Maduro en la encrucijada global

Si el país se ha depauperado en vez de prosperar como sus vecinos es porque alguien en el interior se amparaba de las riquezas

Aunque la partida se prolongue en el tiempo, Nicolás Maduro tiene las de perder, tanto por razones geoestratégicas como por la gradualidad de la presión internacional, la debilidad y la lejanía de las potencias que le apoyan, Rusia y China, la habilidad del desafiante opositor Juan Guaidó y, ante todo, el incremento de la carestía y las privaciones de las otrora llamadas clases populares que en un tiempo fueron el sostén de Hugo Chávez.

Retrocedamos en el tiempo. Revolución cubana, crisis de los misiles de 1962, el mundo al borde de la guerra nuclear. Ojivas soviéticas a sesenta millas de las costas de Florida. La URSS cedió, el régimen de Fidel Castro ingresó en en su órbita pero de modo inofensivo para la seguridad del gigante americano.

Lo que aguantó la dictadura comunista en Cuba fue el rechazo popular a convertirse en una colonia de los Estados Unidos

La escasa credibilidad de la primera parte del reiterado eslogan de Castro, ‘Comunismo o muerte, patria o muerte: venceremos’, se veía compensada por la adhesión popular a la segunda.

En realidad, lo que aguantó a la dictadura comunista, además del férreo control policial que aún perdura, era el rechazo popular a convertir la isla en una colonia de los Estados Unidos.

He aquí el eslogan, jamás pronunciado pero efectivo y aceptado, que explica la longevidad de la casta gobernante en Cuba: ‘La patria debe seguir siendo soberana aún al precio de soportar a los comunistas: sobreviviremos’.

La única explicación racional a la estabilidad del régimen de Maduro está en los crecientes niveles de corrupción a cargo de los militares fieles

Esta voluntad no se da en Venezuela. Si en los primeros años de Chávez disminuyeron la pobreza y el analfabetismo, luego se truncó el reparto de los fabulosos ingresos del petróleo.

Los dólares afluían pero no llegaban al pueblo. La única explicación racional está en los crecientes niveles de corrupción a cargo de los militares fieles a Maduro, que han debido amasar increíbles fortunas.

La Venezuela bolivariana no fue víctima de embargos como en Cuba. La Venezuela bolivariana ha exportado ingentes cantidades de oro negro mientras Cuba era y sigue siendo pobre en recursos naturales.

Si el país se ha depauperado en vez de prosperar como sus vecinos es porque alguien en el interior se amparaba de las riquezas. Norteamérica cumplía con los pagos. Los préstamos de Rusia y China a Maduro no alcanzan a tapar el enorme agujero y encima no los devuelve según lo acordado.

La solución armada no se trataría de una invasión como Irak sino de una guerra civil con apoyo extranjero

Más allá de la tensión política, la novedad consiste en el corte del flujo de dólares desde los Estados Unidos, consumidor del 30% del petróleo venezolano. Ahora, el dinero está embargado y a disposición de Guaidó, que no sabe cómo disponer de él pero que tiene la llave de la creciente hucha. Es asimismo Guaidó quien designa representante de su país en el Banco Interamericano de Desarrollo, que lo incorpora y corta todo crédito a Maduro.

Lo mismo sucederá en multitud de organismos internacionales. La labor de zapa del bloque euro-atlántico, cuenta con un aliado en el interior, Guaidó, algunos de cuyos más estrechos colaboradores reclaman a las claras una intervención militar para derrocar a Maduro y restaurar la legitimidad.

Juan Guaidó, el autoproclamado presidente de Venezuela

imposible de detener

Maduro no se atreve a detener a Guaidó su ejército tiene las de perder y tal vez él mismo sucumbir en un baño de sangre.

Llegado el caso, lo cual no es probable pero tampoco imposible, no se trataría de una invasión como en Irak sino de una guerra civil con apoyo extranjero a uno de los dos bandos.

De ahí el paso previo de considerar a Guaidó presidente legítimo, capacitado para pedir ayuda militar. Maduro no se atreve a detenerle porque su ejército tiene las de perder y tal vez él mismo sucumbir en un baño de sangre.

Circula un vídeoreportaje en el que un periodista americano se pasea por un supermercado de Caracas repleto de mercancías pero vacío de compradores. Casi nadie puede pagar los precios astronómicos de lo que se ofrece. La realidad de la miseria va a empeorar, y mucho.

La dura estrategia de la administración Trump está bien diseñada. El objetivo, acabar con los reductos de influencia de China, y en menor medida de Rusia, en el continente americano.

Pasos previos, contar con un aliado revestido de legitimidad democrática en el interior y una amplia coalición internacional. Método, el ahogo económico unido a una farisaica oferta de ayuda humanitaria. En el trasfondo, la amenaza de intervención militar.

Nadie sabe cuánto va a resistir Maduro ni si se decantará por el uso de su doble ejército, el profesional y el de las milicias populares armadas. Mientras dure la espera, la extensión de la miseria no le va a granjear precisamente un mayor número de adeptos.

Una salida digna a Maduro

El ex presidente colombiano y premio Nobel de la paz Juan Manuel Santos ha hablado con tino. Según él, hay que ofrecer una salida digna a los gobernantes actuales.

No va a ser el caso si en efecto la batalla es entre dos bandas de ladrones que luchan por ampararse de la gran riqueza venezolana. Puede que solo se distingan por su amistad o enemistad hacia los Estados Unidos, no por su acción a favor de la prosperidad del país y sus gentes.

La víctima, el pueblo, como en todos los países controlados y saqueados por élites extractivas en vez de contar con instituciones inclusivas.

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