier ámbito, ya sea político, ya sea cultural. El individualismo, sustrato de las sociedades liberales, aquí, sin embargo, arraigó mediante la difusión del anarquismo, que fue siempre más libertario que comunalista, a diferencia de lo que ocurrió en el sur de España.
Ese individualismo a menudo ha sido muy fructífero para abrir caminos y superar retos, pero a veces resulta irritante ver como se repiten iniciativas, se duplican instituciones y se derrochan recursos que podrían cubrir otras necesidades. Lo que desde un punto de vista social es en si mismo un despropósito, resulta tremendamente ridículo aplicado a la política.
Ese “tantas personas, tantos pareceres” es el mayor riesgo que corre la política catalana, especialmente el sector soberanista. La unidad no es ningún valor supremo, aunque sí que es deseable en circunstancias como las actuales. ¿Se han fijado ustedes que Carme Forcadell y Muriel Casals compiten por el mismo espacio?¿No es cierto que Oriol Junqueras le pisa los talones a Artur Mas cuando el mismo dirigente republicano sabe que sin el presidente catalán la reivindicación del derecho a decidir no hubiera avanzado tanto?
Incluso a Súmate, la plataforma soberanista en castellano de los antiguos inmigrantes o de sus descendientes, le acaba de salir un competidor:Sí, amb nosaltres, una asociación muy parecida a la liderada por Eduardo Reyes pero de gente venida de varios puntos del planeta. ¿No les bastaba con integrarse a Súmate o a la ANC? Por lo que se ve, no.
Dicen los escépticos con el proceso soberanista, que más bien son unos cínicos, que un “partido” no tiene nunca toda la razón precisamente porque representa a los intereses de una parte. No cabe duda de ello. Pero eso no tiene ninguna importancia. Lo extraño, acaso, es querer ser sólo una parte contra viento y marea cuando lo que pide la situación política actual es unidad bajo un mismo manto y una misma acción. Que nadie se confunda. No estoy pidiendo unanimidades. La unanimidad es propia de las dictaduras. Sólo pido eficacia en la dirigencia para resolver de una vez el pleito planteado por los soberanistas. Se lo aclaro.
Cambien ustedes los protagonistas, dejen a un lado la ANC, Òmnium, Súmate, Sí, amb nosaltres, CiU y ERC, y piensen en lo que está sucediendo con las izquierdas en Catalunya. Existen cuatro partidos de izquierdas con representación parlamentaria. Dos se sitúan en el campo de la izquierda clásica, ERC i PSC, y los otros dos se identifican con la izquierda alternativa, CUP i ICV-EUiA. Fuera del Parlament hay otras opciones, pero aún no se sabe lo que pesan.
¿Qué impide que se unan unos y otros? Pues, de entrada, su rotunda oposición nacional. Si los resumimos a partir de las respuestas que cada opción dice que dará a las preguntas del referéndum del 9-N, está claro que PSC i ICV-EUiA, con todos las matices que se quieran, responderán “Sí-No”, mientras que ERC i CUP responderán sin vacilar “Sí-Sí”. La grieta nacional es lo que está fracturando a la izquierda catalana ante su propia perplejidad. Joan Ignasi Elena, Jordi del Río y Fabián Mohedano ya se han dado cuenta. Àngel Ros y compañía aún no. Pero con un PSC con Miquel Iceta al frente todo llegará. El pleito soberanista ha puesto en crisis instituciones y partidos.
Los críticos del PSC, que ya han dejado de serlo, curiosamente se afilian a Ònmium, que es una entidad cultural privada integrada por socios, cuando lo suyo hubiera sido integrarse a la ANC, que es el movimiento popular de base del soberanismo. Si no hubiese tanta oferta a lo mejor no se habrían confundido. Tanta dispersión no ayuda para nada al proceso soberanista.
Pero Catalunya es un país de individualidades. Sin la iniciativa individual no hubiese logrado ser la fábrica de España que fue en el siglo XIX. Lo colectivo ha sido la consecuencia de ese empuje individual y no al revés. Plantéenselo de otra manera: cuando los empresarios catalanes se sintieron amenazados por lo colectivo se lanzaron asustados a los brazos de los dos dictadores españoles contemporáneos. Nunca supieron manejarse bien entre la masa y el poder.
Y ahora, cuando estamos ante el cruce de caminos más importante de los últimos tiempos, resurgen los genios y las figuras. ¡Venga a montar plataformas! Demasiados egos para tan gran empresa. Cuando en todo el mundo los procesos de autodeterminación tienen una sola cara visible, aquí fabricamos la orla completa con las fotos de toda la clase.
Mientras tanto, el poder en Madrid apunta contra al President Artur Mas, a quien hace responsable de todo lo que está pasando. Tienen razón. Sin él nunca se hubiera podido desafiar al Estado. Con Carod-Rovira, por ejemplo, nunca se planteó una situación así. Con Pasqual Maragall tampoco. Y con Jordi Pujol aún menos. Más vale que tomen nota de ello los que deseen de verdad la autodeterminación y la independencia.
En fin, entre los reaccionarios que desde el inmovilismo piden que se cocine un pacto político que no tenga en cuenta la voluntad popular para acabar con Mas y el proceso y los “toreros” del soberanismo que aspiran a cortar las dos orejas y el rabo, el temor es que pase el 9-N y a la mañana siguiente nadie esté en condiciones de hacer nada. Entonces, se demostrará que sólo un Parlamento con 100 diputados soberanistas puede desencallar la situación. Para lograrlo será necesario que muchos “toreros” soberanistas se corten la coleta y dejen paso a quien dirige con tino y sin violencia (lo que es bastante excepcional en Catalunya y en España) un cambio colectivo histórico. Que cada loco siga con su tema si quiere, pero necesitamos un único líder para dirigir nuestro maldito reino de taifas.