Macron

No sé si en el almuerzo del viernes, Rajoy, Valls y Mas habrán hablado de la ley Macron. Es un serio intento de superar el corporativismo predominante en la economía de Francia. La música de la ley es buena, habría que entrar en la letra pequeña, donde no siempre lo que se propone será positivo.

El uso del artículo 49.3 de la Constitución para aprobar la ley Macron ha tensado el ambiente político. El riesgo de fugas en el grupo socialista impulsó al Gobierno a utilizar la vía extraordinaria. Pero ha sido patético ver a los liberales de UPM y de Sarkozy oponiéndose a medidas que ellos habían predicado y que nunca tuvieron las agallas de aplicar.

El ministro de Economía, Emmanuel Macron lamentó que los opositores de su ley hicieran «una suerte de unión» de «los que no quieren cambiar el país, de los que prefieren decir que tal como estamos, ya vamos bien». Y ante la amenaza del líder de la UMP, Christian Jacob, de presentar una moción de censura, que finalmente Valls superó, éste lo retaba: «¿Cómo se puede pedir confianza a los franceses cuando son ustedes incapaces de elegir entre la República y la extrema derecha?».

Según el prólogo de la ley, ésta pretende modernizar la economía francesa, establecer una verdadera igualdad de oportunidades económicas, especialmente para los jóvenes, y crear más actividad mediante la liberación de los bloqueos, la promoción de la inversión y la expansión del empleo. Esta modernización debe llevarse a cabo sin salir del modelo social francés, y con diálogo. La ley está construida en torno a tres ejes: liberar, invertir, trabajar.

Primero. Liberar el potencial de crecimiento sin explotar y los cuellos de botella identificados en sectores clave de la economía. La prestación de servicios de transporte de autobuses se liberaliza en todo el país, para favorecer la movilidad. Las concesiones de autopistas serán reguladas para limitar los aumentos de tasas y crear las condiciones favorables de gestión de la obra pública.

La competencia se fomenta en el sector minorista y al mismo tiempo se permite intervenir en áreas donde hay una concentración oligopólica de la oferta que encarece los precios.

Se promueve la modernización de las profesiones reguladas para ampliar el acceso, para ofrecer servicios más baratos y profesiones abiertas a otros para que puedan desarrollar interprofesionalidades. Garantiza el negocio libre de quienes tienen las calificaciones necesarias y pueden abrir su estudio u oficina donde hay necesidades. La regulación de la tarifa deberá reflejar mejor los costes reales.

Segundo. Invertir en infraestructuras, vivienda y sectores productivos. Se promueve el espíritu de riesgo y el atractivo inversor de Francia. Se facilita el establecimiento de planes de ahorro para los trabajadores y para la participación de éstos en la empresa. Promueve una gestión activa para apoyar a sectores estratégicos de la economía.

Esta ley también tiene como objetivo desarrollar la vivienda con medidas de simplificación burocrática. Y finalmente, se promueve la reforma de los procedimientos colectivos para facilitar y garantizar la continuidad del negocio.

Tercero. Trabajar con más oportunidades, como, por ejemplo, abriendo la posibilidad de que se permita la apertura dominical en áreas específicas para las necesidades del turismo de temporada o eventos especiales. Se permite a los alcaldes dar un mayor número de excepciones abriendo los domingos, hasta 12 por año. El trabajo dominical debería dar lugar a una compensación salarial definida por un acuerdo sectorial, de empresa, negocio o territorio. Y se reforma el juzgado de trabajo, para que sea más simple, más rápido, más predecible y eficiente.

Como he dicho al principio, la música suena bien. Ahora habrá que ver el detalle de la letra y sobre todo si la orquesta, el Estado, la acaba interpretando, o se queda en partitura, en el cajón. Los Estados mediterráneos y católicos son especialistas en llenar muchos papeles de leyes y de reforma de leyes que terminan en nada, ya sea porque no se acaban desarrollando los obstáculos reiterados que ponen los sectores contrarios al cambio; ya sea porque la sociedad vive al margen de la ley.

Macedonia

Miércoles. Asisto a una tertulia donde un médico de primaria alerta de una supuesta operación de degradación del servicio público, favoreciendo presupuestariamente aún más los hospitales en detrimento de los CAP; y haciendo dimitir por aburrimiento o bulling a los médicos más dinámicos del servicio y así favorecer el deterioro en beneficio los servicios privados. No sé qué decir, me faltan datos. Pero si es cierto, ya es hora que despertemos.

Jueves. He estado en Olesa, como presidente de la Fundación Irla presentando la biografía de Félix Figueras, escrita por su bisnieto. Fue alcalde republicano fusilado junto con tres concejales más y varios miembros de ERC y de la CNT. Al salir, varias personas mayores me preguntaron emocionadas por qué no había denunciado la cuádruple pena que habían sufrido las familias republicanas y que en 2015 todavía no ha sido reparada: la pérdida de la vida de los familiares, la incautación de todos los bienes de la familia, la incautación de los bienes colectivos (cooperativas, ateneos…) y finalmente la marginación social, el miedo y el silencio que duran hasta nuestros días. Y todo porque los herederos de Franco ni siquiera han recibido un juicio moral, caso insólito en Europa. Y así nos va el país.

Viernes. Escucho a Albert Rivera en Catalunya Ràdio. Es brillante; y ahora que se ve cerca de tocar muslo y del liderazgo español, se puede permitir aparcar la obsesión más anticatalanista, que ya le ha dado todos los frutos que podía en Cataluña, y centrarse en una imagen de reformista dentro del régimen. Lo veo cada vez más cerca de lo que fue la operación Roca. Con menos reformismo y con un españolismo no tanto sutil. ¿Cuáles son las fuerzas económicas que lo apoyan? ¿Las mismas que a Roca?