Lecciones francesas

Ganará Macron, porque para la mayoría de los candidatos los valores de la República están por encima de la pugna por el poder contra los adversarios políticos

Europa respira, aliviada. Aunque Marine Le Pen, la candidata ultraderechista, ultranacionalista, antieuropeísta, racista, xenófoba e islamófoba pasa a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, como vaticinaban ya todos los sondeos previos, todo apunta que el próximo presidente de la República será Emmanuel Macron.

El joven exministro independiente del Gobierno socialista del presidente François Hollande, definible como socio-liberal y sin duda alguna el más europeísta y antinacionalista de todos los candidatos, se ha impuesto incluso ya en esta primera vuelta a la líder del Frente Nacional con más de dos puntos porcentuales de distancia.

Macron ha apostado por el socio-liberalismo, con una defensa clara de la Unión Europea

Además, de inmediato Macron ha recibido el apoyo público de casi todos los otros principales candidatos derrotados, desde el del conservador François Fillon hasta el del socialista Benoit Hamon, con la única e incomprensible excepción del ultraizquierdista Jean-Luc Mélenchon, al parecer partidario todavía de aquella vieja consigna radical del “cuanto peor, mejor”.

El rotundamente fracasado candidato socialista Benoit Hamon, que con poco más del 6% de los sufragios ha certificado la necesidad imperiosa y urgente de la refundación del PS que afronte con rigor los retos de un mundo definitivamente globalizado, digitalizado e incluso robotizado, lo ha sabido definir muy bien al pedir públicamente a sus electores que el próximo 7 de mayo voten a Emmanuel Macron: “Es muy distinto un adversario político que una enemiga de la República”.

Es urgente que el PS afronte su refundación para hacer frente a la globalización

He ahí la gran lección política, cívica e incluso patriótica de Francia en estas elecciones. La República es, para los franceses, mucho más que un sistema político; es la preservación y actualización permanente de los grandes principios de la Revolución francesa, esto es “libertad, igualdad, fraternidad”. Emmanuel Macron encarna estos principios, tanto por su definición ideológica progresista como por su sólida formación intelectual, de discípulo del filósofo Paul Ricoeur y también como politólogo y como músico, con una concepción humanista muy amplia y variada, insólita en una persona tan joven, de solo 39 años de edad.

Lo más previsible es que en la segunda vuelta de estas elecciones volverá a funcionar la disciplina republicana, como ha sucedido ya en otras ocasiones similares y que, por consiguiente, la gran mayoría de los electores que el pasado domingo votaron al conservador François Fillon (19,92%) y al socialista Benoit Hamon (6,28%) sumarán sus sufragios a los de los votantes de Macron (23,72%), y parece muy difícil que el grueso de los seguidores del ultraizquierdista Mélenchon no se sumen también a este voto, aunque sea tan solo para evitar el indeseable triunfo de la ultraderechista Le Pen (21,91%).

Lo extraño es esa coincidencia entre Le Pen y Mélénchon, opciones las dos populistas

Otra lección curiosa de estas elecciones presidenciales francesas es la que se desprende precisamente de la extraña coincidencia entre algunas de las posiciones de los dos candidatos aparentemente más enfrentados por sus ideologías, es decir entre la ultraderechista Marine Le Pen y el ultraizquierdista Jean-Luc Mélenchon. Las suyas son, en ambos casos, posiciones nacionalistas radicales, poco o nada europeístas, de un populismo que pretende ofrecer soluciones fáciles y rápidas a problemas muy complejos.