Para remediar el mal francés (y europeo)
Macron tiene la oportunidad de sacar a Francia de su inmovilismo económico y social. Pero más que un neoliberal, sería un keynesiano light
Francia tiene más pasado que futuro. El país que alumbró la Ilustración y prendió la llama de la Revolución –no se olviden de la Revolución inglesa y la Revolución americana-, que forjó la idea de progreso, que suprimió la sociedad estamental y abolió el privilegio, que estableció el contrato social y la división de poderes, que instauró los derechos del hombre y el ciudadano, que aprobó una Constitución, hoy, esa Francia que cultiva el mito, sobrevive, estancada, quizá en la vía del declive, cómodamente instalada en un Estado del Bienestar que no invita a nuevos e imprescindibles horizontes que requieren su cuota de riesgo y aventura.
Y si quieren que les diga la verdad, con la Unión Europea ocurre algo parecido.
¿Qué le sucede a Francia? Conviene recordar, para situarnos, el diagnóstico de dos ensayistas como Nicolas Baverez y Denis Jeambar que removieron las aguas del hexágono francés. Para el primero, Francia es el enfermo de Europa por culpa de una economía de productividad limitada y unas instituciones que combinan el estatismo y la impotencia con una autoridad a la baja y una irresponsabilidad al alza (Francia en declive, 2003). Para el segundo, Francia es un país de pensamiento único, carente de autocrítica, que abusa del intervencionismo económico y de la cultura de la subvención, que predica el cambio y es el más firme defensor del statu quo (Los dictadores del pensamiento, 2004).
Varios intelectuales sugieren que Francia se adentre en el camino de la regeneración, la reforma y la modernización
Uno y otro –ecos de Raymond Aron y Jean-François Revel- sugieren que Francia supere el complejo de superioridad y el antiamericanismo visceral, y se adentre en el camino de la regeneración, la reforma y la modernización. Y ello a través de medidas entre las cuales destacan la liberalización económica, la flexibilidad del mercado laboral, el adelgazamiento del Estado o la innovación.
Y en eso que Emmanuel Macron asume la presidencia de la República Francesa.
Emmanuel Macron o la oportunidad para revertir la Francia en declive –añado: también, la Unión Europea- de Nicolas Baverez y la dictadura del mandarinato intelectual soi-disant progresista –esto es, antiliberal y antiamericano- que desvela Denis Jeambar. Y para detener –añado- los peligros que acechan a la sociedad abierta en Francia y en el conjunto de la Unión Europea. A saber (en Francia): la extrema derecha lepenista autoritaria y antieuropea, el frondismo del sector radical del socialismo francés, el populismo izquierdista de Francia Insumisa y el sindicalismo corporativo de la CGT.
Más. Emmnuel Macron posibilita también otras oportunidades: renovar el llamado Pacto o Tratado del Elíseo que firmaron Konrad Adenauer y Charles de Gaulle en 1963 y dotar a la Unión Europea de un liderazgo compartido.
Macron puede revertir el declive de Francia
Entiéndase bien lo que digo: Emmanuel Macron puede revertir el declive de Francia. Puede remediar –como se ha dicho con cierta ironía- el mal francés y su contagio a la Unión Europea. En otros términos: Emmanuel Macron puede ser el sostén de la V República y, también, de la Unión Europea. Si se quiere, puede consolidar el sistema en Francia y, de propina, en la Unión Europa. Que, visto lo visto –me remito a las líneas anteriores-, falta nos hace.
¿Qué es lo que nos falta? ¿Qué es lo que puede aportar Emmanuel Macron para la consolidación –renovación y reformas- de una Unión Europea que no sucumba a la demagogia y el populismo que acechan?
¿Qué puede aportar Emmanuel Macron para que la Unión Europa sea competitiva frente a Estados Unidos y la República Popular China que impulsa la One Belt, One Road (Una Franja, Una Ruta) o nueva ruta de la seda que va de China a Europa a través del Sudeste Asiático, Asia Central y Oriente Medio? Una Unión Europea que, por lo demás, podría ocupar el vacío de poder que Estados Unidos está dejando gracias a un Donald Trump absentista que parece renunciar al ejercicio de la hegemonía mundial.
Macron puede aportar más libertad de comercio, una reducción del gasto público y potenciar el euro
¿Qué puede aportar? Por ejemplo: flexibilidad laboral, convenios laborales de empresa -¿por qué no individuales?- en función de las necesidades del mercado y de la compañía, así como de las aptitudes y actitudes del trabajador, mayor libertad de comercio, globalización económica, reducción del gasto público, sobre todo del improductivo, menos impuestos, menos funcionarios, más Unión Europea y más euro, presupuestos europeos y deuda común europea, con el permiso de Alemania, estabilidad presupuestaria, OTAN sí y terrorismo no.
Las propuestas de Emmanuel Macron cobran valor en oposición a la alternativa antiliberal de unos adversarios políticos que postulan el aumento de la deuda pública, la disminución de la libertad comercial y la competencia, y una mayor regulación económica e intromisión del Estado en la economía. Y más impuestos y subvenciones. Y menos globalización, menos libertad financiera, menos Unión Europea y menos euro. Y OTAN no.
No se puede tomar a Macron como la imagen del liberalismo
Y son la derechista Marine Le Pen y el izquierdista Slavoj Zizek, quienes, a su pesar, han destacado las bondades del programa de Emmanuel Macron. Marine Le Pen: “Hay que frenar las prácticas mundialistas del nuevo presidente”. Slavoj Zizek: “la personalización liberal del capitalismo mercantil”. Pues eso, grosso modo: mundialismo y capitalismo mercantil.
Pero, que nadie crea que Emmanuel Macron es la viva imagen del liberalismo. O del neoliberalismo, como dicen los adversarios y enemigos del pensamiento liberal. No es eso. Puestos a etiquetar, Emmanuel Macron es algo así como un socialdemócrata de izquierdas, o un socialista liberal, o un reformista de izquierdas, o un keynesiano light que levanta una barrera frente a lo peor que amenaza por la derecha y la izquierda. En buena medida, Emmanuel Macron recupera la tradición reformista que nace después de la Segunda Guerra Mundial. Ni más sin menos.