Madres

Las mujeres no queremos ser heroínas: no nacen más niños porque ser madre constituye una auténtica heroicidad

A pesar de las presiones sociales que las mujeres seguimos soportando para que nos convirtamos en madres, muchas de nosotras ya no nos sentimos especialmente motivadas por traer bebés al mundo.

Tan es así, que en 2018, España registró la cifra más baja de nacimientos desde 1941, dato que continúa en descenso por décimo año consecutivo. En paralelo, registramos el menor número de defunciones desde 1941, así es que nuestra población se está envejeciendo a pasos agigantados. Esta situación debería empujarnos a una profunda reflexión, pues el Estado de Bienestar, tal y como lo conocemos, está claramente amenazado.

¿Por qué no queremos ser madres?

Nuestras abuelas heredaron las exigencias del rol tradicional; la mujer madre y esposa, no sexualizada y dedicada por entero a la familia. Las mujeres de mi generación hemos asumido nuevas exigencias, aún más severas.

Se espera de nosotras que tengamos una vida profesional, social y sexual satisfactoria, en condiciones de igualdad con nuestros compañeros hombres, y además, también debemos ser madres dedicadas a nuestros hijos, en mayor medida que los padres de nuestras criaturas y sentirnos felices por ello. En definitiva, la hoja de ruta perfecta a la frustración.

El nuevo paradigma de la maternidad está tremendamente expuesto a ser juzgado

Nuestra sociedad ha dado la espalda a lo que realmente significa ser madre; ha construido un relato que idealiza la maternidad, considerándola la mayor fuente de realización personal que las mujeres podemos llegar a tener.

Por favor, desenmascaremos esta farsa de una vez y digámoslo claro: ser madre es una experiencia llena de contradicciones, es un terremoto que modifica todas tus esferas vitales, así como un test de estrés de la vida en pareja.

Muchas mujeres, al quedarnos embarazadas, improvisamos un nuevo modelo de madre: la que no quiere asumir renuncias. Tras haber realizado una gran inversión, en tiempo y energía, en nuestra carrera, es lógico que no nos sintamos conformes con desacelerar nuestro desarrollo profesional, aunque obviamente, también deseamos criar a nuestros hijos, con dedicación y responsabilidad.

Este nuevo paradigma de la maternidad está tremendamente expuesto a ser juzgado, pues no cumple ni con el rol tradicional, de madre abnegada, ni con la exigencia del entorno laboral, que prioriza la productividad ante cualquier otro aspecto, por lo que somos culpabilizadas, sin piedad, desde todos los ángulos. 

Los datos demuestran que algunas mujeres que hubieran querido ser madres lo intentan en un momento en el que ya no les resultará posible serlo

Para rematar, se observa que muchas mujeres en edad fértil que sí quisieran ser madres, no tienen una situación laboral lo suficientemente sólida como para mantener una criatura, por lo que posponen la maternidad. Los datos demuestran que algunas mujeres que hubieran querido ser madres lo intentan en un momento en el que ya no les resultará posible serlo.  En definitiva, no nacen más niños porque ser madre constituye una auténtica heroicidad.

Y las mujeres no queremos ser heroínas; queremos compartir la crianza de nuestros hijos, cuidar pero también ser cuidadas, y por encima de todo, no queremos renunciar a ser nosotrasmismas.

Soluciones

Para empezar, es imprescindible una nueva construcción social y cultural de lo que significa ser madre. Nos merecemos un nuevo relato de la maternidad, que explique lo que de verdad supone traer una criatura al mundo, sin idealizaciones, para que la maternidad no derive en frustración. Aceptar y reconocer las contradicciones de lo que implica la maternidad es el primer paso para tener una experiencia satisfactoria.

Por otro lado, debemos desterrar de una vez por toda la maldita culpabilidad que arrojamos sobre las formas de maternidad que no cuadran con el rol tradicional. Como madres, no siempre hacemos lo que queremos, sino lo que podemos. Con el poco apoyo que recibimos de la sociedad y con la agresividad del entorno laboral en el que nos movemos, juzgarnos es un tremendo despropósito, a parte de una crueldad imperdonable.

Nuestra sociedad debe reconocer y poner en valor la inmensa aportación social y económica que supone traer una criatura al mundo. La maternidad debe tener un mayor apoyo económico, basado en una tupida red de guarderías públicas, pues el parque actual es claramente insuficiente.

Asimismo, deben promulgarse leyes que generen entornos laborales que permitan una conciliación efectiva. La racionalización horaria, además de suponer un incremento de los índices de productividad de nuestro país, implicaría un gran avance social, pues detendría la vergonzosa sangría de talento femenino que se produce en el mundo corporativo.

Como sociedad, debemos conjurarnos para impulsar un cambio de modelo que apoye la maternidad, configurando entornos profesionales más amables y proporcionando los servicios públicos adecuados que permitan a la mujer criar a sus hijos, sin renunciar a desarrollar su carrera profesional.

Y después, que cada mujer, decida desde la libertad.

Feliz Día de la Madre.