Macron exporta su revolución a España

El movimiento para derrocar al Presidente de la República ya ha llegado a Bélgica, Holanda y es muy probable que su fuerza expansiva llegue a España

Corre por la red una curiosa fotografía/montaje de Emmanuel Macron con su mujer Brigitte llevando los chalecos amarillos que llevan los manifestantes para expresar su cólera contra las políticas del gobierno francés pero ellos con el logotipo de la marca Louis Vuitton.

El pasado viernes en la galería Magda Danysz de Paris se clausuraba una exposición del artista norteamericano Mark Jenkins. Una de sus piezas con el título Death by Flowers refleja, sin pretenderlo, el estado anímico del Paris cosmopolita ante el incómodo momento que le ha tocado vivir.

Por primera vez un Presidente de la República francesa puede ser derrocado por el pueblo

La pieza, de corte hiperrealista, muestra a un hombre en cuclillas a punto de que su cabeza ruede cercenada por una guillotina. La afilada hoja es un cuadro figurativo donde se contempla un exquisito jarrón con rosas carmesí. Las rosas carmesí darán muerte al reo y no el frío metal de la Revolución.

Tanto la parodia de la imagen de los chalecos amarillos Louis Vuitton que llevan el presidente y su mujer como el hombre que está en posición para que le corte la cabeza un bouquet de flores nos permite adentrarnos en la temperatura política de Francia.

Por primera vez, que yo recuerde, podría ser derrocado por el pueblo, como antiguamente se hacía con los dictadores y Reyes, a todo un Presidente de la República francesa democrática.

Los miembros del movimiento de los chalecos amarillos piden la dimisión de Macron

La novedad del movimiento de los chalecos amarillos es que su prioridad es la dimisión de Macron, líder de la Francia centrada. Sólo consiguiendo la dimisión de Macron se quedarán satisfechos. El movimiento quiere poner punto y final al ideal de Valéry Giscard d’Estaing cuando afirmaba en la década de los ochenta: “Francia aspira a ser gobernada por el Centro”.

Macron representaba para muchos franceses que lo votaron la última oportunidad de garantizar estabilidad, responsabilidad política y, consecuentemente, evitar los extremos de Marine Le Pen y Jean-Luc Melénchon; una aspiración truncada por los gilets jaunes, representados por manifestantes pacifistas y partisans de l’action.

El movimiento nada tiene que ver con la dialéctica izquierda ni con la derecha sino entre la Francia rural y la Francia urbana. El movimiento para derrocar a Macron ya ha llegado a Bélgica, Holanda y es muy probable que su fuerza expansiva llegue a España.

El movimiento en España

El seísmo francés puede tener su reflejo en España en la medida en que los líderes políticos españoles pasen del respeto a las instituciones a querer ponerlas en evidencia.

Una España con más impuestos, y más cargas económicas contra la clase media y los autónomos y el avance de los populismos en Europa como solución para acabar con el estado corrupto que roba a los que más necesitan de su atención, puede ir acrecentando la percepción en los ciudadanos españoles de que es mejor hacer caer gobiernos que mantener la estabilidad.

Cuando la estabilidad supone mantener el status quo de los políticos y permitir extender su afán de generar coreografías políticas cada vez más complejas e incomprensibles que nada tienen que ver con los problemas reales de la gente, léase el consejo por la República en Bruselas que debe dictar la política en Cataluña, se convierte en una estabilidad opaca, que solo responde a preservar un orden antiguo donde el Estado podía con todo, incluso desafiar la realidad.

Lo que Macron ha puesto en marcha, sin ser consciente de ello, es que para muchos franceses su caída es más importante que la estabilidad  con cambios que predicaba en las últimas elecciones y que le catapultó a conseguir una cómoda victoria electoral.

El efecto Macron, caiga o no caiga, se extenderá por Europa pues lo que la gente ansía no es un mundo más estable sino más justo.